Temprano en su segundo
mandato y asediado por los escándalos el POTUS (President Of The United States),
Barack Obama, luce como un hombre acorralado con su poder aproximándose cada
día más a lo que en el lenguaje de Washington se conoce como “lame duck”, un
político con su poder enormemente menguado con poco espacio de maniobra para
ejecutar obras importantes. Atrás y en el olvido han quedado las promesas del
cambio y de la esperanza que tantas ilusiones generaron en todo el mundo, sus
acciones como presidente al servicio de los intereses del gran capital
financiero y del complejo militar industrial -el poder real- no dejan espacios
para la duda acerca de las motivaciones y las intenciones de Obama como
presidente. Los mismos medios de prensa y políticos que elogiaron sus
cualidades y quienes entusiastamente colaboraron con todas sus políticas
intervencionistas, con la ilegalidad y el abuso de poder en el plano interno e
internacional son quienes ahora hipócritamente demandan que se llegue hasta el
fondo del asunto y que se aplique todo el rigor de la ley.
LA ESCANDALOSA PRESIDENCIA
DE OBAMA
Aspirar a ser el presidente de la nación más poderosa del mundo y todo lo
que ello conlleva, como dicen algunos, tiene que ser asunto de locos. Quizás no
tanto en el sentido literal, de aquel sin ideas claras y sin orden alguno, sino
más bien en el hecho de estar dispuesto a todo por el ansiado momento de gloria
que la historia, dicen, tiene reservado a los más grandes de nuestra especie,
algo que también la misma historia ha demostrado, con muchos ejemplos, no ser
así. Lo cierto del caso es que, Barack Obama con ansias de gloria, fama y sobre
todo poder a estas alturas de su segundo término como POTUS (President Of The
United States), se encuentra atravesando uno de esos momentos marcados por
escándalos que han sido característicos del último período en la Casa Blanca de
hombres como, Nixon, Reagan, Bill Clinton y G.W Bush. Obama como él mismo
acostumbra mencionarlo tiene el plato lleno o desbordado, no con propuestas
políticas beneficiosas para el pueblo norteamericano, sino de escándalos que
amenazan lo poco positivo que se podría mencionar de su legado.
Como lo vaticinaron algunos muy sagaces analistas de las peculiaridades de
la política estadounidense, de sus ritmos y desenfoques finales, Obama está
siendo presa de los familiares y destructivos patrones que caracterizan el
segundo mandato presidencial. Una vez la administración de un presidente que ha
estado en el poder por cuatro años, la acumulación de abusos, escándalos y
corrupción adquiere forma y los ilícitos se vuelven difíciles de escamotear
bajo la alfombra. La oligarquía financiera que maneja los hilos del poder,
siempre interesada en debilitar la presidencia y ansiosa en reducir el campo de
maniobra del presidente en un momento en que él se podría sentir libre de
intentar ejecutar nuevas iniciativas, ha instruido a los serviles medios de
prensa y a buena parte de la clase política, sobre todo los republicanos, a que
incrementen su hostilidad hacia el gobierno de Obama. No es que los actuales
escándalos, Bengasi por ejemplo, la incautación de registros telefónicos de
varios reporteros de Prensa Asociada y las supuestas ilegalidades del Servicio
de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) sean de poca relevancia como
para no ser investigados y castigar la ilegalidad de tales hechos, sino, el por
qué los altos niveles de histeria y la insistencia de los medios de prensa y de
los políticos, sobre todo los republicanos, de llegar hasta las últimas
consecuencias, es decir, que el presidente se enjuiciado (impeachment) y luego
que renuncie o sea destituido, cuando ellos mismos como parte de un sistema que
promueve el abuso y la ilegalidad han instigado y dejado pasar por alto una
serie de escándalos mayores violatorios de las normas legales y
constitucionales de este país.
