Es claro que la campaña de
agresión que Occidente, liderado por los EE.UU, le ha declarado a Rusia tiene
como objetivo impedir que se convierta en el mayor obstáculo para sus
ambiciones hegemónicas globales, de allí la urgencia de atacarla en todos los
frentes posibles. Tanto en Ucrania como en Siria, el imperialismo está en plena
modalidad de ataque contra Rusia.
EN UCRANIA Y SIRIA EL
IMPERIALISMO ESTÁ
A LA OFENSIVA ATACANDO A RUSIA
La caída y posterior ejecución de Gadafi a manos de los rebeldes islamistas
apoyados por la OTAN, con los EE.UU de
Barack Obama “liderando desde atrás” y el consentimiento, a la larga contraproducente
de Rusia y China, llenó de felicidad a la cábala neoconservadora en Washington.
El “Fuimos, vimos y él murió” expresado
con la burlesca sonrisa de Queen Hillary, constituyó en ese momento la cúspide
del triunfalismo demoniaco del imperialismo. Rusia y China habían cometido un
grave error.
Rebosantes de arrogancia y convencidos de su imparable e inigualable
poderío militar, la emprendieron contra el próximo en la lista del cambio de
régimen, Siria. Le tocaba el turno a ese país y a su detestable presidente Bashar
al- Assad. Se imaginaron que con mucha facilidad podrían repetir en Siria el
escenario de Libia.
Pero el león Bashar no resultó un panecillo fácil de devorar. Después de
días, semanas, meses y años de constante asedio y ataques en todos los frentes
por parte de todos los grupos de yihadistas islámicos llegados de todas partes
con el apoyo, financiamiento, entrenamiento y armamento provisto por Occidente,
Arabia Saudita, Qatar, Turquía, Jordania, y los constantes ataques aéreos del
régimen sionista de Israel, Siria hasta hoy en día, con el apoyo incondicional
de Rusia, Irán y Hezboláh ha sido capaz de resistir y propinarles un serio
revés a los planes destructivos del imperialismo que buscaba no solo deshacerse
de Assad sino también eliminar la presencia rusa en el puerto de Tartus en el
Mediterráneos, donde se localiza la única base militar rusa en el extranjero.
El respaldo brindado por Rusia y China en lo militar y diplomático ha sido
fundamental para la supervivencia de Assad. Ambas potencias después del fiasco
de Libia comprendieron que iba en contra de sus intereses geoestratégicos el
aliarse con la potencia que estaba buscando precisamente reducir su papel en el
juego de la geopolítica internacional, pues ambos se estaban transformando en
obstáculos para los intereses hegemónicos globales del imperialismo ya en su
fase mas agresiva.
Rusia bajo el mando de Vladimir Putin se ha constituido en el aliado más
importante e incondicional de Assad en su batalla contra la agresión orquestada
por Washington. En el Consejo de Seguridad de la ONU conjuntamente con China ha
vetado todas las resoluciones promovidas por EE.UU, Inglaterra y Francia en
contra de Siria. En lo militar Rusia ha sido fundamental en el
aprovisionamiento de armamento al ejército sirio que le ha servido, contra
todos los pronósticos, para vencer la embestida mercenaria islámica emprendida
con el total apoyo de EE.UU-UE-OTAN y sus aliados árabes y turcos.
En septiembre 2013, Putin y la diplomacia rusa hábilmente logran que el
gobierno de Obama a última hora y a regañadientes suspenda la lluvia de misiles
que EE.UU tenía programada hacer caer sobre Siria por supuestamente haber
violado la línea roja sobre el uso de armas químicas que Obama le había
establecido al gobierno de Assad. Esta maniobra de Putin fue sin duda una gran
victoria, pues desbarató por completo y en el último momento el plan “B”
imperialista para el cambio de régimen en Siria que, ya a esas alturas de la
guerra había hecho enormes avances contra las fuerzas mercenarias yihadistas
pro occidentales haciendo muy difícil, según analistas del pentágono, una
victoria en el campo de batalla de los “combatientes de la libertad” sobre las
fuerzas militares de Assad.
Esta hábil movida rusa, fue percibida por la cábala neoconservadora en
Washington como una imperdonable humillación a la potencia indispensable y a su
destino manifiesto que tendría que ser retribuida de una u otra forma, y que
mejor escenario que Ucrania para revivir la fracasada Revolución Naranja que no
había logrado su objetivo de arrancar a ucrania de la esfera de influencia rusa
incorporándola a la OTAN.
Para finales del 2013 el frente de batalla imperialista había cambiado de
escenario, esta vez la operación de cambio de régimen se había trasladado a las
propias puertas de Rusia. En los días y meses subsiguientes se vería el cortejo
de emisarios del imperio, los McCains, Nulands, Ashtons, Westerwells
compartiendo y garantizándoles su total apoyo a los grupos de choque
neofascistas que lideraban las “pacíficas” protestas en Kiev contra el
democráticamente elegido gobierno de Yanukovich. El desenlace de todo este
desestabilizador y violento complot culminó con la caída de Yanukovich a finales
de febrero 2014. Inmediatamente una junta elegida prácticamente a dedo por los
agentes del imperio -el Yats de la Nuland como primer ministro- tomó posesión e
inmediatamente pusieron en marcha su agenda rabiosamente antirusa.
La exitosa operación de cambio de régimen en Ucrania, el resultado de una
supuesta revolución democrática, fue elogiada en occidente y considerada por
muchos, entre ellos la izquierda pro imperialista, como un serio revés a las
ambiciones expansionistas o de recrear el antiguo imperio soviético, del
malvado Putin. Se pensaba que Putin había sido derrotado y que ahora Ucrania
libremente pasaría a ser parte de la comunidad de naciones democráticas y
civilizadas de Occidente, integrarse a la OTAN y contribuir a la sumisión de
Rusia. Pero el presidente ruso se reservaría la respuesta.
Efectivamente, el 28 de febrero las tropas rusas amanecieron desplegadas en
la estratégica península de Crimea de vital importancia para la existencia de
la base naval rusa en Sebastopol en el Mar Negro. De esta manera respondía Putin
que había experimentado una descomunal campaña internacional de desprestigio y
demonización con motivo de los juegos olímpicos de invierno de Sochi y que se
había mantenido mayormente al margen, aunque expectante, de las maquinaciones
occidentales antirusas en Ucrania. Fue nuevamente una magistral movida de Putin
quien muy claramente les estableció a sus adversarios su línea roja reforzándola
aún más con la incorporación de Crimea, por decisión mayoritaria de sus
habitantes, a la Federación Rusa.
Después de la respuesta rápida y contundente de Putin en Crimea
anticipándose y echando por tierra los planes del imperialismo de expulsar la
flota rusa en el Mar Negro, se desataría la sangrienta campaña militar
antiterrorista de la junta de Kiev contra las poblaciones del este de Ucrania
que se habían declarado en rebeldía. La magnitud de la violencia y destrucción llevada
a cabo por la junta contra las poblaciones de las repúblicas separatistas de
Donetsk y Lughansk no eran más que claras provocaciones destinadas a que Rusia
interviniera militarmente que de hacerlo así, confirmaría ante la opinión
pública internacional, lo que falsamente se había venido propagando en
occidente sobre una inminente invasión rusa en Ucrania.
A pesar de todo, de las sangrientas provocaciones de la junta de Kiev
alentada por los EE.UU, la UE y la OTAN, las sanciones económicas y la continua
amenaza de hacerlas cada vez más drásticas y de aislar internacionalmente a
Rusia, Putin siempre mantuvo la calma manifestando en cada oportunidad su
disposición al diálogo e invitando a sus adversarios a encontrarle una salida
negociada al conflicto en el este de Ucrania. Pero los EE.UU, la UE y la OTAN
no estaban dispuestos a abordar en serio el asunto, buscaban por todos los
medios escalar la crisis, y seguir presentando a Putin como el culpable directo
de todo el caos, destrucción y violencia que estaba teniendo lugar en Ucrania. Tal
y como había sucedido en Siria, cada vez que Putin desmoronaba los planes de
agresión imperialista.
A estas alturas del conflicto en Ucrania, Washington pareció percibir que
sería muy difícil acorralar a Putin y hacerlo intervenir de manera abierta en
la guerra en el Donbass, era demasiado sagaz por lo tanto se hacía necesario un
cambio de estrategia y que mejor que reabrir el frente sirio que había sido
dejado en suspenso nada más, y atacar al demonio en un doble frente. Es así
como entre en escena el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, ISIL o IS).
