La manera más simple de
definir el imperialismo es la siguiente: “Aquello que busca extender su
autoridad sobre otros”, en especial, los Estados más pequeños. Con su presencia
militar en Haití Brasil ha entrado en una fase imprudente en la que es
indispensable causar víctimas para proteger su estatuto de potencia regional.
Brasil es hegemónico ya que controla el 40% de la economía sudamericana. Es una
transformación lógica. Tanto los imperios como sus sistemas nacieron “entre
sangre y sudor”. La dominación no tiene corazón; aunque unos dominadores sean
más feroces que otros, todos se basan en la necesidad imperialista de
sometimiento para poder saquear mejor las riquezas de los demás a beneficio de
sus clases dirigentes, ya sean castas o tribus.
HAITÍ, LA PRIMERA VÍCTIMA DE
LA TENTACIÓN IMPERIALISTA DE
BRASIL
Por Joël Léon
Global Research,
June 09, 2013
“Garantizar la seguridad
pública es ocuparse de que nadie sea asesinado ni sea víctima de ninguna forma
de violencia”
Amnistía Internacional
Antes de la llagada a Haití de la
Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH, por sus siglas
en inglés), cuando se hablaba de Brasil, se hacía referencia al fútbol, al rey
Pelé o al carnaval de Rio, que constituye una maravilla artística y cultural.
Esto es tan cierto que en su cruzada por ganar los corazones y espíritus de los
haitianos, el 18 de agosto de 2004 el gobierno utilizó a la selección brasileña
de fútbol para jugar un partido de fútbol bautizado “Por la paz” contra la
selección haitiana. Aquel día supuso un tormento para nuestros patriotas
haitianos que vieron a nuestro congéneres aplaudir a los jugadores brasileños
en detrimento de sus compatriotas. Y para crucificar aún más al país, los
jugadores y dirigentes brasileños se fueron al país vecino a pasar la noche
después del partido, lo que significaba que Haití no era digno de honrar la
hospitalidad de las estrellas brasileñas. ¡No importa! Hoy, además del fútbol y
la cultura brasileña, también hay las masacres de pobres personas, el cólera y
también la arrogancia natural de un ocupante para con los sujetos vencidos. Y,
sin embargo, desde un punto de vista geopolítico y estratégico, la realidad
brasileña es radicalmente diferente y está guiada por el empeño en extender su
influencia sobre los demás países de la zona.
La manera más simple de definir el imperialismo es la siguiente: “Aquello
que busca extender su autoridad sobre otros”, en especial, los Estados más
pequeños. Con su presencia militar en Haití Brasil ha entrado en una fase
imprudente en la que es indispensable causar víctimas para proteger su estatuto
de potencia regional. Brasil es hegemónico ya que controla el 40% de la
economía sudamericana. Es una transformación lógica. Tanto los imperios como
sus sistemas nacieron “entre sangre y sudor”. La dominación no tiene corazón;
aunque unos dominadores sean más feroces que otros, todos se basan en la
necesidad imperialista de sometimiento para poder saquear mejor las riquezas de
los demás a beneficio de sus clases dirigentes, ya sean castas o tribus. En
este contexto del siglo XXI en el que la complejidad del mundo ampliado es más
difícil de controlar el juego de las alianzas en más trágico que nunca. En el
mundo hay demasiadas convulsiones, demasiados fuegos que hay que apagar,
demasiados pueblos en ebullición… Hay otros socios, sin duda menos poderosos
pero capaces de imponerse en los conflictos de débil intensidad para
salvaguardar los intereses de los más poderosos. Así se presentó Brasil.
Nos es casual que Estados Unidos y Francia hayan elegido a Brasil. Conocen
sus ambiciones imperialistas de segundo amo del hemisferio desde el punto de
vista económico: su obsesión declarada de formar parte del Consejo de Seguridad
de la ONU y también está la experiencia de los años de la dictadura en la
represión y el asesinato, elemento esencial de la tarjeta de visita
internacional de Brasil. Sin desdeñar, sin embargo, el interés de los ricos de
este país por extender sus producciones y cultura por todas partes en la zona.