Obama de ninguna manera es ajeno a estos escándalos ni tampoco es merecedor
de las apologías serviles de los liberales que quieren vendérselo al
desinformado público como un mal menor comparado con las perversidades de su
antecesor, “el Demonio Bush”. El rubio presidente disfrazado de negro,
como alguien con agudo sarcasmo lo refiere, ha sido una pieza fundamental
dentro del engranaje del aparato gubernamental controlado y dirigido por los
grandes intereses del complejo militar industrial y financiero de EEUU y al que
Obama ha servido al pie de la letra y con desenfreno.
En realidad Obama, contrario a sus promesas de cambio, no ha hecho más que
continuar con las políticas de su antecesor y en muchos casos las ha llevado
hasta los peores extremos. Los últimos tres escándalos, magnificados por sus
enemigos de la ultraderecha republicana, quienes ridículamente y contrario a
todas sus actuaciones como presidente, lo consideran un socialista, un
marxista, son la culminación del cúmulo de abusos de poder que han
caracterizado desde sus inicios la presidencia de Barack Obama quien fuera
efusivamente acogido por sus partidarios liberales como el “profesor de derecho constitucional” que se encargaría de restaurar
el respecto por la Carta Fundamental flagrantemente violada por G.W.Bush. Hay
quienes argumentan que el actual presidente ha demostrado un irrespeto por la
ley sin precedentes desde la época del truculento y paranoico Richard Nixon.
Obama no solo ha continuado con las políticas militaristas e
intervencionistas de Bush sino que además las ha expandido. La llamada guerra
global contra el terrorismo ha alcanzado niveles escalofriantes y los ataques
con drones y asesinatos selectivos de enemigos designados por el propio
presidente incluye hasta los mismos ciudadanos estadounidenses sospechosos de
colaborar con el terrorismo. Obama y sus asesores legales consideran que la
constitución y el congreso representan obstáculos que impiden que el presidente
pueda actuar libremente en situaciones críticas que amenazan la seguridad y los
intereses de los Estados Unidos. Basados en ese malicioso razonamiento
sostienen que el poder del presidente no tiene límites. G.W. Bush aprovechó los
ataques del 9/11 para implementar el Acta Patriota que le confirió el poder de
espiar por años y sin autorización judicial las comunicaciones de ciudadanos de
EEUU, él se arrogó el poder de detener y
financiero y del complejo militar industrial -el poder real- no dejan
espacios para la duda acerca de encarcelar en mazmorras militares, por tiempo
indefinido y sin ningún cargo, aun a los ciudadanos estadounidenses. Obama, su
sucesor, fue mucho más allá al arrogarse el poder no solo de detener a
ciudadanos indefinidamente sino también de asesinarlos. Él ha ocultado sus
acciones con la misma secretividad, si no más, que cualquier otro presidente en
la historia de los Estados Unidos.
Las tendencias autoritarias de Obama asistido por sus más cercanos
colaboradores en el aparato de seguridad y en el Departamento de Justicia
resultaron en la implementación de políticas como, el nuevo militarismo de las
operaciones paramilitares conjuntamente con los asesinatos selectivos y la
gradual restricción a las libertades civiles y derechos constitucionales.
Ciertamente sus predecesores no han sido ningunos santos en estas áreas, pero
el salto cualitativo dado por Obama han resultado en el apuntalamiento del
capitalismo monopolista que asistido por el poderío militar busca
arbitrariamente rediseñar la estructura global. No incidentalmente se acalla y
se persigue a la disidencia interna. Hubo un tiempo en que el gobierno, aunque
siempre defendía los intereses de los grandes negocios, sin embargo, prestaba
algunos buenos servicios, como la implementación de los programas de seguridad
social, ahora, bajo Obama, la Agencia de Seguridad Nacional, la CIA y JSOC (Mando
Conjunto de Operaciones Especiales) prevalecen prácticamente sobre todo. La
Reserva Federal y el Tesoro le garantizan carta blanca al sector financiero, no
obstante el desempleo, los desahucios y el aumento de la pobreza.
