sábado, 6 de julio de 2013

COSAS QUE LLORAN SANGRE


(…) Esta es Guatemala. Este es el “progreso” de Guatemala.

Una mascarada sangrienta que está sostenida por el hambre, la miseria y la enfermedad de una gran masa de la que todos nos olvidamos, a la que todos ignoramos en el momento de alzar la copa de champagne, de disfrutar una nueva comodidad, un nuevo “adelanto”.


COSAS QUE LLORAN SANGRE


Por Manuel José Arce

Estos son fragmentos de una carta que recibí hace algún tiempo y la que no publico completa, porque, aunque su contenido no hace sino plantear la cruda realidad del país, acaso un burócrata miope pudiera interpretarla como una “indiscreción” que acarreara después molestias para quien remite.

Dice la carta, entre otras cosas: “Me dirijo a usted desde una escuelita de montaña (…) El año pasado creamos una biblioteca Escolar-Comunal (…) Me anima el pensamiento de que el maestro es como el médico, si no actualiza su lectura cae en falta de comprensión para con sus pacientes y carga muchas veces en su conciencia sentimientos de culpa que el Eterno juzgará (Hago la salvedad que no hay milagros).  (…) Para dar testimonio de nuestras necesidades le informo que, de 15 alumnos examinados, los test reportaron los siguientes resultados: 6 alumnos deficientes mentales, 4 subnormales, 1 caso límite; y únicamente 4 normales. Nuestra estadística es: Total de alumnos, 48; grados impartidos hasta 4º. (…)”.

Este es, lector amigo, de cuerpo entero, a colores y en tercera dimensión, el retrato fidedigno de la infamia. Esto es Guatemala.

Porque, por sobre las explicaciones técnicas y doctas, la situación de estos niños no tiene otro nombre que el de HAMBRE.

Todos nuestros lujos, están sustentados sobre la MISERIA de nuestro pueblo, de nuestros campesinos, de esos niños.

Frente a ese maestro que aún se preocupa por fundar una biblioteca, por actualizar sus conocimientos  -que acertada su autocomparación con el médico en este país enfermo-, frente al heroísmo anónimo del maestro perdido en la montaña que lucha desesperadamente por salvar a esos niños, me sabe a porquería mi camisa nueva, me sabe a crimen tu carro último modelo, me sabe a genocidio la maniobra sin escrúpulos del que improvisa velozmente una fortuna, del que no cesa en su eterna voracidad para conservar el inicuo ritmo de crecimiento de su capital.

Levantamos monumentos a Tecún Umán, nos vestimos disfrazados con la ropa indígena, cantamos “canción de protesta” y hablamos babosadas en las cafeterías snob, sólo para satisfacer nuestra vanidad, para distinguirnos socialmente, para descargar nuestra conciencia de la gran culpa, del criminal fratricidio cotidiano.

Esta es Guatemala. Este es el “progreso” de Guatemala.

Una mascarada sangrienta que está sostenida por el hambre, la miseria y la enfermedad de una gran masa de la que todos nos olvidamos, a la que todos ignoramos en el momento de alzar la copa de champagne, de disfrutar una nueva comodidad, un nuevo “adelanto”.

¡En dónde encontrar una aldaba que sea capaz de llamar a la conciencia de este torpe país! De este país que fusila a dos hombres que asesinaron a dos inocentes, pero en el que, día a día, a pausas, impunemente, estamos asesinando generaciones enteras.

Y disculpe, lector amigo, que lee este periódico en el desayuno, si mi nota de hoy le arruina un poco el sabor del desayuno: eso sería un síntoma alentador para usted.









 Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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