domingo, 2 de junio de 2013

LA GUATEMALA IMPREVISIBLE...



Guatemala en el siglo XXI, a los 59 años de la destrucción de su democracia por los Estados Unidos, sigue siendo tan imprevisible como entonces: sin justicia, sin seguridad, sin gobernabilidad y sin desarrollo. Pues el colmo es que la oligarquía guatemalteca, a través de la queja contra el comisionado D´allanesse, ha puesto contra la pared a las mismas Naciones Unidas. ¿Qué les parece?



LA GUATEMALA IMPREVISIBLE
ESTÁ EN EL MISMO PUNTO DE SIEMPRE


Por Luciano Castro Barillas


El juicio contra el ex dictador Efraín Ríos Montt, dos meses atrás, fue el detonante de algo que en forma larvada, latente, estaba en el subsuelo social guatemalteco y que casi todos los ciudadanos volvían la cara o enterraban la cabeza, como los avestruces, para no ver el rostro siniestro de la lucha de clases antagónicas, altamente confrontativa, que sigue viva y furibunda pese a la altisonancia declarativa de los detentadores del poder político que hipócritamente cada 29 de diciembre y cada mes hacen la oblación de la rosa blanca de la paz en el Palacio Nacional, a causa de las grandes diferencias en el ingreso de los guatemaltecos que día a día crecen exponencial e irremediablemente estimuladas por un sistema de total iniquidad para las grandes mayorías depauperadas de este país. Ningún sociedad puede vivir en paz ni podrá salir adelante donde hay un déficit severísimo de vivienda, donde el empleo privado del que tanto se ufanan los empresarios, no alcanza para cubrir el mínimo vital de una familia. Donde los hospitales están atiborrados de personas enfermas que encuentran en esos lugares públicos escaso consuelo a sus dolores. Donde la educación no es ni siquiera instrucción, por la pésima formación de los docentes y bueno, son tantas y tantas las cosas negativas de este país que realmente es ya un Estado Fallido el cual, ante el fracaso de sus cuatro ejes fundamentales, justicia, seguridad, gobernabilidad y desarrollo; se piensa ya y se discute ya en corrillos diplomáticos la eventualidad de ser administrado por la comunidad internacional, tal el caso de Haití, para intentar llevar el mínimo de justicia a los 14 millones de guatemaltecos que por donde vayan solo encuentran indiferencia, abuso y discriminación. No hemos avanzado en casi nada en 15 años de suscritos los Acuerdos de Paz, a no ser la libertad de expresión sin restricciones inscritas en los grafitis de las paredes. Porque no puede decirse todo como proclaman los ultramontanos defensores del neoliberalismo: hay autocensura para no crearse problemas. Los que sí tienen la boca intemperante son los propagandistas del poder económico tal el caso de Pedro Trujillo y González Merlo. La reactivación de las fuerzas oscurantistas militaristas y oligárquicas pone en riesgo la sana convivencia en el país. Esos grupos de la ultraderecha los encabeza CACIF, opuesto a todo aquella que sea de beneficio para los pobres. Le siguen Los Milicianos de Huehuetenango, un grupo paramilitar dirigido por líderes analfabetos, pero muy ilustrado en el oficio de repartir garrote a quien discrepe de sus opiniones. Bueno y sigue la cohorte de malvados de los Ex Patrulleros de Defensa Civil, hijos legítimos, no putativos, de Ríos Montt. Se van en la cuenta el grupo de ixiles renegados que apoyan al general genocida y repiten que en Chajul, Nebaj y Cotzal no hubo genocidio. Luego, despotricando un lenguaje de la Guerra Fría y viendo todavía guerrilleros hasta en los Bosques de San Nicolás (un repartimiento urbano de ciudad Guatemala) está la Fundación Antiterrorista integrada por militares retrógrados y escuadroneros. Luego, como fósiles viviente del período jurásico se apoltronan los curtidos militares de la Asociación de Militares Veteranos de Guatemala, los fascistas de la Liga Pro Patria y haciéndoles el trabajo de ideologización académica con su pensum terrorista y antidemocrático, la Universidad Francisco Marroquín, sin dejar de incluir al ejército de guardias y policías privados, que triplican en número a la Policía Nacional Civil y da la casualidad que son empresas cuyos propietarios son, para variar, militares; incluyendo en este punto a los novísimos ejércitos privados que resguardan los enclaves mineros.

Guatemala en el siglo XXI, a los 59 años de la destrucción de su democracia por los Estados Unidos, sigue siendo tan imprevisible como entonces: sin justicia, sin seguridad, sin gobernabilidad y sin desarrollo. Pues el colmo es que la oligarquía guatemalteca, a través de la queja contra el comisionado D´allanesse, ha puesto contra la pared a las mismas Naciones Unidas. ¿Qué les parece?















Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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