(...)El chapín no es malo.
Siempre ha sido aguantador, humildito, inventivo para jugarle tuero al hambre,
bromista y chistero para alegrarse en sus momentos más amargos.
PUEBLO BUENO
Y MANO JUERRTE
Por Manuel José Arce
No, si la verdad es que este mi pueblo es bonito. Chula la gente. Ahí están, en la
covachita, bien jodidos. Ay Dios, si ni quién les de un su mejoral para
curarlos. Pero aunque seyita con montecito hacen la cacha. Nunca les falta su
matita de ruda al ladito de la puerta. Y el apazote salvaje que, generoso,
crece hasta entre el pavimento desabrido de la ciudad, para ponerle un poco de
gusto al puliquito[1]popular.
El chapín no es malo. Siempre ha sido
aguantador, humildito, inventivo para jugarle tuero al hambre, bromista y
chistero para alegrarse en sus momentos más amargos.
Toda esta matazón, toda esta criminalidad, toda
esta delincuencia no es culpa nuestra: de otro modo éramos. Yo me acuerdo. Pero
lo que pasa es que estamos desesperados. Es que la vida ya no se aguanta. La
pobre gente está con la espalda contra la pared. Y cada quien busca su salida.
Los tanates[2] de
charamileros[3]
tiradotes en las aceras son gentes que, por lo general, no hallaron otra salida. Las hordas de
ladrones y de asaltantes y de bestias de todo pelo ¿qué están devolviéndole a
la sociedad sino la amargura y el odio, el tremendo berrinche que la misma
sociedad les ha dado?
Si no es culpa de este pobre pueblo.
La culpa es de los tagarotes. La culpa es de
los que juegan con la esperanza, la necesidad y la miseria de la gente. La
culpa es de los “azadones” que solo pa´dentro jalan y que se mantienen: “Solo
para mí, todo para mí”, ni que la vida fuera a saber qué.
Y lo peor es que hay gente tan de al tiro que
lo único que tiene en la boca son los ahmalayas para Tata Ubico y alegan que lo
que hace falta es “mano juerrte”. Como si con “mano juerrte” se le quitara el
hambre a la gente. Como si con “mano juerrte” ya dejara de haber tanta
necesidad. Como si la “mano juerrte” fuera comida, fuera casa, fuera escuela,
fuera hospital, fuera salario justo, fuera seguro para los viejos y los
impedidos. Y, encima, dicen que el Estado no es casa de beneficencia. ¡Ya los
quisiera yo ver, de viejos, viviendo con una de esas tristes jubilaciones….! Si
de lo que tienen miedo es de llegar a viejos y verse así, precisamente. Por eso
les parece poco todo el pisto.
¡Qué “mano juerrte” ni que “mano juerrrte”!
Cabeza, es lo que hace falta. Inteligencia, pues. Y a lo mejor un su poco de
“mano juerrte”, pero no para fregar a la pobrería más de lo que ya está, sino
para que los otros no sean tan dialtiro “juerrrtes” como el limón.
No le demos vueltas. Nuestro pueblo es bueno,
sufrido y aguantador. Lo que pasa es que de una vez lo tienen desesperado.
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