Como quedará registrado en
el IV Informe de los CP de 1966, “se ha creado una llamativa imagen de
simpáticos jóvenes norteamericanos guiando a las descarriadas masas del mundo
subdesarrollado hacia los senderos del progreso y la civilización”. Cinco
décadas más tarde, la imagen de esos jóvenes amparados por un gobierno que
promueve la democracia y el desarrollo no puede más que preocupar, dada la
historia devenida en la posterioridad.
EL DISFRAZ DE LOS CUERPOS DE
PAZ
Por Nicolás Rojas Scherer.
En 1967, la revista chilena Punto Final (PF) llevó a cabo un reportaje
sobre las actividades de los Cuerpos de Paz de Estados Unidos en ese país. Con
entrevistas a autoridades de la organización y seguimiento periodístico a las
acciones de algunos voluntarios, mostraron los anhelos de cambio que
despertaban estos jóvenes idealistas estadounidenses entre las capas más
postergadas de la población.
Los Cuerpos de Paz (CP), organización surgida bajo la administración
Kennedy con la misión de llevar el desarrollo a América latina y las zonas más
pobres del planeta, formaron parte de un conjunto de políticas de corte
asistencialista enmarcado en la Alianza para el Progreso, respuesta a la
revolución cubana de 1959. Esta ofensiva, dispuesta para exportar la “guerra
contra la pobreza”, ya era catalogada por PF como una “táctica de entendimiento
desde abajo”, esto es, la prolongación del mandato de Eisenhower de cambiar la
imagen negativa de Estados Unidos en el exterior.
Como quedará registrado en el IV Informe de los CP de 1966, “se ha creado
una llamativa imagen de simpáticos jóvenes norteamericanos guiando a las
descarriadas masas del mundo subdesarrollado hacia los senderos del progreso y
la civilización”. Cinco décadas más tarde, la imagen de esos jóvenes amparados
por un gobierno que promueve la democracia y el desarrollo no puede más que
preocupar, dada la historia devenida en la posterioridad.
Aun hoy, periodistas de medios afines y gente convencida ven a los CP como
una organización misionera, redentores del bien y el desarrollo, “misioneros de
la democracia” expulsados de Honduras por la “violencia” de ese país. De las
causas de la violencia, nada; el golpe de Estado contra Zelaya ni se menciona.
Pero sí se lamenta de que “ciertos países” no estén alineados con los Estados
poderosos para “apurar” las estrategias al desarrollo.
No es difícil percibir que el trabajo de la organización está anclado en
profundas concepciones teológico-políticas, militaristas y subordinantes. En el
actual Perú, la militarización va acompañada por la misión redentora de esta
organización. Tal como en el Chile de los ’60, las tácticas del “entendimiento”
siguen rindiendo frutos, ahora bajo el amparo del gobierno de Humala.
Un ejemplo es el de Mark Brown, ex miembro del ejército, médico y militar
en Irak por 15 meses y parte del nuevo contingente rural despachado por la
organización de 39 voluntarios al Perú. Según la embajada, “su continuo apoyo
en las labores del campo en la comunidad, le permitieron ganarse el respeto de
la población”, en una repetición de las tácticas del entendimiento. Y es que
por estas tierras han pasado más de 3.000 voluntarios desde los años sesenta.
Carlos Torre, director regional de América latina y el Pacífico de los Cuerpos
de Paz, destacó a Perú como el país de la región “con más voluntarios”. Dijo
que hay “aproximadamente 300 voluntarios” trabajando en torno de la “salud
comunal, el desarrollo juvenil, la administración ambiental, el desarrollo de
pequeños negocios, agua y sanidad”.
De estos negocios, el que más sobresale es el del medio ambiente. Como lo
documentó el vicepresidente Álvaro García Linera para el caso boliviano en su
libro Geopolítica de la Amazonía, el problema del Tipnis formó parte de una
amplia operación de movilización de “ambientalistas” y ONG con sede en países
centrales, que hacía tiempo que llevaban haciendo “trabajo de campo” en el
lugar. La lucha por el medio ambiente es una necesidad imperiosa y urgente.
Pero, como resaltó Atilio Boron en su libro América latina en la geopolítica del
imperialismo, la antinomia “desarrollismo versus pachamamismo” genera un
terreno fértil para la penetración de desinteresadas y “misioneras” misiones
humanitarias organizadas por gobiernos o empresas de países centrales.
Otra investigación interesante es la de Stella Calloni respecto de Bolivia,
donde da cuenta de cómo el embajador norteamericano en ese país, David Grenlee,
quien planeó un intento de asesinato a Evo Morales, participó en los años
sesenta en los Cuerpos de Paz en ese país. Tal como lo deja entrever Calloni en
Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia, hay una línea muy fina y fácil de
traspasar entre las “agencias para el desarrollo” y las organizaciones de
seguridad dirigidas por el Pentágono. Fueron los mismos CP que en 2007
revelaron que “un grupo de voluntarios fue instruido para que informaran sobre
venezolanos y cubanos” en Bolivia por parte de la embajada.
En el caso de Perú, otra organización que tiene fuerte presencia
(especialmente en el mundo andino) es Proyect Hope, ONG estadounidense que
actúa en conjunto con el Comando Sur. Esta organización, que se encuentra
activa en el país andino desde 1962, se propone ayudar a la población más
carenciada mediante la asistencia “humanitaria” en caso de desastres naturales,
como terremotos o inundaciones. Para llevar a cabo su labor, cuenta con el
respaldo de la Marina de Estados Unidos y del Southcom, siendo parte de los
ejercicios de “tipo humanitario” llevados a cabo en el marco del programa
Nuevos Horizontes 2012, de origen estadounidense. Desde que los “desastres
naturales” son incluidos como problemas a solucionar por las fuerzas armadas en
el nuevo enfoque militar de Estados Unidos, la articulación con organizaciones
civiles y de ayuda humanitaria no puede levantar más que amplias sospechas.
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