VISTAZOS DE LA VENEZUELA
POST CHÁVEZ
Por George Ciccariello-Maher
El lunes, diciembre 10, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez retornó a
Cuba para una urgente cirugía a causa del cáncer que lo afecta, provocando,
como era de esperar, una oleada de
especulaciones a cerca de la seriedad de su enfermedad. Aquí, el momento revela
mucho más que cualquier cosa: mientras que Chávez fue reelegido exitosamente en
octubre, este domingo tendrán lugar elecciones regionales que son cruciales
para la consolidación de la Revolución
Bolivariana. Para Chávez las consecuencias de retornar a la Habana en el tramo
final de las campanas regionales serían ni más ni menos que desastrosas. La
situación, de hecho, es muy seria.
Nicolás Maduro: Heredero
forzoso
Pero si la cuestión de su salud no fuera tan obviamente seria en estos
momentos, Chávez le lanzó gasolina al fuego al nombrar abruptamente, en
caso de que en los meses que vienen él no sobreviva la cirugía, a su sucesor
preferido: Nicolás Maduro, ministro de
Relaciones Exteriores por mucho tiempo y recientemente nombrado vicepresidente.
Apareciendo en TeleSur en una reunión con su gabinete de ministros, un cansado
pero relativamente saludable Chávez hizo lo mejor para presentar esto como una
mera precaución preoperatoria.
Después de exaltar las virtudes de Maduro y de urgir ¡“unidad, unidad, unidad”!
Chávez agregó:
Si algo sucediera que me evitara continuar con mi mandato…mi opinión, la
cual es firme y completa como la luna llena, la que es irrevocable, absoluta y
total, es que en ese escenario que requerirá llamar a nuevas elecciones
presidenciales, es que ustedes deben elegir a Nicolás Maduro como presidente de
la República Bolivariana de Venezuela. Se los pido desde lo más profundo de mi
corazón.
Después de meses de especulaciones, Chávez
finalmente había nombrado a un sucesor, pero Maduro es una respuesta que
levanta más interrogantes. Leal en extremo y por lo regular quedo al hablar en
un proceso político donde el atrevimiento es a menudo premiado, Maduro
históricamente ha jugado sus cartas muy cerca de su pecho. Como ministro del
exterior, trabajó en crear consenso tanto a nivel regional como
internacional, pero también con sorna y libremente hablaba de Condoleeza Rice o
George Bush sin correr riesgos políticos a nivel doméstico.
Y no solamente eso, sino que también como miembro del gabinete por los
pasados 6 años, Maduro no ha enfrentado ninguna elección desde el 2005, y
tampoco ha visto su legado político manchado por la inherente desagradable
tarea de tener que manejar un gobierno local. Pero si esto lo hace a él
menos controversial que muchos otros líderes Chavistas, también levanta muchas
interrogantes a cerca de si este notable aunque poco carismático fiel partidario puede continuar galvanizando a la base Chavista para ganar las elecciones. Como
resultado, el futuro bajo Maduro es tan incierto como el futuro sin él.
De hienas sonrientes y buitres
sobrevolando
La comedia de horrores que es la oposición venezolana no es conocida por su
paciencia o respeto, y esto se hizo más patente en la inmediata respuesta al
anuncio de Chávez. Oscilando entre las quejas sobre la duración de su viaje a
Cuba y segregando saliva sobre la posibilidad de un indefinido retorno al poder, la derecha
venezolana hasta ha dejado caer el escaso velo de respeto por el presidente que
había fingido después de la reelección de Chávez en octubre.
Pero para una oposición que permanece o ha permanecido por mucho tiempo
desunida, sería poco sorprendente que hasta su insensibilidad pruebe ser
contradictoria: mientras que el miembro de la oposición en la asamblea Hiram
Gaviria sugirió que el viaje de Chávez tiene que verse como una “ausencia
temporal”, insinuando que Maduro tomaría las riendas de manera temporal (según
el artículo 234 de la constitución), María Corina Machado ha insistido, más
radicalmente, que la referencia de Chávez a Maduro como posible sucesor, implica
en su lugar, una “ausencia absoluta” en los términos del artículo 223, lo que
requerirá que se convoque a nuevas elecciones dentro de los siguientes 30 días.
Ellos están tan cerca que pueden saborear el poder después de 14 años de
derrotas, pero la transparencia de esta usurpación del poder no pasar
desapercibida para una población que apoya y hasta reverencia a Chavez.
