El momento de gloria
de los Estados Unidos ya pasó y ante la falta de innovación, debilidad de su
economía y arrestos por ser siempre la figura preeminente en el escenario
mundial, apela a la desesperación y la irracionalidad de su política exterior e
interna absolutamente desacreditada.
PREPOTENCIA
IMPERIALISTA
Y SERVILISMO DESCARADO
Por Luciano Castro Barillas
Cuando el presidente de Bolivia, Evo
Morales, retornaba del Foro de Países
Exportadores de Gas celebrado en Rusia la semana pasada, se llevó tremenda
sorpresa al negarse Francia, España y Portugal a autorizar el paso de la
aeronave por sus respectivos espacios aéreos.
No cabe la menor duda que con esa actitud el
imperialismo está histérico y no les quedó otro cosa a los gobiernos de esos
países que plegarse a la rabieta, después que la Oficina de Seguridad Nacional
de los Estados Unidos fuera descubierta husmeando las comunicaciones de los
diplomáticos de las misiones de la Unión Europea en Washington, Nueva York y
Bruselas y de destacados ciudadanos de la vida pública. Eso realmente no es una
novedad pues los Estados Unidos siempre han realizado ese tipo de prácticas. El
problema es que en el pasado lo hacía exclusivamente con gobiernos hostiles. Ahora
han mejorado en su hipocresía y suspicacia porque sus prácticas ilegales e
inconsecuentes la hacen víctimas a sus “aliados”. Lo cual confirma el
enunciado arrogante e insolente dicho por Foster Dulles hace décadas en Caracas
que “los
Estados Unidos no tiene amigos, solo intereses.
No sé cómo ande el ideario sobre dignidad,
libertad y justicia de las naciones mencionadas, pero temo que Europa no solo
son esas. Si el avión en su vuelo errático se hubiera desviado hacia el norte,
muy seguramente no hubiera permitido ese vuelo sobre su espacio aéreo Alemania,
Dinamarca o Inglaterra. Hay toda una conspiración imperialista y
subimperialista que arremete contra los pueblos dignos y libres, ahora sin
disimulo, y que nos hace pensar que el mundo, como en los años previos a la
Segunda Guerra Mundial, se va acercando día a día a una catástrofe social y
política de grandes dimensiones ante la desesperación de un imperialismo
decadente que no quiere aceptar una ley histórica: su sustitución ineluctable
con primera potencia del mundo. El momento de gloria de los Estados Unidos ya
pasó y ante la falta de innovación, debilidad de su economía y arrestos por ser
siempre la figura preeminente en el escenario mundial, apela a la desesperación
y la irracionalidad de su política exterior e interna absolutamente
desacreditada.
Los signos de los tiempos lo indican también la
torpeza de su “inteligencia” autoproclamada como la mejor del mundo pero que
no pudo precisar (algún bromista les tomó el pelo) que en el avión de Evo Morales
no iba ningún polizón o llevaba a alguien de manera rectada en una maleta, como
escandalizaron al mundo entero que Edward Snowden iba disfrazado de indígena
quechua o aymará con un dossier bajo el brazo hablando pestes del negro Obama,
que dicho sea de paso, en un acto de cinismo extremo visitó la cárcel donde
estuviera preso Nelson Mandela por más de 25 años en su lucha por una Sudáfrica
democrática, multirracial y justa. Obama está sobrepasado de contradicciones y
es una pena que su variedad racial no lo une con los pueblos de África, a no
ser para vilipendiarlos, tal fuera su presencia en ese país ante la agonía de
Mandela.
No cabe la menor duda que los de la Agencia de
Seguridad Nacional no aplican en la fórmula de espías, porque su trabajo de
vigilancia patoso lo haría mejor cualquier oreja[1]
mal entrenado de Guatemala.
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