La
memoria histórica de Chile no requiere ya de libros sobre el pasado. A los que
quieran leer sobre las causas, a los que quieran entender la tragedia de la
dictadura en Chile, lo que les diré, una y otra vez, con la viva indignación
que he acumulado en cuarenta años de in-cilio, es esto: lean el presente, la
dictadura es hoy.
RAZONES PARA UNA DICTADURA
Por Carlos Pérez Soto
Muchos estudiantes me preguntan por las razones que llevaron a la Dictadura
que empezó en este país hace cuarenta años. Politizados por las movilizaciones
del 2005 y el 2011, ya han buscado por sí mismos los relatos que dan cuenta de
los hechos. La muerte de Salvador Allende durante el asalto a la Moneda, el
asesinato de Víctor Jara, el Estadio Nacional, Tejas Verdes, la caravana de la
muerte, la tortura, los desaparecidos. Es interesante que no pregunten por los
hechos –el paro de los camioneros, la intervención de la CIA, las querellas
internas de la izquierda, la activa complicidad de la Democracia Cristiana–
preguntan por las razones. Los estudiantes en los primeros años de la
universidad, los secundarios, sobre informados por sus búsquedas en YouTube y Google,
me piden ir más allá de la trágica superficie hacia la tragedia más profunda de
las causas y el sentido. Es interesante que estén dispuestos a escuchar, pero
no necesariamente a creer. Me piden referencias bibliográficas, quieren que les
sugiera análisis y estudios para leer. No preguntan qué ocurrió, ni cuándo ni
cómo, la pregunta directa y quemante va dirigida hacia el por qué.
Yo les digo que la profundización de la Reforma Agraria generó hondos
rencores en la derecha más tradicional, odiosidades cuyo eco hace que hasta el
día de hoy la Democracia Cristiana, que inició ese proceso aún siendo un
partido de derecha, sea vista con desconfianza y resquemor por la derecha
profunda, que nunca se resignó a la pérdida de los privilegios brutales y violentos
que ostentaba. Les digo que la nacionalización del cobre, de la telefonía, del
hierro y el salitre, golpearon directamente las desmesuradas ganancias que las
empresas trasnacionales obtenían, con la venia de los gobiernos hasta esa
época, y las llevaron, junto a algunos empresarios muy chilenos, a pedir la
intervención de la CIA. Les cuento que la retórica maximalista de una izquierda
provinciana, que en su composición y programa apenas excedía los métodos y los
objetivos de la socialdemocracia, exacerbó los ánimos en plena guerra fría,
nada menos que en el patio trasero del imperialismo, ya conmovido por la
revolución cubana. Les hablo de las largas iras del pueblo, acumuladas durante
siglos de opresión y miseria, se desbocó en una enorme revolución de expectativas
que superó, como una ola furiosa, el conservadurismo pacato y opresivo de la
cultura nacional, y permitió que el 45% de los chilenos siguieran apoyando a su
compañero presidente aún en medio de una profunda crisis económica precipitada
por el sabotaje financiado desde fuera, y aún en medio de una millonaria
propaganda que llamaba al odio y a la confrontación fomentada y financiada
justamente por los que decían oponerse al odio y la confrontación.
Pero escucho yo mismo estas razones y me parecen aún insuficientes.
Verdaderas pero aún demasiado pegadas al momento y a la anécdota. En sus
preguntas, en el enojo que traslucen, en mi propio enojo, veo la demanda por
explicaciones de mayor alcance, con mayor sentido histórico.
Y entonces les digo que el golpe mismo, que el terror, sólo fue un medio.
Un medio que, a pesar de la violencia y la tragedia fue, en realidad, acotado.
Un medio que buscaba empezar una dictadura. Pero una dictadura que era a su vez
sólo un medio. Una forma de restaurar privilegios pero, por sobre todo, una
forma de refundar las bases que aseguraban desde hace siglos esos privilegios.
Una dictadura cuya forma violenta sólo limpiaba el camino para establecer los
verdaderos objetivos. Que no era importante por su forma sino por sus
contenidos.
En realidad, les digo, lo que se quería era desnacionalizar el cobre,
privatizar el mar. Lo que se quería era un régimen en que se pudiera privatizar
la educación, la salud, el manejo de los fondos de pensiones. Se quería algo
mucho más profundo y permanente que la violencia militar. Algo para lo cual esa
violencia armada era, incluso, inconveniente. Se quería una dictadura con
estabilidad política. Una dictadura donde puedan mandar sin contrapeso los
bancos. Donde los ricos apenas paguen impuestos, y las mineras extranjeras se
puedan llevar la piedra en bruto, sin pagar nada por todo lo que no declaran.
Una dictadura donde los derechos laborales prácticamente no existen, o son
anulados por las libertades empresariales sin contrapeso. Donde la corrupción
estatal favorezca de manera invariable al interés privado. Donde los
representantes no representen realmente a sus electores sino al mejor postor.
Donde la apariencia de libertad de expresión sea anulada por el monopolio sobre
los medios de comunicación. Donde las elecciones aseguren el poder de veto de
la derecha. Una dictadura que presente como éxito económico el que seamos
saqueados por las trasnacionales, que regale las semillas al capital privado,
que permita que el 1% de la población retenga gane cuarenta veces más que el
promedio del otro 99%.
Es por todo esto que cuando los estudiantes tratan de explicarse por qué
ocurrió el golpe de Septiembre de 1973, cuando tratan de instruirse sobre las
circunstancias sangrientas de la dictadura, y buscan bibliografías para ello,
lo que puedo decir, lo que tengo que recomendar, desde el fondo de mi
indignación es esto: miren el presente, la dictadura es hoy.
La memoria histórica de Chile no requiere ya de libros sobre el pasado. A
los que quieran leer sobre las causas, a los que quieran entender la tragedia
de la dictadura en Chile, lo que les diré, una y otra vez, con la viva
indignación que he acumulado en cuarenta años de in-cilio, es esto: lean el
presente, la dictadura es hoy.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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