Henrique Capriles Radonski, quien en octubre fue el candidato de la oposición
que más cerca ha llegado en intentar derrotar a Chávez (aunque no muy cerca), dejó que
la ilusión del éxito se le subiera a la cabeza. Respondiendo a las
declaraciones de Chávez con relación a Maduro, enfáticamente dijo: “En este
país no hay sucesión. Esto no es Cuba, tampoco es una monarquía donde
quienquiera que sea designado por el rey toma el trono”. (No importa el hecho
de que, en lugar de declarar una ruptura en la sucesión constitucional, Chávez
estaba simplemente nombrando a su candidato preferido y urgiendo a la gente a
respaldar a maduro electoralmente)
Los Chavistas han sido prontos en trasladar tales declaraciones de la
manera más impropia: la oposición ha sido comparada con “hienas” y “buitres”
quienes están haciendo uso del lenguaje constitucional para forzar un golpe
suave al estilo del que tuvo lugar recientemente en Paraguay. Sugerencias como
las del jefe de la coalición anti Chavista MUD, de que la oposición está
“preparada para asumir sus responsabilidades”, harán poco para calmar esas
sospechas.
Confrontando el desgaste
La salud de Chávez y el posible sucesor no son los retos más enormes que la
Revolución Bolivariana necesitará enfrentar en los meses y años que se
avecinan. Mas fundamental es lo que muchos revolucionarios me han descrito como
el sigiloso proceso de desgaste, el
lento y gradual agotamiento del proceso revolucionario, especialmente como un
fenómeno electoral. En algún sentido, este peligro apareció inicialmente en el
2007 cuando la Reforma Constitucional fue derrotada en un referendo a nivel
nacional después que los Chavistas simplemente fallaron en movilizar a la base.
Pero las señales de advertencia han aumentado seriamente en las elecciones
locales y regionales del 2008 y en las parlamentarias del 2010, ambas de la
cuales vieron ganancias para la oposición. En algunos sentidos, esto es un
proceso natural: momentos de subidas y rupturas proveen un palpable motivador para transformar la vida
política. Tal como sucedió en 1989 con la masiva rebelión anti neoliberal
conocida como el Caracazo, que termino con cientos o miles de muertos. Pero aun
las más lacerantes memorias se desvanecen, y mientras la revolución Bolivariana
ha sido afortunada en avanzar de “evento en evento”, como me lo explicó el
veterano revolucionario Roland Denis, refiriéndose especialmente a las
combativas movilizaciones callejeras que derrotaron al golpe de Estado contra
de Chávez en el 2002, aun esta cadena de “eventos” está sujeta a la vida media
que exhiben tales momentos.
Pero el desvanecimiento de las memorias es apresurado por cada acción de
continuismo entre el presente revolucionario y el corrupto y antidemocrático
pasado, como lo mencionó Reinaldo Iturriza, y particularmente las faltas a
la hora de gobernar cometidas por muchos Chavistas. Para Iturriza, esto es
mucho más profundo que las cuestiones de la eficiencia, de servicios no
provistos, pero en cambio denota una crisis fundamental de representación en la
que la provisión de servicios puede en realidad jugar un rol negativo.
Existe una tendencia dentro de algunos sectores de la revolución “de
menospreciar a la gente, de forjar relaciones clientelistas, y de verlos como
beneficiarios y no como gente protagónica”, explica Iturriza. Los costos
políticos a corto plazo de todo esto son expresados en la abstención electoral,
especialmente en las elecciones regionales. Para Iturriza, cuando la gente no
se presenta a votar por un alcalde o gobernador Chavista, esto significa que,
“esa manera de hacer política es muy similar a la del pasado, y yo no creo en
eso”.
En donde muchos líderes Chavistas, e inclusive el mismo Chávez, parecen
creer que la eficiencia es la palabra clave del día, Iturriza insiste que el
reto fundamental no es a cerca de lo que la política puede cumplir, sino, como hacer política en primer lugar: El
problema no es el partido…y no será resuelto con nuevas caras…lo que
necesitamos identificar es una lógica política, un forma de hacer política. La
Revolución Bolivariana no puede ser entendida sin una crítica a la idea de la
representación política…este problema no ha sido resuelto.
“Elias es otro beta”
Fue mayormente en un esfuerzo por contrarrestar este proceso de decline que
algunos organizadores como Iturriza se conectaron con el vicepresidente y se
empezó a desarrollar relaciones con el colectivo de jóvenes hip-hop conocido
como Tiuna El Fuerte, y fue a través de este proceso que nació el movimiento Otro Beta.
Inicialmente circulando alrededor de la frase “Chávez es otro Beta”,
literalmente, “Chaves es algo diferente”, el movimiento paso por alto la jerga
local de los barrios del oriente de Caracas, en donde “beta” se refiere a la
vida de drogas y violencia.
