El tiroteo del miércoles 17 de junio en Charleston es parte de una larga
historia de terrorismo blanco en el Sur.
LA LARGA HISTORIA DEL TERROR SUREÑO
Los primeros congresistas afroamericanos de EE.UU, elegidos
durante la Reconstrucción
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Por Heather Cox Richardson
El horrible asesinato el miércoles de nueve personas congregadas en la
Iglesia Metodista Episcopal Africana de Charleston, repite un tema central en
la historia de Estados Unidos. Es la pregunta, con la que se ha reñido por
siglos con palabras y armas: ¿a quién pertenece este país?
El presunto asesino, Dylan Roof, un hombre blanco de veintiún años de edad,
mató a seis mujeres y tres hombres, entre ellos el pastor Clementa Pinckney,
que también era un senador del estado de Carolina del Sur. Un testigo del
tiroteo informó que el asesino dijo: “Tengo que hacerlo, ustedes violan a
nuestras mujeres y se están apoderando de nuestro país, y se tienen que ir”.
Que un terrorista blanco haya asesinado a un político afroamericano y a
varios creyentes afroamericanos en una iglesia negra, utilizando un lenguaje de
los tiempos de la Reconstrucción, no es un accidente. Refleja la intersección
vital de la política estadounidense, la raza y la religión desde 1866.
A raíz de la Guerra Civil, los demócratas sureños blancos inicialmente se
negaron a enfrentar la realidad de que tendrían que compartir cualquier tipo de
poder económico, político o social con sus antiguos esclavos. Con el apoyo del
presidente Andrew Johnson, que había tomado el mando tras el asesinato del presidente
Abraham Lincoln durante el largo receso veraniego del Congreso, las
legislaturas blancas en el Sur ratificaron la Decimotercera Enmienda que abolía
la esclavitud, pero luego se dedicaron con prontitud a recrear las condiciones
de servidumbre.
En la mayoría de los estados, los negros no podían congregarse, tenían que
firmar contratos de trabajo por todo el año, y podían ser arrestados por cargos
de "vagancia", multados, y luego atados a quien pagó su multa. En
ninguna parte podía un negro testificar en la corte en contra de una persona
blanca, por lo que en ninguna parte podía un negro estadounidense reclamar la
protección de la ley contra el robo, la violación o el asesinato.
Cuando el Congreso se reunió en diciembre de 1865, los congresistas se
negaron a retornar a sus aliados de guerra negros a la cuasi-esclavitud bajo
los mismos hombres que habían pasado cuatro años tratando de destruir la Unión.
Ellos propusieron la Decimocuarta Enmienda para otorgar a los hombres negros una identidad cívica que les daría derechos
legales como condición para la readmisión de los Estados del Sur a la Unión.
Cuando los blancos sureños replicaron que preferían permanecer bajo el
régimen militar que someterse a la igualdad negra, los congresistas del norte
aprobaron el Acta de Reconstrucción Militar de 1867, que abogaba por nuevas
convenciones constitucionales estatales en el sur para reescribir las
constituciones estatales confiriendo derechos cívicos a los negros antes de que
los estados pudieran ser readmitido en la Unión. Significativamente, el Acta de
Reconstrucción Militar le permitía votar a los hombres afroamericanos.
Los blancos demócratas sureños se resistieron ante la idea de compartir derechos
políticos con los hombres negros. Pero los afroamericanos y los blancos
republicanos del sur, que habían apoyado a la Unión durante la guerra,
reconocieron el poder de su posición. Los republicanos en todo el Sur
comenzaron a organizar a los votantes negros. Uno de sus lugares más comunes
para la organización política eran las muy poderosas iglesias negras,
especialmente la Iglesia Metodista Episcopal Africana, y muchos de los primeros
líderes políticos negros eran clérigos.
En un primer momento, los demócratas blancos se pusieron en contra del
despertar político de los afroamericanos del sur, al simplemente negarse a
inscribir a los votantes. Esto llevó al Congreso a poner a los militares a
cargo del registro de votantes.
Cuando ambos, blancos y negros republicanos se registraron para votar y
eligieron convenciones constitucionales moderadas, los demócratas blancos
organizaron una nueva fuerza para evitar que sus oponentes políticos se
apoderen de sus estados: el Ku Klux Klan. Antes de las elecciones de 1868, los
miembros del Ku Klux Klan asesinaron a por lo menos un millar de los
afroamericanos y sus aliados blancos. En Carolina del Sur, mataron al clérigo y
legislador estatal afroamericano B.F. Randolph en una estación ferroviaria en
pleno día.
El Congreso se mantuvo firme contra
el terrorismo del Ku Klux Klan con una ley en 1871, que hacía de su intimidación
política un delito federal, una distinción que posibilitó al presidente Grant detener
las depredaciones del Ku Klux Klan, al imponer la ley marcial en partes del Sur
y hacer que los tribunales federales, en vez de los tribunales locales,
enjuiciaran a los infractores.
En los veinte años siguientes, los sureños blancos controlaron las voces
políticas negras al encontrar maneras, ya sea para trabajar con los votantes
negros, o silenciarlos. Esto era imperativo, insistieron, pues los votantes
negros estaban sólo interesados en la legislación sobre el bienestar social que
costaría dinero de los impuestos y por
lo tanto "corrompería" al gobierno de Estados Unidos.
En 1889, la amenaza de una nueva administración republicana para montar una
defensa federal del voto negro dio lugar a una reconstrucción de la idea de la
corrupción del gobierno. Una nueva generación de demócratas blancos se preocupaba
mucho menos de la política que sobre temas sociales. Insistieron en que los
hombres negros no deben votar porque si votaban, tomarían cargos políticos locales.
Esto les daría poder de tutelaje, porque en el siglo XIX, las posiciones
locales dependían de la buena voluntad de los políticos locales.
Los hombres negros se convertirían, por ejemplo, en directores de las
escuelas. Allí, usarían su poder para contratar maestros para forzar a las
jóvenes blancas inocentes a tener relaciones sexuales con ellos a cambio de puestos
de trabajo. Esta permutación política ocasionó un giro muy rápido hacia la idea de que el poder político negro
significaba violación generalizada. A principios del siglo XX, el linchamiento de
hombres negros era casi un deber cívico de los ciudadanos blancos: solamente
purgando el gobierno de voces negras podía la nación estar segura.
Cuando Roof dijo, “tengo que hacerlo, ustedes violan a nuestras mujeres y se
están apoderando de nuestro país, y se tienen que ir”, él estaba repitiendo el
temor al poder político negro establecido como consecuencia de la Guerra Civil,
cuando los hombres estadounidenses blancos tuvieron que enfrentar la realidad
de que esta nación estaba, de hecho, compuesta de muchas más mujeres y gente de
color que de hombres blancos. Este hecho inspiró el terror -y el terrorismo- entre
los hombres blancos a finales del siglo XIX.
Sucedió de nuevo después de 1954, cuando Brown versus Board advirtió a los
estadounidenses blancos que iban a tener de nuevo a compartir su país con los
afroamericanos. Entonces, como a finales del siglo XIX, los estadounidenses
blancos acudieron al terrorismo contra las voces políticas negras como, por
ejemplo, cuando cuatro miembros del Ku Klux Klan bombardearon la Iglesia
Bautista de la Calle Dieciséis en Birmingham, Alabama, y asesinaron a cuatro
niñas.
El miércoles, al parecer, nuestra historia se repitió de nuevo.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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