lunes, 19 de marzo de 2012

NADIE SE ENGAÑA, EL ACTUAL GOBIERNO ES DE LOS OLIGARCAS DE SIEMPRE


Durante los últimos cincuenta años Guatemala ha sido gobernada por grupos de poder que se han identificado o que se identifican, como el actual gobierno, fuertemente con los programas políticos de la derecha guatemalteca. No es cierto que el gobierno de Álvaro Colom, a pesar de contar con elementos de la izquierda revolucionaria en su equipo, haya sido un gobierno plenamente identificado con los postulados de la izquierda, ni mucho menos como lo afirman algunos por obra de la mala fe o la ignorancia; un gobierno de la guerrilla. De eso y más escribe Luciano Castro Barillas.




Por Luciano Castro Barillas



Es que la izquierda revolucionaria (no hablo de la del tipo de la UNE)  no acaba de comprender que ese gobierno fue un desastre en todos los sentidos, dejando el peor saldo para las fuerzas progresistas, pues el común de las personas creen que la izquierda estuvo en el poder, lo cual es cierto. Hay quienes todavía defienden la “proyección social” de las remesas condicionadas y las bolsas solidarias, como si estas políticas de Estado no se hubiesen diseñado con fines de clientelismo político o hipocresía política. Se tuvo la oportunidad de prestigiar a la izquierda con un gobierno de mayor atrevimiento y desafío a los poderes económicos tradicionales y no se hizo, porque tuvimos un presidente sin personalidad, collón, ambivalente, constantemente desmintiéndose y autocorrigiéndose ante la mínima amenaza, no consciente que la institución que él representa es la encargada de dar al pueblo dirección intelectual, política y espiritual. Él no mandaba. No tenía poder ni autoridad. Él era mandado y desautorizado constantemente. Y lo afirmado no son resonancias ni ecos de los discursos de la ultraderecha guatemalteca: de veras, este hombre casado con una mujer dominante, autoritaria; no mandaba pero ni en su casa. No dirigía ni coordinaba la vida familiar, sencillamente porque siempre fue una tripa seca, sin morcilla adentro. Le faltó de todo: autoridad, valor, determinación, honradez, compenetración de su cargo, pero sobre todo sentido profundo de dignidad nacional.

Hoy que la gente ve a un gobierno que por lo menos no trae la intención de robar y hay un combate real  -que se ve- contra el latrocinio en las instituciones del Estado, a todos les parece bastante. Es un país donde nunca se ha hecho nada que no sea robar. En estos veinticinco años de apertura democrática o política esa ha sido la constante de los sucesivos gobiernos. Por primera vez  y por el momento hay un poco de decencia en algunos aspectos administrativos del Estado  (pues no puede decirse lo mismo del trato con las mineras, la criminalización de las reivindicaciones de los movimientos sociales organizados y que los ricos no paguen los impuestos que deben pagar). Indudablemente es insuficiente, pero por el momento y sin ser un defensor oficioso, yo tengo la percepción que se están haciendo esfuerzos por resolver uno de los problemas más angustiantes de los guatemaltecos como lo es la violencia, habida cuenta que fue una de las propuestas emblemáticas de su plataforma política. ¿Qué se está militarizando la sociedad con sacar a los soldados a patrullar las calles de las ciudades y aldeas? No es exactamente eso la militarización de una sociedad. Militarizar una sociedad es cooptar las instituciones democráticas, hacer preponderante el atropello y el abuso por parte de los uniformados, restringir los derechos y garantías ciudadanas en términos dictatoriales y que hegemonicen los cargos públicos los militares. La lógica nos dice que su máximo dirigente tiene formación militar y por lo tanto sus aliados de confianza son sus conmilitones. ¿O acaso  un dirigente revolucionario no buscaría como aliados políticos a su compañeros ideológicos? Es cuestión de sentido común y que haya una agenda estratégica para perpetuarse en el cargo por veinte años como ARENA en El Salvador, indudablemente la hay. Pero asunto muy diferente serían los propósitos de restaurar una dictadura militar. Histórica y socialmente ya no es posible. Los sectores intransigentes de la derecha no son a veces tan diferentes a los de la izquierda, pues por todos lados ven chompipes en bicicleta y zopilotes marcando el paso. ¿O acaso es mejor tener a los soldados de holgazanes en los cuarteles y contratar más deuda externa para incrementar el número de policías en aras de la civilidad y del prejuicio militarista? Desconstruyamos, creo yo, algunos esquemas mentales y apelemos también a los principios de la desconfianza política constante, no vulgar; que hablaba el comandante Che Guevara. La desconfianza política es condición de sobrevivencia y la vulgar asunto de educación. En una sociedad como la guatemalteca, con un pasado de horror, es totalmente comprensible una actitud de reserva con los militares. Y no digo que no deba haber  -en tanto no demuestren lo contrario-  la prerrogativa de la suspicacia, aunque se peque de mal educado por el pasado que les acompañe, sin embargo esa desconfianza se tiene que tener capacidad de situarla bien. Lo mejor es partir de las constataciones para emitir valoraciones políticas, pues lo que se ve, se cree. Lo demás son puras especulaciones de personas que ven hombres desnudos con las manos entre las bolsas y banqueros de buen corazón.

Con respecto a las cortinas de humo, ésta no es otra cosa que una política dirigida a las personas carentes de discernimiento. ¿Acaso no va a ser metido a la fuerza El Salvador en el proyecto de lucha contra el narcotráfico planificado para este año por los Estados Unidos en su iniciativa del Triángulo Norte que comprende a Guatemala, El Salvador y Honduras? Tendrá que hacerlo el escurridizo Mauricio Funes porque si no pone en riesgo el TPS. ¿Y eso es apelación a la soberanía nacional, a la dignidad revolucionaria y a la sagacidad política? Por favor, aquí somos países dependientes y hasta sodomizados por los Estados Unidos. Lo que no ha hecho ni Calderón en México ni Santos en Colombia, lo hizo Pérez Molina: rezongarle al imperio y sentarlo a dialogar. Es posiblemente que me equivoque, pero he tratado toda la vida de liberarme de las colonizaciones espirituales, vengan de donde vengan y creo que lo que percibe acertado y correcto debe asumirse. No deben esperar órdenes para poder pensar y decidir, porque entonces estamos más militarizados que a los que criticamos. En la Revolución también hay militaristas verticalistas recalcitrantes, que no comen ni dejan comer. Si no vea el lamentable ejemplo político de Pablo Monsanto cuya intransigencia y demencia política está a la orden del día. Este pernicioso sujeto a hecho más daño a las fuerzas revolucionarias que las ofensivas de Ríos Montt.  Nadie puede creer que el actual gobierno sea livianamente democrático. Para calificarlo así deben transcurrir cuatro años. Por el momento representa e impulsa una política neoliberal y está integrado por los sectores conservadores responsables del atraso de este país. Afinemos nuestros instrumentos de lucha política popular, pero no seamos delirantes, porque ya hace muchos años que algunos compañeros revolucionarios no puede bajarse de la perseguidora de los cruentos años de la represión.








Publicado por Marvin Najarro
Ct., USA.

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