INTRODUCCIÓN
La utilización del ensayista de la expresión “revoluciones de colores” resulta un
término bastante considerado, cargado de fina ironía política, para una
grosería política y el acto criminal que representa. Hay algunos asuntos
conceptuales que pueden dar lugar a confusión cuando se habla de revolución o revoluciones, sin embargo
el adjetivo revolucionario
inevitablemente, desde la Revolución proletaria rusa de 1917; se asocia con las
revoluciones comunistas o marxistas. Sin embargo, revoluciones hay de todo
signo y las más conocidas en Guatemala fueron tres: la primera revolución
liberal o burguesa de 1831, la segunda
revolución liberal de 1871 y la tercera revolución democrática burguesa de
1944; las tres triunfantes y las tres echadas a perder por otro tipo de “revolucionarios”
a lo largo del siglo XIX: los revolucionarios de derecha patrocinados por la
Iglesia, término, que por supuesto, no se conceptualizaba de esa manera.
Tampoco deben convocar a confusión el vocablo pueblo. El pueblo o nación con territorio y gobierno, en efecto,
son todos los que habitan al interior de esos límites nacionales. No obstante,
para efectos de la lucha política revolucionaria marxista, pueblo solo son, al
final, los proletarios organizados a favor del cambio profundo, extendido; o
sea, la transformación de las estructuras clasistas de la sociedad y el poder.
Por lo tanto cuando se confunde las multitudes
revoltosas de la plaza Tahir de El Cairo y a eso se le llama por un lado
“revolución” y por el otro “pueblo”, no es necesariamente contra lo que debiera
luchar el imperialismo: eso fue un bochinche organizado por la CIA y los
servicios de inteligencia israelíes que apelando a las sociologías y
psicologías burguesas contemporáneas movilizaron a infinidad de idiotas -jóvenes principalmente- que se imaginaban
estaban haciendo bien las cosas. Dentro de la parafernalia reaccionaria
internacional van los premios nobel de
la paz, los escritores disidentes y las redes sociales, además de todo un
equipo de académicos de derecha que hacen
-o intentan hacer- de sus elucubraciones, ceremoniosos tratados o
doctrinas de gran cientificidad, por supuesto, porque ellos lo dicen. En fin,
las revoluciones reaccionarias del mundo deben llamarse por su nombre: actos
criminales del imperialismo contra las naciones dignas del mundo. Luciano Castro Barillas.
PERFECCIONANDO EL MÉTODO DE
LAS REVOLUCIONES DE COLORES
Los líderes de occidente vuelven
sigilosamente a la niñez
Por Thierry Meyssan
Agosto 7, 2012
En 1985, el científico social, Gene Sharp, publico el estudio; “Haciendo
a Europa Inconquistable”, comisionado por la OTAN. Él puntualizó que
ultimadamente un gobierno existe únicamente porque la gente acepta obedecerle.
La URSS nunca habría podido controlar Europa Occidental si la gente se hubiera
rehusado a obedecer a los gobiernos comunistas.
Unos pocos años después, en 1989, Sharp fue encomendado por la CIA para
conducir la aplicación práctica de su investigación teórica en China. Los
Estados Unidos buscaban hacer caer a Deng Xiaoping y favorecer a Zhao
Ziyan. La intención era montar un golpe de estado con apariencia de legitimidad
organizando protestas callejeras, de la misma manera que la CIA provocó la
caída de Mohammed Mossadegh (Operación Ajax, 1953) al contratar agitadores en
Teherán con fachada de movimiento popular, creada por la CIA. La diferencia en
este caso es que Gene Sharp tenía que confiar en una mezcla de jóvenes pro Zhao
y pro EE.UU. para hacer que el golpe pareciera una revolución. Pero entonces
Deng ordenó el arresto de Sharp en la Plaza de Tianamen y luego lo expulsó del
país. El golpe falló, pero no sin antes, la CIA, acicatear a los jóvenes
manifestantes a un inútil ataque para desacreditar a Deng durante la represión
que siguió. El fracaso de la operación fue atribuido a las dificultades en la
movilización de los jóvenes activistas en la dirección deseada.
Desde los trabajos del sociólogo francés Gustave Le Bon en las postrimerías
del siglo XIX, sabemos que los adultos se comportan como niños cuando se hallan
en la agonía de una emoción colectiva. Ellos se vuelven susceptibles, aun si es
por un crítico y fugaz momento, a las sugerencias de un líder de hombres quien
para ellos personifica la figura de un padre. En 1990, Sharp entró en
contacto cercano con el coronel Reuven Gal, en ese entonces psicólogo principal
del ejército de Israel (más tarde se convirtió en consejero adjunto de
seguridad nacional de Ariel Sharon y ahora se encarga de dirigir operaciones
designadas a manipular a jóvenes israelíes no judíos). Combinando
los descubrimientos de Le Bon y Sigmund Freud, Gal llego a la conclusión de que
también era posible explotar el “Complejo de Edipo” en adolescentes y conducir
a una multitud de gente joven a oponerse a un jefe de Estado, como a la
simbólica figura de un padre.
Sobre esta base, Sharp y Gal establecieron programas de entrenamiento
para jóvenes activistas con el objetivo de organizar golpes de Estado. Después
de algunos éxitos en Rusia y en los Estados del Báltico, fue en 1988 que Gene
Sharp perfeccionó el método de las “revoluciones de colores” con
el derrocamiento del presidente de Serbia, Slobodan Milosevic.
Después que el presidente Hugo Chávez frustró un golpe en Venezuela, sobre
la base de una de mis investigaciones que revelan el papel y el método de Gene
Sharp, este último suspendió las actividades del Instituto Albert Einstein que
servía como fachada y que luego procedió a crear nuevas estructuras (CANVAS en
Belgrado, la Academia del Cambio en Londres, Viena y Doha). Los observamos
trabajando por todas partes del mundo, especialmente en Líbano (la Revolución
de los Cedros), Irán (la Revolución Verde), Túnez (la Revolución de los
Jazmines) y Egipto (la Revolución de la Flor de Loto). El principio es
simple: exacerbar todas las frustraciones subyacentes, culpar al aparato
político por todos los problemas, manipular a los jóvenes de acuerdo al
escenario “patricida” Freudiano, organizar un golpe y, luego
propagandizar que el gobierno fue derrocado por el movimiento de protesta
“popular”.
La opinión pública internacional fácilmente se tragó el montaje de
estos escenarios: primero, a causa de la confusión entre una multitud y pueblo. De
esta manera, la “Revolución del Loto” se redujo a una demostración en la Plaza
Tahrir en El Cairo, movilizando una multitud de decenas de miles, mientras que
casi la totalidad del pueblo egipcio se abstenía de participar en el evento; y
segundo, a causa de la falta de claridad existente con relación a la palabra “revolución”. Una
revolución genuina implica agitación continua dentro de la estructura social
por muchos años, mientras que una “revolución de colores” es un cambio
de régimen que ocurre en pocas semanas. El otro término utilizado para
un cambio forzado de liderazgo sin una transformación social profunda es un “golpe
de Estado” (coup d’état). En Egipto, por ejemplo, es claro que no fue el
pueblo quien empujó a Hosni Mubarak a renunciar, sino el embajador de
Estados Unidos, Frank Wisner, quien le dio la orden.
El slogan de las “revoluciones de colores” se remonta a una
perspectiva infantil; lo que importa es derrocar al Jefe de Estado sin tomar en
cuenta las consecuencias. “No se preocupen a cerca de su futuro,
Washington se encargara de hacer todo por ustedes”. Cuando el momento
llega y la gente despierta, es demasiado tarde; el gobierno ha sido usurpado
por individuos sin respaldo popular. Al principio, sin embargo, se escuchan
gritos de ¡Abajo Shevardnadze! o ¡Ben Alí, vete! La última versión fue lanzada
en la tercera conferencia de los “Amigos de Siria” (Paris, julio 6): ¡Bashar
debe irse!
En el caso de Siria se puede detectar una extraña anomalía. La CIA no ubicó grupos
de jóvenes sirios en las calles de Damasco y Aleppo dispuestos a corear el
slogan. Son por lo tanto, Barack Obama, Francois Hollande, David Cameron y
Angela Merkel quienes repiten, ellos mismos, en coro, el slogan desde sus
respectivas oficinas. Washington y sus aliados están poniendo a prueba los
métodos de Gene Sharp sobre la “comunidad internacional”. ¡Es una apuesta
riesgosa imaginar que ministros de relaciones exteriores pueden ser manipulados
tan fácilmente como a los grupos de jóvenes! Por el momento, el resultado es
simplemente ridículo: los líderes de los poderes coloniales han estado zapateando
como niños iracundos y frustrados porque los adultos rusos y chinos no les
conceden el objeto de sus deseos, mientras llorando incesantemente claman, ¡Bashar
debe irse!
Publicado por: LaQnadlSol
CT., USA.
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