miércoles, 9 de mayo de 2012

LA MADRE...





INTRODUCCIÓN


Como complemento al excelente ensayo del Profesor Luciano Castro Barillas, en esta nota introductoria trasladaremos fragmentos del sentir de una madre, piadosa, abnegada, que nunca como otras o igual que ella esperó de su ser más querido; su hijo enfermo de  “paranoia incurable";  un te quiero, un feliz día de las madres, un costoso regalo o una suntuosa cena. La madre que en silencio, con un dolor profundo y resignación, ve al Fritz de su corazón desvanecerse poco apoco...

 (…) “La madre lo refiere todo al amigo de la manera más enternecedora. Es sincera en su sencilla narración y, sin embargo, se advierte que la cuitada calla lo más amargo, cuando busca presentar, sin que sea verdad, el estado real de Nietzsche como más esperanzador, como curable, y cuando pasa como sobre ascuas sus arrebatos de locura (cuando grita, ¡y con qué voz!), para hablar de su «buen hijo», cuyo querido rostro, muy divertido, parece mostrarse plenamente feliz. Y sólo en sus suspiros ahogados se presiente la espantosa carga que ha tomado sobre sus hombros aquella madre al querer cuidar exclusivamente al veleidoso enfermo, vigilarlo, lavarlo, alimentarlo, vestirlo (todo esto sola y sin ayuda de nadie). Emplear invariablemente en él doce horas del día, para después, en lugar de descanso, mientras él duerme, atender a los quehaceres domésticos y esto uno, dos, cinco años, sacrificando toda su vida al loco para su curación, sin tener una sola hora de libertad, sin una pausa ni distensión. « ¡Ah, querido -suspira al fin-, nadie es capaz de entrever lo que yo sufro!» Mas siempre se exhorta de nuevo a la paciencia: «Una debe tener paciencia y confiar en la gracia y misericordia de Dios, que no nos abandona.»”

(…) “Mas, por último, tampoco aquella alma piadosa, que confía en el milagro, puede seguir meciéndose en ilusiones y abandona la esperanza de que el enfermo a quien ha cuidado tanto tiempo, el «Fritz de su corazón», pueda recobrar algún día el juicio y salud mental. Acepta con resignación que «su dolencia será siempre para mí un misterio».” Marvin Najarro







LA MADRE



Por Luciano Castro Barillas



Es un tema universal de la literatura de todos los tiempos y una realidad que va más allá de la invención literaria. Ha sido objeto de patéticas y alucinantes composiciones líricas, como aquella del amor extremo, irracional y enfermizo; de seguir latiendo su corazón de amor para el hijo que se lo había extraído con un puñal. La madre es tal, dependiendo la clase social a la que pertenezca. Parir no necesariamente es ser madre, pues en la actualidad los vientres de alquiler son una expresión grotesca del sentido de la maternidad. En épocas pasadas las nodrizas eran las encargadas de amamantar a las crías de madres fatuas que por conservar la tersura de sus senos, reservados para el varón en la intimidad sexual; sacrificaba el contacto y el encuentro con la ternura; amamantamiento cuya utilidad en la formación de mejores seres humanos la ciencia ha descubierto sus infinitos beneficios orgánicos y psicológicos.  La madre es una construcción social y la gestación y el alumbramiento es una mínima parte de su maravillosa arquitectura natural. Una madre proletaria conoce más del sacrificio y la abnegación, porque los valores verdaderamente humanos se encuentran en el pueblo, en los sectores populares. Una auténticamente madre tiene la capacidad de no alimentarse porque lo hagan sus hijos. Una madre de verdad está impregnada de amor, de ternura extrema y se interpone ante la amenaza por la integridad de sus hijos. Una madre de verdad no conoce la parcialidad, pues a cada hijo con sus defectos, sabe amarlos y comprenderlos. Una madre en su dimensión de madre no conoce el abandono, hoy tan antinatural y tan frecuente. Una madre es también una construcción sentimental, la más alta y genuina de todas. Ama incondicionalmente y no espera nada, que no sea la reciprocidad de la ternura. Una madre anida en el corazón de todo hombre que ama a todos los seres humanos, a su sociedad, a la Patria; porque esa bondad se la otorgó su madre y no puede nacer en un ser humano bondadoso por generación espontánea, aunque posiblemente pudiera estar investido de candor, que se acaba, cuando la ingenuidad se confronta con la cruda y a veces insultante realidad.

Pero como hay de todo en este mundo, no todas las madres pueden hacerse acreedoras a esa categoría de ternura. Hay madres que, de veras, no tienen ni madre. Las que prostituyen a sus hijas, las que en aras de mantener los favores un gañán -un lindo-  relegan a un segundo plano a sus hijos. Las madres pandilleras, absolutamente desnaturalizadas,  que botan por allí a un infante recién nacido, como a quien se le cae una calderilla. O las madres de la alta burguesía, de las grandes familias potentadas, que sólo ven en sus hijos una entidad de derecho sucesorio para dejarles bienes materiales y reproducir sus mecanismos de egoísmo y mezquindad capitalista.

Actualmente, la sociedad de consumo totalmente automatizada, ha hecho del sentimiento noble del 10 de Mayo guatemalteco, un estupendo negocio: almuerzos ofertados para las madrecitas de no menos de mil quetzales por familia. Muebles, joyas, casas ostentosas y una retahíla de artilugios, de ninguna utilidad, pero que realmente promueven importantes ganancias en el mundo enloquecido y manipulador del comercio. Basta, en estos tiempos de carencia y zozobra, llevar a las madres un poco de tranquilidad, que en los días que corren, se constituye en uno de los bienes más preciados. Es el mejor regalo.











Publicado por Marvin Najarro
CT., USA. 

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