Thierry Meyssan señala la
extrema importancia, no de la retirada estadounidense de Siria sino del
derrumbe de los puntos de referencia actuales del mundo. Estima que estamos
entrando en un corto periodo de transición en el cual los que hoy controlan los
acontecimientos, que son los «capitalistas financieros» –aunque los actores
que designa de esa manera no tienen nada que ver con el capitalismo original
ni tampoco con la banca original– van a ser apartados en beneficio de las
reglas de derecho que Rusia enunció… en 1899.
Por Thierry Meyssan
El rey Salman de Arabia
Saudita recibe al presidente ruso, el pacificador Vladimir Putin.
Estamos viviendo algo que sólo se ve una o dos veces cada 100 años. Está
surgiendo un nuevo orden mundial y todas las referencias anteriores
desaparecen. Los que antes fueron increíblemente vilipendiados ahora triunfan
mientras que los que solían dictar su voluntad están en pleno descenso al
infierno. Es cada vez más evidente que las declaraciones oficiales y las
interpretaciones que los periodistas divulgan ya no corresponden a los hechos.
Los comentaristas tendrán que cambiar de discurso, rápida y radicalmente, o
van verse barridos por el remolino de la Historia.
En febrero de 1943, la victoria soviética ante la invasión nazi cambió el
curso de la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese hecho, lo que vino después
ya era inevitable. Pero todavía hubo que esperar que tuvieran lugar el
desembarco anglo-estadounidense en las playas de Normandía –en junio de 1944–,
la conferencia de Yalta –en febrero de 1945– y la capitulación del Reich –el 8
de mayo de 1945– para finalmente ver el nacimiento del mundo nuevo.
En un solo año, el Reich nazi había perdido su lugar y se veía reemplazado
por nuevas potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. En aquel mundo
nuevo, el Reino Unido y Francia, que 12 años antes aún eran las dos primeras
potencias mundiales, quedaban como espectadores del proceso de descolonización
de sus respectivos imperios.
Hoy estamos viviendo un momento similar.
Cada periodo histórico tiene su propio sistema económico y construye una
superestructura política destinada a proteger ese sistema. Al final de la
guerra fría y con el derrumbe de la URSS, el presidente Bush padre desmovilizó
un millón de militares estadounidenses y confió la búsqueda de la prosperidad
a los dirigentes de las grandes transnacionales. Estos últimos se aliaron al
dirigente chino Deng Xiaping y trasladaron grandes cantidades de empleos
estadounidenses a China, país que se convirtió así en la gran fábrica del
mundo. Pero, lejos de ofrecer prosperidad a sus conciudadanos, los dirigentes
de las transnacionales acapararon sus ganancias, provocando la lenta
desaparición de las clases medias en las naciones de Occidente. En 2001,
financiaron los atentados del 11 de septiembre para imponer al Pentágono la
estrategia Rumsfeld/Cebrowski de destrucción de los Estados [1]. El presidente
Bush hijo transformó entonces el «Medio Oriente ampliado», o «Gran Medio
Oriente» en campo de batalla de una «guerra sin fin».
La liberación en una semana de una cuarta parte del territorio nacional
sirio no es sólo la victoria de Bachar al-Assad, el presidente sirio que desde
hace 8 años «tiene que irse». Es también el fracaso de la estrategia militar
tendiente a instaurar la supremacía del capitalismo financiero. Ha sucedido lo
que parecía inimaginable. El orden mundial se ha modificado y la subsiguiente
secuencia de acontecimientos es inevitable.
La fastuosa acogida al presidente ruso Vladimir Putin en Arabia Saudita y
en Emiratos Árabes Unidos es una muestra del espectacular cambio de posición
de las potencia del Golfo Arábigo-Pérsico, que ahora se pasan al bando ruso.
La también espectacular redistribución de las cartas en Líbano es
igualmente muestra del mismo fracaso político del capitalismo financiero. En
un país dolarizado donde desde hace un mes ya no se encuentran dólares, donde
los bancos cierran sus puertas y se limitan las extracciones de dinero que los
clientes pueden realizar, las manifestaciones anticorrupción no podrán detener
la caída del orden anterior.
Los estertores del orden agonizante se hacen sentir por todas partes. En
Ecuador, el presidente Lenín Moreno atribuye a su predecesor Rafael Correa
–quien vive en Bélgica– y a un símbolo de la resistencia frente a la
explotación financierista –el presidente venezolano Nicolás Maduro– la
responsabilidad de haber organizado lo que en realidad es un levantamiento
popular contra las medidas del capitalismo financiero.
El Reino Unido ya retiró de Siria sus fuerzas especiales y ahora está
tratando de salir del Estado supranacional que es la Unión Europea. Después de
haberse planteado la posibilidad de conservar el Mercado Común (el proyecto de
Theresa May), el Reino Unido decide romper con toda la construcción europea,
conforme al proyecto de Boris Johnson. Mientras tanto, después de los errores
de los ex presidentes Nicolas Sarkozy y Francois Hollande, a los que se agregan
ahora los errores del presidente Emmanuel Macron, Francia pierde súbitamente
toda credibilidad e influencia.
Por su parte, los Estados Unidos del presidente Donald Trump dejan de ser
la «nación indispensable», el «policía del mundo» al servicio del capitalismo
financiero para tratar de convertirse nuevamente una gran potencia económica.
Así que Estados Unidos retira su arsenal nuclear de Turquía y se dispone a
cerrar el CentCom en Qatar mientras que todos reconocen a Rusia como la
potencia «pacificadora» que hace prevaler el derecho internacional que ella
misma había creado cuando convocó –en 1899– la «Conferencia Internacional por
la Paz» de La Haya, cuyos principios los miembros de la OTAN han venido
pisoteando.
Ha sido necesario más de un siglo para entender las implicaciones de la
Conferencia Internacional por la Paz realizada en La Haya, en 1899.
La Segunda Guerra Mundial puso fin a la Sociedad de las Naciones para dar
paso al nacimiento de la ONU. De la misma manera, este mundo nuevo creará
probablemente una nueva organización internacional basada en los principios de
la Conferencia de 1899, realizada en La Haya por iniciativa del zar Nicolás II
y del premio Nobel de la Paz Leon Bourgeois. Para eso, primero habrá que
disolver la OTAN, que tratará de sobrevivir extendiéndose al Pacífico, y
también la Unión Europea, convertida en refugio del capitalismo financiero.
Tenemos que comprender bien lo que está sucediendo. Estamos entrando en un
periodo de transición. Lenin decía, en 1916, que el imperialismo era la fase
suprema de la forma de capitalismo que desapareció con las dos Guerras
Mundiales y con la crisis bursátil de 1929. El mundo de hoy es el mundo del
capitalismo financiero, que arruina una por una las economías nacionales
favoreciendo únicamente a unos pocos súper ricos. Su fase suprema suponía
dividir el mundo en dos partes, poniendo de un lado los países estables y
globalizados y del otro lado vastas regiones del mundo sin Estados, reducidas
a servir únicamente como “reservas” de materias primas.
Ese modelo, rechazado tanto por el presidente Trump en Estados Unidos, como
por los «Chalecos Amarillos» en Europa occidental y por Siria en el Levante,
es el modelo que hoy agoniza ante nosotros.
[1] «El proyecto militar de Estados
Unidos para el mundo», par Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de
2017.
Publicado por La Cuna del Sol
No hay comentarios.:
Publicar un comentario