“El trasero del fascismo -escribe Norman Pollack en Counterpounch-
tiene dos pompas: capitalismo y militarismo, completamente dependientes (una
vez el capitalismo alcanza cierto punto) uno del otro para la necesaria
revigorización del sistema, para mantenerlo funcionando de manera que sea
aceptable para los grupos que detentan el poder”. Obama es su hombre, la
personificación de lo amoral, lo despiadado, del secretismo, bien protegido por
mecanismos de defensa elaborados para asegurar la muralla de arrogancia contra
todas las críticas; no un socio imbécil, sino alguien que colabora totalmente
con los banqueros, con los neoconservadores, los contratistas de defensa,
expertos de asociaciones empresariales, ejecutivos petroleros, contaminadores
del medio ambiente y otros tantos, compartiendo en común la visión del
capitalismo libre de ataduras en un mundo libre de riesgos en casa y afuera en
conformidad con sus deseos y ambiciones. Un lugar para empezar: prevenir el
libre funcionamiento de la prensa. Ocultar la creciente acumulación de poder y
riqueza cada vez más en pocas manos hasta que sea demasiado tarde y sea más
difícil desbancar a los grupos que detentan el poder, a no ser que se dé una
revolución, el menos probable de los acontecimientos en el horizonte
estadounidense, saturado como está con
la falsa consciencia de orgullo en el capitalismo (incluyendo un
presupuesto militar que esta estrangulado las vidas de la gente trabajadora).
El escándalo alrededor de Prensa Asociada sobre la supuesta filtración de
información clasificada como secreta es una muestra palpable del uso excesivo y
abusivo del cada vez más expansivo poder ejecutivo para violar y acallar la
libertad de prensa y de expresión, que con fundamentos en la primera enmienda
constitucional, Obama juró solemnemente respetar y defender. El asalto a los
derechos democráticos fundamentales efectuados por la administración de Obama
es más extenso de lo que el público estadounidense se imagina. Cada uno de los
derechos fundamentales incluidos en la Carta de Derechos (Bill of Rights), la
libertad de prensa, la libertad de expresión, la libertad de asamblea, el
derecho a no ser sometido a registros e incautaciones irrazonables, al debido
proceso, y a un juicio rápido con un jurado imparcial y local, la prohibición
contra la tortura; han sido sistemáticamente socavados durante la era Obama. El
escándalo de Prensa Asociada pone al desnudo las políticas y prácticas de la
administración de Obama, de las más antidemocráticas en la historia de EUA.
Durante su gobierno y a través del Acta de Espionaje, se ha encausado a 6
individuos por difundir información clasificada, superando a todos los
anteriores presidentes.
Aparte de los derechos que la administración de Obama se ha arrogado ella
misma como, asesinar a cualquiera y en cualquier lugar incluyendo ciudadanos
norteamericanos, sin el debido proceso (el Fiscal General, Erick Holder declaró
a inicios del año que el presidente tiene el derecho de autorizar el asesinato
de ciudadanos de EEUU dentro de su propio territorio), el gobierno está
incrementando sus operaciones de espionaje sobre el público estadounidense. La
administración se está preparando para impulsar una nueva ley que le permitiría
acceder directamente a Facebook, Google y otras compañías del internet,
demostrando así, la intención del gobierno de expandir su capacidad de acceso a
todas las comunicaciones digitales.
Temprano en su segundo mandato y asediado por los escándalos el POTUS,
Barack Obama, luce como un hombre acorralado con su poder aproximándose cada
día más a lo que en el lenguaje de Washington se conoce como “lame duck”, un
político con su poder enormemente menguado con poco espacio de maniobra para
ejecutar obras importantes. Atrás y en el olvido han quedado las promesas del
cambio y de la esperanza que tantas ilusiones generaron en todo el mundo, sus
acciones como presidente al servicio de los intereses del gran capital las
motivaciones y las intenciones de Obama como presidente. Los mismos medios de
prensa y políticos que elogiaron sus cualidades y quienes entusiastamente
colaboraron con todas sus políticas intervencionistas, con la ilegalidad y el
abuso de poder en el plano interno e internacional son quienes ahora
hipócritamente demandan que se llegue hasta el fondo del asunto y que se
aplique todo el rigor de la ley.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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