Cuando estos dos conquistadores solicitaron sus servicios, sabían a ciencia
cierta que el entonces presidente Lula Da Silva no se podía resistir a esta
propuesta. Para ello había que sacrificar los vínculos y las convicciones
ideológicas para llenar su tarjeta de conquista. Así, los estadounidenses,
canadienses y franceses han legado al país de las favelas el mal de “aprendiz
tutor” ya que ellos están demasiado ocupados en hacer frente a otras
convulsiones creadas a medida en el mundo.
La misión del Brasil de Lula es “estabilizar” Haití. En términos no
diplomáticos, Brasil debe desempeñar un papel de gendarme. Los reveses sufridos
por Estados Unidos en Somalia en 1994 y 1995, y el estancamiento en Iraq y
Afganistán, y más recientemente en Libia y Siria son demasiado recientes para
aventurarse a otro problema en el que se enfrentan negros. Lula Da Silva había
abusado de los estrechos lazos culturales existentes entre ambos pueblos, Haití
y Brasil, para poner en práctica la política conquistadora.
¡Atención, progresistas
haitianos!
Algunos progresistas haitianos se dejan engañar por la lógica de las
proximidades ideológicas con el partido en el poder en Brasil manteniendo un
silencio cómplice ante la agresión imperialista brasileña contra Haití. Acto
que debe ser considerado una violación palpable del primer capítulo de la
llamada doctrina del mundo libre, la autodeterminación de los pueblos. El
ejército brasileño asegura la ocupación de Haití con 1.200 hombres y unas
docenas de policías que deliberadamente fusilan a los pobres y poseen las
mujeres haitianas con apetito. Este comportamiento es digno de cualquier
ocupante; por consiguiente, el Estado brasileño no es progresista. Por el
contrario, es depredador y le hace el trabajo sucio al imperialismo.
Tras la salida de Jean-Claude Duvalier en 1986 quienes contribuyeron a la
perpetuación de su régimen por medio del terror y de la tortura se volvieron
molestos. El tristemente célebre torturador Albert Pierre, alias “Ti boule”,
fue invitado a embarcarse hacia Brasil, un Estado que, sin embargo, no había
firmado ningún tratado de extradición con Haití. “Ti boule” se quedó allí sin
que nadie le molestara hasta su apacible muerte sin poder dar cuentas de sus
crímenes odiosos contra la nación haitiana. Así pues, existen antecedentes no
reglados entre ambos Estados que merecen que los expertos los analicen para
desvelar si no existiría algún rencor histórico del Estado brasileño contra
Haití. ¿Brasil es moralmente competente para desempeñar este nuevo papel de
policía?
¿Es Brasil moralmente apto para estabilizar Haití?
Por desgracia, Brasil no se salvó, como fue el caso de Venezuela, del
caudillismo en las décadas de 1970 y 1980. Al igual que nosotros en Haití, el
pueblo brasileño conoció la feroz dictadura militar, pero contrariamente a nosotros,
el expresidente Lula no abolió el ejército y ni siquiera lo purgó. Y he aquí
que veinticinco años después esta misma institución represiva se propulsa a la
escena internacional como guardiana de la democracia y de la estabilidad. Me
pregunto en nombre de qué moral se atribuyó esta misión al ejército brasileño,
a no ser la de la ironía.
Recuerden que yo había mencionado el carácter represivo de Brasil,
“competencia” que tuvo mucho que ver en su elección como nuevo amo de Haití. En
un documento en 2005 Amnistía Internacional señala que Brasil contaba con 52.2
homicidas por cada 100.000 jóvenes, mientras que Estados Unidos cuenta/contaba
con 32.2 homicidas por cada 100.000 jóvenes e Italia 2.1 homicidas por cada
100.000 jóvenes. Esto indica que este país está mucho más enfermo que Haití en
materia de seguridad pública, sin embrago, Brasil ha sido elegido como jefe de
misión de estabilización en Haití.
Últimamente, durante la visita del ministro de Justicia estadounidense a
Haití, Eric Holder, este declaró que países como Jamaica, Puerto Rico, la
República Dominicana son los más violentos de la zona, ¡no Haití!
