INTRODUCCIÓN
Como complemento al excelente ensayo del
Profesor Luciano Castro Barillas, en esta
nota introductoria trasladaremos fragmentos del sentir de una madre, piadosa,
abnegada, que nunca como otras o igual que ella esperó de su ser más
querido; su hijo enfermo de “paranoia incurable"; un te quiero,
un feliz día de las madres, un costoso regalo o una suntuosa cena. La madre que
en silencio, con un dolor profundo y resignación, ve al Fritz de su corazón
desvanecerse poco apoco...
(…) “La madre lo refiere todo al amigo de
la manera más enternecedora. Es sincera en su sencilla narración y, sin
embargo, se advierte que la cuitada calla lo más amargo, cuando busca
presentar, sin que sea verdad, el estado real de Nietzsche como más
esperanzador, como curable, y cuando pasa como sobre ascuas sus arrebatos de
locura (cuando grita, ¡y con qué voz!), para hablar de su «buen
hijo», cuyo querido rostro, muy divertido, parece mostrarse plenamente
feliz. Y sólo en sus suspiros ahogados se presiente la espantosa carga que ha
tomado sobre sus hombros aquella madre al querer cuidar exclusivamente al
veleidoso enfermo, vigilarlo, lavarlo, alimentarlo, vestirlo (todo esto sola y
sin ayuda de nadie). Emplear invariablemente en él doce horas del día, para
después, en lugar de descanso, mientras él duerme, atender a los quehaceres
domésticos y esto uno, dos, cinco años, sacrificando toda su vida al loco para
su curación, sin tener una sola hora de libertad, sin una pausa ni distensión.
« ¡Ah, querido -suspira al fin-, nadie es capaz de entrever lo que yo sufro!»
Mas siempre se exhorta de nuevo a la paciencia: «Una debe tener paciencia y
confiar en la gracia y misericordia de Dios, que no nos abandona.»”
(…) “Mas, por último, tampoco aquella alma
piadosa, que confía en el milagro, puede seguir meciéndose en ilusiones y
abandona la esperanza de que el enfermo a quien ha cuidado tanto tiempo, el
«Fritz de su corazón», pueda recobrar algún día el juicio y salud mental.
Acepta con resignación que «su dolencia será siempre para mí un misterio».” Marvin
Najarro
LA MADRE
Por Luciano Castro Barillas
Es un tema universal de la literatura de todos
los tiempos y una realidad que va más allá de la invención literaria. Ha sido
objeto de patéticas y alucinantes composiciones líricas, como aquella del amor
extremo, irracional y enfermizo; de seguir latiendo su corazón de amor para el
hijo que se lo había extraído con un puñal. La madre es tal, dependiendo la
clase social a la que pertenezca. Parir no necesariamente es ser madre, pues en
la actualidad los vientres de alquiler son una expresión grotesca del sentido
de la maternidad. En épocas pasadas las nodrizas eran las encargadas de
amamantar a las crías de madres fatuas que por conservar la tersura de sus
senos, reservados para el varón en la intimidad sexual; sacrificaba el contacto
y el encuentro con la ternura; amamantamiento cuya utilidad en la formación de
mejores seres humanos la ciencia ha descubierto sus infinitos beneficios
orgánicos y psicológicos. La madre es
una construcción social y la gestación y el alumbramiento es una mínima parte
de su maravillosa arquitectura natural. Una madre proletaria conoce más del
sacrificio y la abnegación, porque los valores verdaderamente humanos se
encuentran en el pueblo, en los sectores populares. Una auténticamente madre
tiene la capacidad de no alimentarse porque lo hagan sus hijos. Una madre de
verdad está impregnada de amor, de ternura extrema y se interpone ante la
amenaza por la integridad de sus hijos. Una madre de verdad no conoce la
parcialidad, pues a cada hijo con sus defectos, sabe amarlos y comprenderlos.
Una madre en su dimensión de madre no conoce el abandono, hoy tan antinatural y
tan frecuente. Una madre es también una construcción sentimental, la más alta y
genuina de todas. Ama incondicionalmente y no espera nada, que no sea la
reciprocidad de la ternura. Una madre anida en el corazón de todo hombre que
ama a todos los seres humanos, a su sociedad, a la Patria; porque esa bondad se
la otorgó su madre y no puede nacer en un ser humano bondadoso por generación
espontánea, aunque posiblemente pudiera estar investido de candor, que se
acaba, cuando la ingenuidad se confronta con la cruda y a veces insultante
realidad.
Pero como hay de todo en este mundo, no todas
las madres pueden hacerse acreedoras a esa categoría de ternura. Hay madres
que, de veras, no tienen ni madre. Las que prostituyen a sus hijas, las que en
aras de mantener los favores un gañán -un lindo- relegan a un segundo plano a sus hijos. Las
madres pandilleras, absolutamente desnaturalizadas, que botan por allí a un infante recién
nacido, como a quien se le cae una calderilla. O las madres de la alta
burguesía, de las grandes familias potentadas, que sólo ven en sus hijos una
entidad de derecho sucesorio para dejarles bienes materiales y reproducir sus
mecanismos de egoísmo y mezquindad capitalista.
Actualmente, la sociedad de consumo totalmente
automatizada, ha hecho del sentimiento noble del 10 de Mayo guatemalteco, un
estupendo negocio: almuerzos ofertados para las madrecitas de no menos de mil
quetzales por familia. Muebles, joyas, casas ostentosas y una retahíla de
artilugios, de ninguna utilidad, pero que realmente promueven importantes
ganancias en el mundo enloquecido y manipulador del comercio. Basta, en estos
tiempos de carencia y zozobra, llevar a las madres un poco de tranquilidad, que
en los días que corren, se constituye en uno de los bienes más preciados. Es el
mejor regalo.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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