Ojalá Colombia encuentre el camino que no pudimos encontrar los centroamericanos, pero en tanto el poder económico de la oligarquía y el ejército permanezca intacto, eso, me parece, es poco probable.
COLOMBIA,
COMPLICADA
CONSTRUCCIÓN DEL FUTURO
Luciano Castro Barillas
Escritor y Analista Político
La Cuna del Sol
Pese a estar geográficamente situada Colombia
en la parte norte del subcontinente Sur Americano, su historia es bastante
parecida a la América Central, quizá porque ambas naciones tuvieron un origen
colonial hispano, la historia contemporánea de las luchas sociales se
identifica más a partir de 1928 con la Masacre de las Bananeras de 1928 llevada
a cabo por el ejército colombiano al mando del general Carlos Cortez Vargas que
sin ninguna piedad mató a cientos de campesinos de la Unión Sindical por
solicitar a la United Fruit Company mejoras laborales.
De allí, como una maldición, empezó la azarosa
vida del pueblo colombiano, principalmente de sus negritudes de la costa
atlántica que dio origen a intentos de establecer democracias plenas en cuyo
esfuerzo se destacó el ilustre abogado Jorge Eliécer Gaitán identificado con
las causas populares y que le valiera la muerte en 1948, lo que originó
levantamientos de indignación popular principalmente en Bogotá. Todo lo demás
es consecuencia de estos hechos hasta a duras penas de un interminable pleito
con la oligarquía feroz de colombiana que no tiene parangón con ningún pueblo de
América Latina, exceptuando Guatemala, donde los crímenes fueron mayores, sobre
todo con la destrucción de la democracia guatemalteca en 1954.
Lo mismo sucedió en Colombia a partir de la
muerte de Gaitán hasta llegar la tragedia social al siglo XXI cuando se firmó
la paz en 2016 entre algunos grupos insurgentes y el gobierno, una paz por
cierto a medias, pues la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN, no
participó en las negociaciones. Lo que sí ocurrió fue que el uribismo camuflado
con diferentes nombres se encargó de vaciar los contenidos de los Acuerdos de
Paz sin dar paso a puntos cruciales como lo era la incorporación a la vida
civil de la tropa guerrillera, el otorgamiento de tierra a los campesinos
desplazados y el cumplimiento de la justicia por los innumerables crímenes
cometidos por el ejército y los infames grupos paramilitares como el de Carlos
Castaño, auténtico psicópatas criminales que desangraron a la tierra
colombiana.
La poca presencia estatal en zonas donde se
vivió con crudeza el conflicto armado empañaron el posconflicto con la
sistematización de los asesinatos de los dirigentes sociales, comuneros y de
derechos humanos. Juan Manuel Santos, desde el mismo momento de suscribir los
Acuerdos de Paz, no tuvo la mínima intención de cumplirlos. Fueron un acto
poltiquero más de esta clase representante de la oligarquía y el ejército.
Después hereda este tipo de política sustractiva de los Acuerdos de Paz su
pupilo de más alto provecho, Iván Duque quien ignoró las demandas históricas de
los municipios y pequeñas ciudades inmersos por décadas en este conflicto
atroz. Total que las cifras registradas por el Instituto de Estudios para el
Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) arrojó los
datos siguientes, con las mínimas omisiones siempre evadidas por la familiares
de las víctimas por temor:
-
957
líderes sociales y defensores de derechos humanos,
-
261
ex combatientes de la guerrilla,
-
313
masacres, para un toral de
-
1,192
ya en el segundo gobierno de la paz.
Ahora viene a probar suerte Gustavo Petro,
electo presidente por la coalición política del Pacto Histórico, economista y senador y fundador y máximo dirigente
del partido político Colombia Humana. Los
centroamericanos tuvimos dos experiencias con tales Acuerdos (El Salvador y
Guatemala) y los resultados todavía están por verse. Ojalá Colombia encuentre
el camino que no pudimos encontrar los centroamericanos, pero en tanto el poder
económico de la oligarquía y el ejército permanezca intacto, eso, me parece, es
poco probable.
Publicado por La Cuna del Sol
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