sábado, 31 de marzo de 2012

¡QUE VERGÜENZA FUNES!




INTRODUCCIÓN


Hay un viejo refrán entre los pueblos y aldeas guatemaltecas cercanas a la frontera con El Salvador, resultado del intercambio por siglos entre vecinos, donde unos (los salvadoreños) se han aprovechado de otros (los guatemaltecos). Han faltado de diferentes maneras al sentido de una verdadera amistad; les han robado, engañado o sorprendido. Los guatemaltecos han visto a los salvadoreños como hermanos y la tierra guatemalteca ha estado para ellos siempre abierta y generosa, sin embargo, esa generosidad guatemalteca se ha tomado por tontera. Es la idiosincrasia de mucho salvadoreño (no todos) que ha llegado a Jutiapa y que una y otra vez actúan de manera indebida con quienes nunca los ha visto como extranjeros y que tampoco han rivalizado con ellos. Al parecer son ellos los que han rivalizado con los guatemaltecos. La defraudación de los salvadoreños no es nada nuevo en ese intercambio y movilidad humana fronteriza. Por ello, viene a cuenta el viejo refrán, acuñado en tiempos profundos y que le queda como anillo al dedo a Mauricio Funes: “Los salvadoreños son como los patos, o se cagan al entrar o se cagan al salir”.   Valentín Zamora.






Por Gustavo Berganza


Evidentemente, en El Salvador es más fácil ser periodista, criticar hasta la médula a los militares y a la derecha, exponiéndose con ello a sufrir atentados, ser despedido de TV Azteca por presiones de ARENA y ganar el premio “María Moors Cabot” por ejercer esa profesión con heroísmo y compromiso, que ser presidente y mostrar una pizca de dignidad ante las presiones de los Estados Unidos.


¡Qué vergonzosa metamorfosis la de Mauricio Funes! Un icono mediático, modelo de independencia, quien ya sentado en la poltrona presidencial renegó de su pasado para entregarse paulatinamente a los militares. Más adelante, se alió con las personas oscuras de la derecha salvadoreña, a quienes les dio puerta abierta a su gobierno y, dicen, hace negocios. Y luego, ese tránsito hacia la extrema derecha culminó en junio del año pasado en una maniobra que logró emascular a la Sala Constitucional.


No solo traidor a su imagen, a sus promesas, sino también corrupto.


¡Qué servilismo el de Mauricio Funes! Un personaje admirado por su independencia de criterio y su entereza para defender sus ideas que en el ocaso de su mandato como presidente se convierte en el celoso mastín que ataca a todo aquel que pretenda cuestionar la fracasada política antidrogas de los Estados Unidos.


Ya lo oyeron ustedes en sus propias palabras: él fue quien azuzó al tontón de Lobo y al pavaorreal de Ortega para boicotear el llamado de Otto Pérez a deliberar sobre nuevas formas de abordar el tema del narcotráfico y del combate a los carteles.


¿Qué pretender ganar Funes? ¿Qué la DEA lo nombre agente honorario? ¿Qué le de una medalla por sus servicios distinguidos en la defensa de una guerra estadounidense en la que, como en la segunda mitad del siglo XX, volvemos a ser los latinoamericanos quienes ponemos los muertos?


No entiende uno a este mandatario, que sí se anima a explorar el camino de la negociación con las maras   -aunque lo niegue-  para reducir los niveles de violencia en su país, pero teme explorar otros horizontes para reducir el poder de los carteles.


Funes, al que su victoriosa campaña electoral promocionó como “el candidato del cambio”, en efecto, ha producido un cambio. Pero no uno que transforme a la sociedad salvadoreña ni dé esperanza al istmo de renovación y de optimismo… el cambio no se produjo afuera, sino adentro, en el seno del propio Funes. Un cambió que lo alejó no solamente de la esperanzada clase media salvadoreña que lo llevó al poder, sino ahora de quienes alguna vez le tuvimos respeto como periodista. Descanse en paz la dignidad de Carlos Mauricio Funes Cartagena.









Publicado por Marvin Najarro 
CT., USA.

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