Uno tiene que ver y
preguntarse en una coyuntura política tan convulsa como la de Guatemala ¿a
quién favorece un crimen contra un abogado caracterizado por sus
identificaciones con el poder político y económico oligárquico?
EL SACRIFICIO DE
FRANCISCO PALOMO
¿A QUIÉN BENEFICIA O A
QUIÉN PERJUDICA?
Francisco Palomo al lado del
dictador genocida, Ríos Montt |
Por Luciano Castro Barillas
En un clima político tan enrarecido, revuelto,
conspirativo y carente de ética, tal como lo hacen las diferentes prácticas
políticas del diapasón de las mal disimuladas expresiones de las derechas guatemaltecas, caracterizadas por la sarta de falsedades y mentiras
sintetizadas en sus programas políticos (fotocopiados la mayoría y solo
cambiándoles de fuente); se tiene que
tener mucho cuidado con las interpretaciones de la realidad nacional, con esas
lecturas tecnocráticas politológicas que huyen, con frecuencia, de las
definiciones de clase, en aras de una fementida imparcialidad. Uno tiene que
ver y preguntarse en una coyuntura política tan convulsa como la de Guatemala
¿a quién favorece un crimen contra un abogado caracterizado por sus
identificaciones con el poder político y económico oligárquico?
Creo, sin lugar a dudas, que a la derecha.
Porque crímenes cometidos contra los intocables del sistema infunde temor entre
los ciudadanos que apenas hace menos de 60 días rompieron tres décadas de
cultura del silencio y la circunspección. Perjudica crímenes de este tipo la
espontaneidad de la movilización social porque
la gran mayoría de personas son ciudadanos abocados a la paz, indignados
sí en grado sumo por el atropello que durante muchos años ha sufrido la vida
económica, política, social y cultural de la nación guatemalteca. Son personas
que están dando mucho en el esfuerzo de movilización, protesta y
pronunciamientos; pero tampoco están dispuestos a perder todo, llegar al
sacrificio en aras de los ideales y los sueños por un país mejor. De allí que
la carencia de una identificación de clase militante no puede permitirles avanzar
hacia objetivos más profundos en la constitución de un cambio estructural, por
otra vía que no sea la lucha pacífica y legal. Corresponde esta posición a su
ubicación de clase. Pero es, sin lugar a dudas, una posición progresista digna
de respetarse y tomar en cuenta. Allí está, por ejemplo, la posición de la
Iglesia: decidida y franca, pero nunca dispuesta a dar un paso más en la
radicalización del proceso.
Y cuando hablo de radicalización no hablo de la
expresión
violenta de la lucha de clases, sino de arriesgar sus comodidades, sus
posicionamientos laborales, su vida en familia, etc. Hasta ese punto no llega
su disposición, con todos los amables sentimientos y buenas personas que
pudieran ser. Entonces, para este tipo de mentalidad, propia de una capa
no fundamental de la sociedad, funciona a la perfección la crueldad de
un crimen, de la muerte violenta y siempre reprochable de cualquier ser humano.
Nadie en Guatemala quiere saber de guerras, pero nadie también quiere seguir
sufriendo la corrupción y la pobreza, engendradoras geniales de la ingobernabilidad.
Pero en esta lucha no solo cuentan las capas medias, las clases no
fundamentales; cuenta y mucho más la gran mayoría depauperada y hambrienta del
área rural, los millones de ciudadanos del interior del país, que ante
la carencia de todo, poco tienen que perder.
La muerte del señor Francisco Palomo beneficia
al imperialismo, a la oligarquía y al ejército que pretenden arrinconar a la
lucha popular exclusivamente al ámbito jurídico. Sacar la inconformidad de las
calles y llevarla la discusión tecnocrática, para diluirla allí, en una maraña
de formalismos jurídicos y sociológicos. Todo movimiento social, popular; al
menos en Guatemala se ha perdido en las mesas de diálogo. Las pocas conquistas
del pueblo de Guatemala, de su clase trabajadora organizada se le han arrancado
a los oligarcas en la lucha callejera. No ha podido ser de otro modo y la
historia lo ha demostrado. Entonces ¿qué hacer? Impulsar, creo, las dos
tácticas de lucha: integración de instancias con personas progresistas para
elevar propuestas serias y consistentes y articular una y otra vez la lucha
popular en las calles de ciudades y pueblos. No hay otro camino. Solo de ese
modo podremos construir lo que una vez quiso Jacobo Arbenz Guzmán: un
capitalismo moderno, no neoliberal, que sea capaz por lo menos de arrancarnos
de la miseria extrema en que están sumidas las grandes mayorías de ciudadanos.
A partir de allí podemos avanzar, profundizar los procesos, porque sin perder
el horizonte histórico de edificar una patria socialista, por el momento nos
conformamos con un capitalismo menos brutal del que nos toca vivir en la
actualidad.
Por ello repito, la muerte trágica del señor
Francisco Palomo podría ser una sofisticada elucubración del maquiavelismo de
la derecha guatemalteca para inhibir la lucha social y dejar las cosas
nuevamente en su mismo lugar, para después volver a caminar sobre lo mismo. ¿A
quién se perjudica? Es perogrullada decirlo, pero al que se perjudica es al
pueblo de Guatemala. El terror quiere ahora llegar por esa vía: no matando a
los dirigentes populares sino matando a miembros conspicuos de la clase
burguesa, enviándoles todavía un mensaje moderado y codificado de lo que les
puede pasar. Así es la política nacional, altamente perversa; no de
refinamiento intelectual.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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