Amnistía Internacional continúa: “El hecho de tener la piel negra [en
Brasil] es un factor de riesgo suplementario”, la policía brasileña es racista,
lo que explica plenamente las intervenciones asesinas de las fuerzas armadas
brasileñas en barrios pobres [de Haití], como Cité Soleil, Bel-Air, etc.
Amnistía Internacional define de la siguiente manera cómo garantizar la
seguridad publica de un país: “ Garantizar la seguridad pública es ocuparse de
que nadie sea asesinado ni sea víctima de ninguna forma de violencia” . Las
fuerzas públicas brasileñas cuentan en su historial con muchos casos de
masacres en su propio país. Así, el 31 de marzo de 2005, “29 personas fueron
asesinadas en Baixada Fluminense […] por hombres armados pertenecientes a la
policía militar […] entre 8:30 y 11 horas, al abrir fuego contra las personas
que pasaban”, según Amnistía Internacional.
Citemos algunos de los
excesos cometidos por los gendarmes brasileños:
1.- Masacre de presos desarmados en la cárcel Carandiu, en Sao Paulo en
1992. 2.- Se liquidó a niños que dormían sobre las escaleras de la catedral
Candaleria en 1993. 3.- Unos habitantes de una favela de Vigario, militantes
por los derechos de la tierra en Eldorado dos Carajas, fueron asesinados en
1997. 4.- Solo en el año 2003 los policías de Sao Paulo y Janeiro, apoyados por
el ejército, mataron a 2.110 personas, una barbarie que calificaron de legítima
defensa. 5.- “En Brasil la cantidad de homicidios es una de los más elevadas
del mundo”: circulan en este país 17 millones de armas ligeras, de las cuales 9
millones se poseen de forma completamente ilegal.
Por consiguiente, los duelos que siembran las fuerzas de ocupación en
Haití, fuertemente dominadas por Brasil, forman parte de una serie de prácticas
nacionales transferidas al seno de la institución dirigida por un comandante
brasileño. Con esta “licencia para matar” concedida a los ocupantes por los
gobiernos haitianos de los últimos nueve años, la inmunidad otorgada a los
cascos azules corre peligro de ahogarse en los enredos de la impunidad:
recordemos la indignante dejación de sus responsabilidades por parte de la ONU
en la propagación del cólera que causó miles de muertos en Haití. En el peor de
los casos, el organismo internacional se niega a pagar cualquier tipo de
indemnización a las víctimas de esta terrible epidemia que continúa cargándose
a hombres, mujeres y niños.
¿Es consciente la presidenta
Roussef de su papel de verdugo?
Según el analista haitiano Camille Chalmers, “de los 20 miembros del Estado
Mayor de la MINUSTAH, apenas hay dos sudamericanos. Los demás son
estadounidenses, franceses, italianos y canadienses”, palabras citadas en RISAL
[Red de Información y Solidaridad con América latina]. Pero si bien
aparentemente Brasil parece el amo de la situación, quien detenta el verdadero
poder entre bastidores es la alianza estadounidense-franco-canadiense. Se ha
legado a los soldados sudamericanos el papel represor de los pobres. Da la
impresión de que las ambiciones de Brasil le vuelven ciego, lo cual puede
llevar a la presidenta de este país a cometer crímenes odiosos, como es el caso
de Haití hoy. Lula ha transferido esta visón imperialista a su delfín Dilma
Rousseff, actual presidenta del país, la cual, como su tutor, prosigue con la
humillación acelerada de Haití.
La postura de los patriotas haitianos debe ser firme y sin ambages frente
al comportamiento agresivo de las fuerzas de ocupación, porque representamos el
último reducto de los indígenas. Ya se trate de estadounidenses, de franceses,
de canadienses o de cualquier otro pueblo, en cuanto cruzan las fronteras de
otro Estado, no tienen más objetivo que la subordinación. Nuestro deber de
pueblo consciente consiste en luchar hasta que se vayan.
Así, se acogió con calor y esperanza la conferencia del 31 de mayo al 1 de
junio de 2013 en Port-au-Prince sobre la salida de las fuerzas de la MINUSTAH
del país. Esta muy loable iniciativa que tiene como coordinador al honorable
senador Moïse Jean-Charles partió del Senado haitiano que exigió por unanimidad
la salida de los ocupantes del territorio nacional para el 28 de mayo de 2014.
