Para abordarlo, debemos
señalar como punto de partida la contrarrevolución. A partir de ese momento el
rasgo que distingue a los gobiernos es su función contrarrevolucionaria y la
utilización, como método, de la violencia política.
Torres Rivas señala que
inicialmente el triunfo de la contrarrevolución fue expresión de un rencor de
clase y que posteriormente en la década del 60, los métodos de aplicación de la
fuerza tuvieron por finalidad la contrainsurgencia, desbordando los canales
institucionales, y forjando un nuevo eje de poder político vinculado al alto
mando del ejército.
LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
Y EL SURGIMIENTO
DEL CONFLICTO ARMADO EN GUATEMALA
Por Daniela Rosés
Facultad de Humanidades y Artes UNR
RESUMEN: La izquierda revolucionaria, luego de la
Contrarrevolución de 1954, comenzó a pensar en la violencia como la vía
ineludible para la transformación del país, vinculándose así estrechamente con
el surgimiento del conflicto armado en Guatemala. Nos centraremos en dicho
conflicto y en la posterior conformación de la organización de las Fuerzas
Armadas Rebeldes (FAR) con la unión del MR -13, PGT y el Movimiento 12 de
abril. En ese contexto, haremos hincapié en el tránsito de radicalización que
provocó en las filas de la izquierda revolucionaria la imposibilidad de una
transición pacífica a la democracia y el endurecimiento de la represión estatal
que siguió al triunfo de la Revolución Cubana en el marco de la Guerra fría.
Entre otros factores primordiales, cuando hablamos del terror y sus secuelas en
Guatemala, debemos señalar el derrocamiento de Árbenz, el conservadurismo de la
oligarquía guatemalteca y el anticomunismo bajo el clima de la Guerra Fría.
Consideramos que un análisis de las condiciones sociohistóricas y de los
argumentos expuestos por las fuerzas revolucionarias brindará aportes para
comprender los significados y expresiones que adquiere la violencia en dichos
movimientos de la izquierda revolucionaria.
Breve contexto histórico
América Latina, a lo largo de las últimas décadas, se ha visto envuelta en
un ascendente espiral de violencia. Guatemala no es ajena a dicha situación
sino que podemos hablar de una gran inestabilidad política, golpes de Estado, movilizaciones
populares y auges guerrilleros. Entre algunos de los motivos centrales que
explican dicho proceso, siguiendo a Figueroa Ibarra, podemos señalar, la
cuestión social aún no resuelta y el desafío de resolver dicha cuestión para
transformar a la política en un asunto de cotidianidad democrática.
Nos centraremos en uno de los aspectos vinculados en el espiral de
violencia, el surgimiento del conflicto armado en Guatemala o, en otras
palabras, el contexto histórico de uno de los primeros auges guerrilleros del
país. Para abordarlo, debemos señalar como punto de partida la
contrarrevolución. A partir de ese momento el rasgo que distingue a los
gobiernos es su función contrarrevolucionaria y la utilización, como método, de
la violencia política.
Torres Rivas señala que inicialmente el triunfo de la contrarrevolución fue
expresión de un rencor de clase y que posteriormente en la década del 60, los métodos
de aplicación de la fuerza tuvieron por finalidad la contrainsurgencia, desbordando
los canales institucionales, y forjando un nuevo eje de poder político
vinculado al alto mando del ejército.
Si el proceso de la Revolución de 1944 estableció una democracia liberal y representativa,
y a su vez había generado, deshaciendo las contradicciones que devienen de la
época colonial, esperanzas o expectativas de una vía no armada para la
transformación de la sociedad guatemalteca. La contrarrevolución y el
derrocamiento del gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, por el contrario, lograron
“dejar en suspenso la resolución de la cuestión social, hicieron de la vida
política del país un nudo gordiano” (Figueroa Ibarra, 1990:113) Como
consecuencia a largo plazo, la política de este proceso histórico, deviene en
violencia política, y en particular en terrorismo de Estado.
Con la revolución, durante el gobierno de Juan José Arévalo (1945-1951), se
llevó a cabo medidas políticas y sociales orientadas hacia la modernización capitalista
del país. Y en el posterior gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954) tales
medidas se vieron profundizadas, sobre todo con el programa de reforma agraria.
La ley de reforma agraria, no se propuso ir más allá de las tareas
democrático – nacionales, no excedía los límites del capitalismo, es decir, no
se dirigió en contra el propio modo de producción capitalista y las acusaciones
de la época de que su régimen era comunista, carecían de fundamento, sobre todo
si advertimos su objetivo: “La reforma agraria de la revolución tiene por
objeto liquidar la propiedad feudal en el campo y en las relaciones de
producción que la originan para desarrollar la forma de explotación y métodos
capitalistas de producción en la agricultura y preparar el camino para la
industrialización de Guatemala” (Preámbulo de la reforma citado en Areces,
1972: 27).
Dicha acusación, como sostiene Figueroa Ibarra, radica en concebir al comunismo
como una otredad intolerable desde antes del inicio de la Guerra Fría, y luego
estimulado por su ideología, dicha otredad es eslabonada con otras, sobre todo,
con la otredad que había legitimado la expoliación de las masas indígenas desde
el periodo colonial. Así, pudieron ser posibles, los actos más ignominiosos,
porque se ejercían contra alguien que no formaba parte del “nosotros”.
Volviendo a la reforma agraria, ésta procedió a la expropiación de tierras
no cultivadas pertenecientes a la empresa norteamericana United Fruit Company (UFCO),
que operaba en Guatemala desde principios del siglo XX apoyándose en los
grandes latifundios, y controlando la economía guatemalteca, había adquirido la
exoneración de impuestos, de controles de exportación, de control de tierras,
del ferrocarril y del puerto. Y estaba vinculada además, a las empresas
eléctrica y a la ferroviaria con sus terminales portuarias.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario