sábado, 15 de junio de 2013

LABRANDO LA ESTACA


(…) ¡Sepa Judas qué va a pasar aquí! La gente está que ya no se aguanta.  Y no se le ve salida por ningún lado a la situación. Cada día hay más pisto y cada día hay más hambre. ¿Quién lo entiende? Y ni modo que van a matar a todos los pobres. Porque entonces ¿de quiénes van a vivir todos los ricos?

(…) A mí se me hace que sólo están labrando la estaca puntada en que ellos mismos se van a sentar. O a saber.



LABRANDO LA ESTACA


Por Manuel José Arce

Yo digo que a saber qué va a pasar en este país. Un día de tantos la babosada va a tronar. Y bien duro. Porque lo que es la pita ya no da para más. Dicen que es “consecuencia del proceso inflacionario mundial”. Quién sabe. Quién sabe si será o no será.

Quién sabe qué quiere decir eso.

Yo solo sé que los centavos sirven cada día para menos. La gente gana  (pongamos por caso) tres pesos. Los precios siguen subiendo. Los tres pesos ya no alcanzan para sobrevivir. Entonces la gente hace una huelga para que le aumenten un poco el salario.

Si tiene la buena suerte de ganar la huelga, entonces le suben  -digamos-  a cuatro pesos. Pero los precios siguen subiendo y al día siguiente los cuatro pesos sirven para comprar menos de lo que dos días antes se compraba con un peso. ¡Y ni modo que uno se va a mantener siempre en huelga!

Porque no solo le suben a la gasolina. Le suben a la luz, al teléfono, a la comida, a la ropa, a los alquileres, a los cuadernos, a las medicinas, qué se entiende: a todo.

Y si no hubiera plata, santo y bueno. Si todos estuviéramos fregados, vaya. Pero hay algunos que cada día tienen una nueva cuenta bancaria, que inundan de chalets los lagos, las playas, las montañas; cada día es más caro el carro que estrenan y más largo el viaje que se echan y más deslumbrantes las traidas que se recetan a escondidas de la mujer. Mientras los demás, los tanates  de gente, las mayorías, están ahí, en la champita que se llueve toda, durmiendo unos encima de otros (pero por necesidad, ni modo que por el mero gustito).

¿Y para dónde?, a chambear de guardaespaldas arriesgando el cuero en todo momento, a perseguir billeteras, a asaltar gente, a hacerle tres o cuatro visitas cada noche a las pensiones (en algunas dicen que hasta les regalan pantijoses a las patojas que llevan tres clientes el mismo día).

Con razón que las casotas de los pistudos tienen tremendas murallas alrededor con garita y todo, como puros cuarteles, digo yo.

Porque, la mera verdad, es que a la hora de los mameyazos , cuando el hambre de toda la gente ya no se pueda aguantar, esos pocos platudazos van a agarrar toda la “feria”  (como dicen los rateros) y se van a largar para otra parte. Los que van a pagar el plato son los que quedan en medio: los que compraron su casita apretada, su refri y su tele y su somier por sustos, los del carrito chilero que les sangra el presupuesto cada mes. Es decir, los que están ni muy muy, ni tan tan.

Si no es por chiripa  que, entre los barrios marginales y las suntuosas colonias residenciales, estén las colonias de medio-pelo, de la que dicen pequeño-burguesía.

¡Sepa Judas qué va a pasar aquí! La gente está que ya no se aguanta.  Y no se le ve salida por ningún lado a la situación. Cada día hay más pisto y cada día hay más hambre. ¿Quién lo entiende? Y ni modo que van a matar a todos los pobres. Porque entonces ¿de quiénes van a vivir todos los ricos?

A mí se me hace que sólo están labrando la estaca puntada en que ellos mismos se van a sentar. O a saber. Tal vez  es porque dicen que el país ya se va a partir en dos con eso de las fallas y que a todos nos va a llegar candanga. Quién sabe. Yo ni entiendo de esas cosas. No más digo por decir y sin molestar a nadie.













Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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