A esto hay que añadir la gran manifestación popular ante el busto de Jean-Jacques
Dessalines, fundador de la nación haitiana, en el Champ-de-Mars, para exigir la
salida inmediata de las tropas extranjeras del país: elementos todos ellos que
demuestran la hartura del pueblo haitiano ante la presencia de colonos modernos
en las calles haitianas.
Lo que están defendiendo en Haití son los intereses nacionales brasileños y
están dispuestos a todo para ello. Esto es válido también para los demás
Estados presentes en el seno de la MINUSTAH. Hay que poner de relieve que no
hay fuerzas venezolanas o cubanas en Haití, es decir, que Dilma Rousseff
(Brasil), Michelle Bachelet (Chile), Christina Fernandez de Kirchner
(Argentina), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y otros Estados
podían rechazar la oferta intervencionista. Por consiguiente, si decidieron
entrar en Haití son ocupantes, todos ellos contribuye a humillar a nuestro
pueblo, nuestra grandeza histórica y nuestra cultura. Lula prefirió ceder a las
peticiones estadounidense, canadienses y francesas en vez de a las del pueblo
haitiano que resiste heroicamente a la servidumbre.
Son arrogantes como lo es cualquier invasor. El general saliente que mandó
las tropas de la MINUSTAH está tan cómodo en su aparato de ocupador asesino que
exigió que se volvieran a formar las fuerzas armadas Haití, que se había
disuelto legalmente. Es un cálculo a medida hecho por el gobierno brasileño. El
ejército de Haití que se había transformado en partido político fue obra de la
ocupación estadounidense de 19 años y su papel fue el de perpetuar la ocupación
mucho tiempo después de la salida de los marines. Brasil, que tienen el mando
de las tropas de la MINUSTAH, quiere tener esta misma responsabilidad de crear
un ejército nacional con vistas a mantener un control sustancial sobre el
conjunto de las instituciones nacionales por intermediación de su estructura
militar dejada en el país.
En conclusión, todos los países latinoamericanos que forman parte de las
fuerzas de ocupación de Haití lo único que hacen es defender sus intereses
nacionales en detrimento de nuestra dignidad de pueblo, de nuestra grandeza
histórica y cultural. Brasil, país que tiene el mando de las tropas, responde a
sus ambiciones estratégicas, aunque en el plano interno vive una situación más
dramática que la de Haití. Hay que señalar la hipocresía que demuestran los
gobiernos de Ecuador y Bolivia en esta situación, ellos que se jactan de ser
revolucionarios. El presidente ecuatoriano Correa luchó valientemente para
cerrar la base militar estadounidense en su suelo. El número uno boliviano Evo
Morales ha logrado fama desde el punto de vista nacionalista al expulsar a
USAID y a la compañía Coca Cola de su tierra natal. Sin embargo, sus ejércitos
participan en la degradación de Haití vía la MINUSTAH. ¡Qué hipocresía! ¿Dónde
se sitúa la práctica revolucionaria de estos dos? ¿Acaso quieren cambiar el
léxico revolucionario invitándonos a creer que los haitianos son unos animales
que no están preparados para la democracia? Además, ¡qué falta de gratitud!
Nuestros ancestros no ocuparon una parte de los países andinos después de
haberles ayudado a conquistar su independencia. Sin embargo, durante la cumbre
panamericana de Panamá estos mismos andinos nos habían indexado, ¡por supuesto,
a petición de Estados Unidos! Hoy han reincidido. ¿Qué quiere decir “ser revolucionario”
para Correa y Morales?
Progresistas haitianos, toda ocupación lleva necesariamente a la
humillación. No hay ocupantes buenos, todos son malos y masacradores. Es
esencial luchar contra la ocupación del país hasta que se vaya el último
soldado extranjero.
¡El pueblo de Haití va a convertir el 28 de mayo de 2014 en día nacional de
la desocupación del territorio nacional!
Fuente: http://www.mondialisation.ca/haiti-premiere-victime-de-la-tentation-imperiale-du-bresil/5337637
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA>
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