Ahora bien, la definición de
la mayoría de la población como clase media no es inocente. Por extraño que
parezca, responde a un proyecto político profundamente conservador que intenta,
por todos los medios, la desaparición de las categorías de clase social de los
análisis sociales científicos (que derivan de todas las tradiciones
sociológicas, desde Marx a Weber) y sobre todo de la categoría de lucha de
clases, categorías definidas como “anticuadas” por la sabiduría convencional
que se reproduce también entre las
izquierdas. Se quiere hacer olvidar cómo el poder se genera y reproduce, que
continúa basándose primordialmente, aunque no exclusivamente, en la relación
que la población tiene con los medios que generan y distribuyen riqueza y
rentas, así como en el tipo y condiciones de su trabajo.
¿EXISTEN CLASES SOCIALES? Y
¿HAY CONFLICTO ENTRE ELLAS?
Por Vicenç Navarro
Este artículo señala la enorme importancia que las categorías como clase
social y conflicto de clases tienen para entender la realidad actual.
Una característica del tiempo que vivimos es la creencia, ampliamente
extendida en los mayores fórums políticos y mediáticos del país, de que las
clases sociales han dejado de existir. Aunque se acepta que en periodos
anteriores las clases sociales hubieran existido, hoy se cree que han dejado de
existir (o han dejado de ser relevantes en el estudio del comportamiento
social) debido a los dramáticos cambios que ha sufrido la estructura social. En
consecuencia, términos y conceptos como burguesía, pequeña burguesía y clase
trabajadora han dejado de utilizarse para definir los distintos colectivos en
los que la ciudadanía se ubica. En lugar de estos términos, la sabiduría
convencional ha redefinido la estructura social catalogando a la población en tres
categorías: los ricos, las clases medias y los pobres.
En esta categorización, a la mayoría de la población se la cataloga como
perteneciente a las clases medias, tomando como característica definitoria el
nivel de renta del individuo, independientemente del origen de tal renta o de
la relación que tenga con los medios que producen esas rentas. Se incluyen así
en estas clases medias un amplio abanico de rentas, que van desde los que son
casi ricos a los que son casi pobres, abarcando de esta manera a la gran
mayoría de la población. Para probar la veracidad y certeza de este análisis,
los que presentan esta redefinición de la estructura social presentan encuestas
que muestran que la mayoría de la ciudadanía se define como perteneciente a la
clase media. Estas encuestas, sin embargo, son poco creíbles por la manera como
se hace la pregunta en dichas encuestas: “¿Pertenece usted a la clase alta, a
las clases medias, o a la clase baja?”. Puesto que se asume que la llamada
clase alta son los ricos y la clase baja son los pobres, la identificación de
la población con la clase media quiere decir (y solo quiere decir esto) que la
mayoría de la población no se consideran ni ricos ni pobres, con lo cual tal
identificación carece de relevancia y valor explicativo de comportamiento
social.
Ahora bien, la definición de la mayoría de la población como clase media no
es inocente. Por extraño que parezca, responde a un proyecto político
profundamente conservador que intenta, por todos los medios, la desaparición de
las categorías de clase social de los análisis sociales científicos (que
derivan de todas las tradiciones sociológicas, desde Marx a Weber) y sobre todo
de la categoría de lucha de clases, categorías definidas como “anticuadas” por
la sabiduría convencional que se reproduce también entre las izquierdas. Se quiere hacer olvidar
cómo el poder se genera y reproduce, que continúa basándose primordialmente,
aunque no exclusivamente, en la relación que la población tiene con los medios
que generan y distribuyen riqueza y rentas, así como en el tipo y condiciones
de su trabajo. Las categorías de Raza y Género continúan siendo categorías de
poder que nos ayudan a entender también como se genera y reproduce el poder en
nuestras sociedades. Pero la categoría clase social continúa jugando un papel
fundamental para entender a nuestras sociedades, así como a sus instituciones.
(En un artículo reciente he mostrado como el conflicto Capital-Trabajo ha
jugado un papel determinante en la crisis financiera y económica actual -“Capital-Trabajo,
el origen de la crisis actual”. Monde Diplomatique. Julio 2013-).
La realización de este hecho está reapareciendo muy rápidamente en estos
momentos de profunda crisis financiera, económica y política. Y un caso claro
es lo que está ocurriendo en EEUU, donde la percepción conservadora de la
estructura social se inició, extendiéndose a otros países. La revista Truthout
acaba de publicar una recopilación de datos sobre cambios en la pobreza en
EEUU, Gary Lapon “Poor Prospects in a ‘Middle Class’ Society” (18.08.13), en
que muestra la validez de las categorías de clases sociales para entender la
situación de EEUU. En realidad, la mayoría de las clases medias son clase
trabajadora cuya situación está deteriorándose muy rápidamente. Y los pobres son,
también, en su gran mayoría, miembros de la clase trabajadora.
Según el censo de EEUU, en el año 2011 había 46.2 millones de
estadounidenses considerados pobres, representando el 15% de la población (308
millones). El nivel de pobreza es de 11.900 dólares al año para un individuo y
23.550 dólares al año para una familia de cuatro personas. El Economic Policy
Institute, EPI, uno de los centros de análisis económicos de mayor credibilidad
en EEUU, indica que esta cifra es muy inferior a la que debería considerarse
como mínima para llevar una vida modesta pero digna (que se calcula, es el
doble de estas cantidades). Algo menos de la mitad (40%) de la población
estaría en esta condición.
Y este porcentaje ha ido aumentando, resultado, sobre todo, del deterioro
del mercado laboral, y muy en especial del descenso salarial. Mientras que el
60% de la población trabajadora tiene salarios que van de los 14 a los 21
dólares por hora, en la gran mayoría (el 58%) de nuevos puestos de trabajo
pagan mucho menos. Solo el 22% pertenecen a los primeros niveles. Esto ha
forzado el pluriempleo, una condición común que incluso no es suficiente para
salir del nivel de pobreza de la población. En realidad, la mayoría de pobres
son trabajadores de baja cualificación, cuyo salario no les permite salir de la
pobreza.
¿Existe lucha de clases?
Este empobrecimiento de los diferentes componentes de la clase trabajadora
y de sectores importantes de las clases medias que derivan sus ingresos de la
renta del trabajo, junto con el enorme enriquecimiento de las rentas superiores
que derivan sus rentas de la propiedad del capital, ha llevado a una
polarización de la estructura social con un claro resurgimiento de la
conciencia de clase.
Varias encuestas (véase la Pew Survey. 01.11.2013) han mostrado el gran
crecimiento de la conciencia de clase y de la percepción de conflicto existente
en tales clases, percepción que se ha dado en todos los sectores de la
población. Así, el porcentaje de la población que indica que hay una lucha de
clases (class conflict) ha subido de un 43% en 2009 a un 65% en 2012,
porcentaje que alcanza incluso cifras mayores (un 74%) entre los
afroamericanos. Entre los latinos es un 61%. Es también interesante indicar que
entre la población joven (18-34 años) esta percepción (71%) era mayor que en
los otros grupos etarios.
Ni que decir tiene que la composición de las clases sociales ha ido
variando (siempre ha estado variando), así como la manera como se produce y
expresa dicho conflicto. Por regla general, las clases más pudientes rechazan
el concepto de conflicto de clases, y solo lo utilizan cuando ven que las otras
clases toman acciones en defensa de sus intereses que afectan negativamente los
intereses de las clases más pudientes. Así, el Partido Republicano, hegemonizado
por la ultraderecha, acusa al movimiento sindical de incentivar la lucha de
clases cuando propone aumentar los impuestos sobre los beneficios del capital.
Pero en cambio, no utiliza tal expresión cuando se han bajado esos impuestos a
costa de aumentar los impuestos sobre el trabajo.
Hoy la polarización social, con la enorme concentración del poder
financiero y económico, ha redefinido la lucha de clases, creándose una alianza
de clases (la clase trabajadora con componentes de la clase media, que constituyen
las clases populares) frente a una minoría que incluye los miembros de las
élites económicas y financieras, aliadas a las élites de los partidos
dominantes y mayores medios de información, que hoy dominan la vida política y
económica de nuestros países.
El eslogan utilizado por el movimiento Occupy Wall Street, el 1% en contra
del 99%, intenta reflejar esta realidad, aun cuando supone una simplificación
que tiene costes políticos, pues el 1% (en realidad es un porcentaje incluso
menor el sector de la población que posee los medios de producción de bienes y
servicios. En Catalunya son, como reconocía uno de ellos, el Sr. Millet, ex
Presidente del Palau de la Música, persona conocedora como nadie de cómo
funciona la burguesía catalana, solo 400 familias) tiene como aliados otro 9% ó
15% de la población (los sectores de las clases medias de rentas altas
encargadas de la gestión y gobernanza del sistema, que incluye sectores
importantes como los propietarios y gestores de los mayores medios de información)
que juega un papel clave en la reproducción de su poder.
De ahí que el eslogan del conflicto entre los de abajo contra los de
arriba, aunque exitoso desde el punto de vista mediático, sea insuficiente,
pues no tiene la suficiente característica definitoria de señalar por qué unos
están arriba y otros están abajo. Las categorías científicas de clases
trabajadoras y medias (o clases populares) frente a las clases dominantes,
llámense burguesía, clase capitalista o Corporate Class como en EEUU, describe
mejor lo que está ocurriendo, que es un conflicto entre las clases populares,
que son la mayoría de la población en cualquier país, y la minoría, que deriva
su poder de clase de la propiedad de los medios de producción y distribución,
así como de los medios de legitimación y persuasión, y sus aliados en las
distintas ramas del estado encargadas de reproducir su dominio sobre la mayoría
de la población. Así de claro.
Aconsejo la lectura del libro The Democratic Class Struggle, por desgracia
nunca traducido y publicado en España, de mi amigo Walter Korpi, el analista más
interesante e influyente entre las fuerzas progresistas del norte de Europa y
de gran influencia en el mundo académicoanglosajón. En España aconsejo el
excelente libro de Marina Subirats, Barcelona: de la necesidad a la libertad. Les
clases sociales en los albores del siglo XXI).
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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