A principios de junio, surge repentinamente ISIS, apoderándose sin mayores
obstáculos de grandes franjas de territorio tanto en Irak como en Siria,
convulsionando aún más la caótica situación en esa región. Esta agrupación
terrorista islamista, cuyos orígenes se remontan a la insurgencia sunita que
nació como respuesta a la invasión estadounidense de Irak, era una de las
tantas organizaciones yihadistas mercenarias que los EE.UU y sus socios árabes
y turcos habían financiado, entrenado y armado con el propósito de hacer caer
al gobierno de Assad en Siria respaldado por Rusia.
La súbita aparición de ISIS, que supuestamente cogió por sorpresa a medio
mundo (esa es la narrativa que Washington y los medios de prensa han intentado
hacer prevalecer), así como la relativa facilidad de su despliegue y de sus
operaciones militares y el equipo y armamento militar a su disposición, nos
hacen pensar de que con mucha probabilidad se trataba de una acción coordinada
por los principales interesados en crear más caos y terror tanto en Irak como
en Siria como una condición necesaria, primero, para que los EE.UU retornara a
continuar con la ocupación de Irak y luego, la ejecución de la operación de
cambio de régimen en ambos países. Pero sobre todo y quizás lo más importante, era
una campaña dirigida a abrumar, confundir y debilitar a Rusia ya muy ocupada
con la conflictiva situación en su patio trasero.
Desde la aparición de ISIS hasta el día de hoy se han dado una serie de eventos tanto en el
Medio Oriente como en el este de Ucrania que han vuelto más compleja la
situación para Rusia en los frentes de batalla donde está siendo atacada.
Ejemplos de esto son: el envió de tropas estadounidenses camufladas como
asesores militares a Iraq, el derribo del avión de pasajeros malayo en la
región rebelde de Donetsk del que sin evidencias se ha querido culpar a Rusia,
la remoción de al-Maliki un aliado de Irán, los bombardeos aéreos humanitarios
estadounidenses contra ISIS en Kurdistán y últimamente en Irak, los deliberados
obstáculos al convoy de ayuda humanitaria rusa y la reciente imposición de
nuevas y más severas sanciones económicas contra Rusia a causa de su supuesta intervención
militar en el conflicto ucraniano . Todos estos son eventos que apuntan en la misma
dirección; presionar a Rusia en todos los frentes con el fin de debilitarla y
reducir su capacidad de respuesta ante la complejidad de las maniobras
agresivas del imperialismo.
Pero sin lugar a dudas han sido las decapitaciones de dos periodistas
estadounidenses por parte de ISIS, el
acontecimiento más significativo de estos ultimo días, ya que ha creado el
pretexto ideal buscado por los EE.UU para poner de nuevo en marcha su postergada
operación del cambio de régimen en Siria.
El sangriento episodio de los dos periodistas decapitados le ha dado al
régimen de Obama la justificación conveniente y necesaria para intervenir directamente en Siria. Con la
excusa de destruir y degradar a ISIS en Siria, los EE.UU se han abierto así
mismos las puertas para atacar militarmente y con total impunidad a las fuerzas
de defensa sirias. Sin embargo, el objetivo central del plan intervencionista
de los EE.UU en Siria es Rusia ya que al
eliminar a Assad se acaba con la presencia directa rusa en la única región del
mundo en la que cuentan con una base militar en el puerto de Tartus en el
Mediterráneo. Todo esto pone a Rusia y a Irán, otro de los incondicionales
aliados de Assad, en la difícil situación de tener que confrontar directamente
la agresión estadounidense, pues de no hacerlo así serían los grandes
perdedores en esta batalla
geoestratégica al caer el gobierno de Siria.
Es claro que la campaña de agresión que occidente, liderado por los EE.UU,
le ha declarado a Rusia tiene como objetivo impedir que se convierta en el
mayor obstáculo para sus ambiciones hegemónicas globales, de allí la urgencia de
atacarla en todos los frentes posibles. Tanto en Ucrania como en Siria, el
imperialismo está en plena modalidad de ataque contra Rusia, y aun suponiendo
que Putin, según lo expresado por The Saker, “fuera tan estúpido, al igual que sus asesores, el todavía no puede
cambiar la realidad geoestratégica fundamental de que lo que está bajo ataque
no es Ucrania, sino Rusia. Añadiría que Putin, Lavrov y muchos otros líderes
políticos rusos de importancia en muchas ocasiones ha dicho que en Yugoslavia
fue Rusia la que en realidad fue el objeto de los ataques, de la misma manera
que es Rusia el objetivo real de la guerra en Siria”.
Publicado por LaQnadlSol
USA.
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