INTRODUCCIÓN
El uso público o furtivo de sustancias
psicoactivas no es nada nuevo, sin embargo, su glorificación masiva es algo
reciente, sobre todo cuando las filosofías orientales se exportaron a las
sociedades burguesas para paliar “la angustia existencial” en
sociedades donde el capitalismo negó y
niega la realización plena del
individuo. Nada mejor que un mundo antagónico y desigual para que las
inflorescencias mustias, tristes y delicuescentes de las drogas permearan las
conciencias de muchas personas con trastornos disociativos de identidad. Las
drogas no llevan a ningún nirvana ni a algún karma. La profundidad espiritual o
introspectiva alcanzada es solo una apariencia de la realidad que se cae en
pedazos cuando la persona vuelve de su “viaje” y encuentra que de los mil
problemas resueltos bajo el efecto de las drogas, ya en la realidad, no ha resuelto
ninguno. De allí que los poetas y escritores drogos -para citar un ejemplo-
actualmente de moda en el centro histórico de la ciudad de Guatemala ya en su
estado normal no pueden escribir una sola línea. Es decir, es el talento el que
crea la obra literaria o artística, no la droga. Es el estado de serenidad
mental, la disciplina y el trabajo responsable el que crea la obra de arte, no
el puro de mota. Tantos mitos circularon de Rubén Darío sobre que sus mejores
poesías fueron escritas borracho, circunstancia que él personalmente se encargó
de desmentir cuando dijo que ebrio jamás había escrito algo importante. O la
obra de Cardoza y Aragón, quien nunca bebió alcohol. El consumo de
estupefacientes es asunto de desencuentros emocionales profundos y están en el
ámbito privado de muchos tipos de personas, no solo de los artistas.
Pregunto ¿si usted sabe de algún
drogadicto exitoso? El éxito lo ha hecho su arte, no la droga. Por ello los
“drogos” son una cosa y los artistas otra. Pero no hay que levantar el
estandarte de la falsa moral: toda persona tiene derecho a hacer lo que quiera
con su vida, en tanto no afecte a otros. Luciano
Castro Barillas.
LOS DROGOS
Por Paulo Alvarado, maestro de chelo;
de su columna Presto Non Troppo, PL
En un mundo cuya conveniente hipocresía condena
el consumo de drogas, a la vez que se aprovecha de ello para justificar la
venta de armas y la implementación de estrategias de control (disfrazadas como
políticas de seguridad, combate al terrorismo e incluso moralización de la
sociedad), es fácil caer en una de esas farsas comunes: el descrédito y
reprobación de los artistas por drogadictos. O, coloquialmente, por “drogos”.
Desde esa óptica, el músico actuaría dopado, el
pintor se drogaría para ejecutar un cuadro, el escritor para redactar una
novela, el cineasta para rodar una película… Unos puros de marihuana, unas
líneas de coca, un poco de hash o de crack, y cualquiera se volvería
compositor, artista visual, poeta, genio de cine. Empero, el acercamiento íntimo al ámbito del
arte nos devuelve una imagen muy distinta: los artistas no realizan sus mejores
obras bajo el efecto de los alcaloides o estupefacientes. Podrán vivir
narcotizados, borrachos o alucinados (como cualquier oficinista, comerciante,
empresario o funcionario), pero sus grandes logros son resultado del talento
y la maestría técnica, cuando
se combinan con el trabajo responsable y disciplinado (como cualquier
oficinista, comerciante, empresario o funcionario).
Qué curioso que, a cambio, constantemente nos
enteremos sobre señalamientos a atletas y deportistas por el consumo de
“sustancias prohibidas”. No es una moda reciente sino una tendencia en aumento,
hace muchos años, al uso de “suplementos” y “métodos” para incrementar
resistencia y rendimiento. Sin embargo, ¿debemos sorprendernos? Después de todo
(y a diferencia del arte, en el que no hay que ganarles a los demás), el así
llamado fair play no existe. No hay tal cosa como un “juego limpio”,
porque para que haya perdedores alguien tiene que sacarles ventaja a los otros.
Sea por su estatura, por su corpulencia, por su entrenamiento o por… “drogo”. A
la luz de los acontecimientos, y sin difamar al atleta honesto ni ensalzar a un
artista fármacodependiente, lo que se necesita es una reflexión cuidadosa.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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