El valor que se
atribuye a la vida de los pobres es ínfimo.
INTRODUCCIÓN
Para nadie es un secreto que en Guatemala, como
dice la canción, “la vida no vale nada". Claro la de los pobres, porque la
de los otros, lo que lo tienen todo y son una minoría tienen todos los medios a
su alcance- incluida la protección que el Estado les garantiza- como para no
preocuparse de la violencia que consume a la chusma. Toda persona con el mínimo
de sentido común debe reconocer que la inconformidad y los actos de violencia
que esta genera, como en el caso de Santacruz Barillas, tienen su origen en el
abuso de poder que históricamente las clases dirigentes del país han ejercido
sobre la mayoría de la población guatemalteca. Aplaudir medidas como el Estado
de Sitio para restablecer el orden y castigar a los culpables del
desorden, en nada contribuye como solución, sino se combaten las causas
estructurales que son las generadoras del descontento y la violencia. ¿Que
pasara cuando la olla de presión reviente? Por cómo van las cosas tendremos,
como en el pasado, un Estado de Sitio en toda la nación. Y estaremos bien y
aplaudiremos nuevamente el abuso de poder. Marvin Najarro.
MANO DURA EN BARILLAS
Por Juan Luis Font
Nadie con sentido común podrá recriminarle al
gobierno que persiga a los sospechosos de irrumpir en el destacamento militar
de Santa Cruz Barillas, en Huehuetenango. Es necesario castigar esa agresión,
sin duda, y las fuerzas de seguridad golpeadas merecen doblemente ser reivindicadas
por no haber repelido con sus armas el ataque. Los protagonistas de los
desórdenes y el país mismo se han salvado de milagro de un nuevo episodio de
sangre. De manera que es comprensible que el Ejecutivo eche mano de todos los
recursos a su alcance; incluido el Estado de Sitio, para conducir a los
responsables del asalto.
Pero con no menos determinación, se tendría que
perseguir el asesinato de Andrés Francisco Miguel y las heridas de bala en
contra de Paulo Antonio Paulo y Esteban Bernabé. Los tres han sido
presuntamente opositores al funcionamiento de la generadora eléctrica Hidro
Santa Cruz, y los desórdenes del jueves pasado se originaron en el ataque en su
contra. Hasta hoy, las autoridades no dan cuenta de una sola captura por ese
hecho. ¿Quién los baleó y en qué circunstancias? ¿Por qué el Estado, su Estado,
no habría de interesarse de inmediato en esclarecer su muerte y castigar a los
culpables?
En Guatemala el valor
que se atribuye a la vida de los pobres es ínfimo y resulta descorazonador que
el mismo Estado, el gobierno encabezado por Otto Pérez Molina, anteponga otros
objetivos, incluso el del orden social y legal, al de la persecución de la
muerte de uno de sus ciudadanos. La Constitución reza que el Estado se organiza
con el fin primordial de defender la vida humana. La propiedad privada tiene un
segundo orden. No marcha al revés la cosa.
El ataque en contra de los campesinos no
justifica que los vecinos se hayan avalanzado contra el destacamento militar,
pero ilustra el ambiente de tensión y animosidad en una comunidad que está,
presuntamente de manera mayoritaria, en contra a la hidroeléctrica de capital
español. El Estado desoye esa oposición e impone, sobre la voluntad de los
vecinos, un interés económico. Esa es
otra manera de ejercer la violencia.
La oposición a las hidroeléctricas resulta
incomprensible para muchas personas, y me incluyo entre ellas. El rechazo a la
explotación minera es visto como una especie de capricho, sobre todo de
comunidades las indígenas. Pero si las
poblaciones aludidas no encuentran suficientes beneficios para persuadirse que
esas operaciones serán más positivas que negativas para su futuro, ¿por qué
habría el Estado de imponérselo? Es lógico que los grandes capitales nacionales
y foráneos se preocupan más por sus propios intereses de lucro, pero la
dirigencia política y la burocracia nacional están obligadas a velar por el
bien común.
La única forma sensata de afrontar este
conflicto es abrir la discusión, procurar el acercamiento entre las partes y
administrar, no ignorar, las diferencias. Es absurdo pretender que sea a sangre
y fuego, a fuerza de Estado de Excepción y la instalación de destacamentos
militares, que logrará garantizarse el rédito de los inversionistas. (Hasta
aquí el artículo de Font).
Como colofón trasladamos algunas opiniones de
los vecinos que, por razones obvias, no quisieron dar sus nombres:
- “Cuando
alguien de nosotros muere, es como si muriera un pollo o un perro. Pero
cuando hieren a un soldado, enseguida un Estado de Sitio”. (Vecino de la
comunidad de Santa Rosa).
- “Al
menos 25 familias de Santa Rosa, San Carlos y El Recreo se mantienen
refugiadas en las montañas”.
- “Ni
en 1982 llegó el Ejército a registrar nuestras casas”, dice una mujer,
quien cuenta como ese día allanaron su hogar. “Destartalaron mis cosas y
se robaron 600 quetzales. Como 85 soldados y policías rodearon la casa.
Nos fotografiaron a todos y nos pidieron el número de teléfono. Eso es
contra la ley”, dijo.
- “El
presidente manifestó que somos unos maleantes y narcotraficantes. Le
pedimos que venga a ver cuántas toneladas de droga saca de la comunidad.
El problema empezó cuando vinieron a poner la hidroeléctrica”, afirma un
comunitario.
- “El
día de los hechos mi marido estaba trabajando en la construcción. Al día
siguiente lo llamaron a una reunión, pero era una mentira y lo
capturaron”.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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