Guatemala en el siglo
XXI, a los 59 años de la destrucción de su democracia por los Estados Unidos, sigue
siendo tan imprevisible como entonces: sin justicia, sin seguridad, sin
gobernabilidad y sin desarrollo. Pues el colmo es que la oligarquía
guatemalteca, a través de la queja contra el comisionado D´allanesse, ha puesto
contra la pared a las mismas Naciones Unidas. ¿Qué les parece?
LA GUATEMALA
IMPREVISIBLE
ESTÁ EN EL MISMO PUNTO
DE SIEMPRE
Por Luciano Castro Barillas
El juicio contra el ex dictador Efraín Ríos
Montt, dos meses atrás, fue el detonante de algo que en forma larvada, latente,
estaba en el subsuelo social guatemalteco y que casi todos los ciudadanos
volvían la cara o enterraban la cabeza, como los avestruces, para no ver el
rostro siniestro de la lucha de clases antagónicas, altamente confrontativa,
que sigue viva y furibunda pese a la altisonancia declarativa de los
detentadores del poder político que hipócritamente cada 29 de diciembre y cada
mes hacen la oblación de la rosa blanca de la paz en el Palacio Nacional, a
causa de las grandes diferencias en el ingreso de los guatemaltecos que día a
día crecen exponencial e irremediablemente estimuladas por un sistema de total
iniquidad para las grandes mayorías depauperadas de este país. Ningún sociedad
puede vivir en paz ni podrá salir adelante donde hay un déficit severísimo de
vivienda, donde el empleo privado del que tanto se ufanan los empresarios, no
alcanza para cubrir el mínimo vital de una familia. Donde los hospitales están
atiborrados de personas enfermas que encuentran en esos lugares públicos escaso
consuelo a sus dolores. Donde la educación no es ni siquiera instrucción, por
la pésima formación de los docentes y bueno, son tantas y tantas las cosas
negativas de este país que realmente es ya un Estado Fallido el cual, ante el
fracaso de sus cuatro ejes fundamentales, justicia, seguridad, gobernabilidad y
desarrollo; se piensa ya y se discute ya en corrillos diplomáticos la eventualidad
de ser administrado por la comunidad internacional, tal el caso de Haití, para
intentar llevar el mínimo de justicia a los 14 millones de guatemaltecos que
por donde vayan solo encuentran indiferencia, abuso y discriminación. No hemos
avanzado en casi nada en 15 años de suscritos los Acuerdos de Paz, a no ser la
libertad de expresión sin restricciones inscritas en los grafitis de las
paredes. Porque no puede decirse todo como proclaman los ultramontanos
defensores del neoliberalismo: hay autocensura para no crearse problemas. Los
que sí tienen la boca intemperante son los propagandistas del poder económico
tal el caso de Pedro Trujillo y González Merlo. La reactivación de las fuerzas
oscurantistas militaristas y oligárquicas pone en riesgo la sana convivencia en
el país. Esos grupos de la ultraderecha los encabeza CACIF, opuesto a todo
aquella que sea de beneficio para los pobres. Le siguen Los Milicianos de
Huehuetenango, un grupo paramilitar dirigido por líderes analfabetos, pero muy
ilustrado en el oficio de repartir garrote a quien discrepe de sus opiniones.
Bueno y sigue la cohorte de malvados de los Ex Patrulleros de Defensa Civil,
hijos legítimos, no putativos, de Ríos Montt. Se van en la cuenta el grupo de
ixiles renegados que apoyan al general genocida y repiten que en Chajul, Nebaj
y Cotzal no hubo genocidio. Luego, despotricando un lenguaje de la Guerra Fría
y viendo todavía guerrilleros hasta en los Bosques de San Nicolás (un
repartimiento urbano de ciudad Guatemala) está la Fundación Antiterrorista
integrada por militares retrógrados y escuadroneros. Luego, como fósiles
viviente del período jurásico se apoltronan los curtidos militares de la
Asociación de Militares Veteranos de Guatemala, los fascistas de la Liga Pro
Patria y haciéndoles el trabajo de ideologización académica con su pensum
terrorista y antidemocrático, la Universidad Francisco Marroquín, sin dejar de
incluir al ejército de guardias y policías privados, que triplican en número a
la Policía Nacional Civil y da la casualidad que son empresas cuyos
propietarios son, para variar, militares; incluyendo en este punto a los
novísimos ejércitos privados que resguardan los enclaves mineros.
Guatemala en el siglo XXI, a los 59 años de la
destrucción de su democracia por los Estados Unidos, sigue siendo tan
imprevisible como entonces: sin justicia, sin seguridad, sin gobernabilidad y
sin desarrollo. Pues el colmo es que la oligarquía guatemalteca, a través de la
queja contra el comisionado D´allanesse, ha puesto contra la pared a las mismas
Naciones Unidas. ¿Qué les parece?
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