En vez de simplemente explicar a los jóvenes del barrio de que deberían escoger un “beta” (Chávez) sobre otro
“beta”, el movimiento Otro Beta ha
buscado confeccionar en su lugar una transformación más sutil y de abajo hacia
arriba de la imaginaria política y participación. Primero, en una serie de
espectaculares murales con grafiti y plantillas en los que Chávez es presentado como
otro joven residente de los barrios
(montando una motocicleta, boxeando, jugando basquetbol, rapeando) y luego
después como un movimiento completamente desarrollado abogando por aquellas
voces poco escuchadas dentro del proceso revolucionario, Otro Beta ha empezado
a reorganizar representación tal y como Iturriza lo imagina.
Para Iturriza y otros, esto es más que un simple y cínico ardid electoral
como algunos podrían asumir, y que lo que busca es mucho más que votos. En vez de
simplemente buscar movilizar votos para la Revolución tal y como existe, Otro
Beta está intentando montar una revolución dentro de la revolución, transformando
la participación junto a la representación estética, recuperando a Chávez como
el pobre residente de barrio que una
vez fue en un esfuerzo por reclamar la política para los barrios.
Este domingo, la cuestión de cómo confrontar este proceso de desgaste y el asunto del posible sucesor
de Chávez se intersectaran en una serie de importantes elecciones regionales
que podría demostrar ser un punto de inflexión en la Revolución más ampliamente
entendida. En lo que constituye sin ninguna duda la contienda más importante,
el hasta hace poco vicepresidente Elías Jaua confrontará nada menos que a
Capriles, el propio oponente de Chávez en las recientes elecciones, por la
gubernatura de Miranda, al este de Caracas. Después de todo fue el mismo Jaua
quien como vicepresidente ayudó a iniciar Otro Beta, y el resultado de
esta contienda contra Capriles podría impactar el futuro político de Jaua.
Jaua es ampliamente considerado como el más radical entre los potenciales
sucesores de Chavez, a la par del moderado Maduro y del conservador Diosdao
Cabello (quien previamente gobernó Miranda para luego perder ante Capriles).
Jaua tiene una historia de militancia en los movimientos estudiantiles de los años
1980 e inclusive fue miembro del ex cuasi grupo guerrillero Bandera Roja. Él
cuenta con el movimiento campesino, afro-venezolano y los movimientos de
jóvenes como su base política, y es considerado más digno de confianza por los
movimientos que muchos otros Chavistas. Aun los partidarios de Jaua me han
dicho que las elecciones del domingo serán muy difíciles: las áreas más ricas
de Miranda han llegado a desarrollar un odio tal por Chávez que “ni siquiera
votaran contra Elías, votaran en contra de Chávez”. Si Jaua tiene éxito, será, en no menor
medida, debido al esfuerzo de estos movimientos radicales de jóvenes como Otro
Beta que están intentando transformar la política venezolana a través del
prisma de la juventud del barrio, y una victoria será por lo tanto doble
importante. Mientras que Jaua no conducirá él mismo este proceso de
renovación, al igual que no lo hace Chávez con la revolución, una victoria
electoral con el respaldo de los movimientos revolucionarios de las
juventudes sería un golpe a una
creciente y confiada oposición (y Capriles en particular) y una indicación a
Maduro y otros que un giro a la izquierda sería una opción viable.
Tenemos pueblo
Un camarada me explicó que Maduro es una elección muy confiable para
suceder a Chávez, y que será un encargado estable mientras la revolución avanza: “el suavizará la
revolución, pero esto solo será transitorio, mientras se desarrolla un
auténtico y popular liderazgo”. La cuestión permanece sobre ¿quién proveerá el
decidido telos para ese desarrollo, un papel que Chávez ha cumplido hasta este
punto? ¿Qué brújula guiará las luchas populares en tanto lanzan a la
palestra a líderes más nuevos, más jóvenes y más radicales?
Ante de salir para Cuba una vez más, Chávez insistió en enfatizar cuanto ha
cambiado desde que la revolución empezó hace más de 14 años. “Tenemos patria hoy, today we have a
homeland, la Venezuela de hoy no es la misma de hace 20 años o de hace 40 años. Tenemos pueblo, we have apeople”. Chávez
está en lo correcto de que la Venezuela de hoy no es la Venezuela de décadas
pasadas, y el entiende al pueblo en
su sentido más subversivo, como el proyecto colectivo que ha empezado a
desarrollarse, pero que debe, más pronto que tarde, volverse el telos para la
lucha misma.
Traducción del inglés por Delmar Manuel
George Cicarriello-Maher
enseña teoría política desde abajo en la Universidad de
Drexel en Filadelfia, y es el autor del libro We Created Chavez: A Peoples’s
History of the Venezuelan Revolution, a publicarse próximamente por la Duke
University Press.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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