martes, 27 de marzo de 2012

POLOCHIC, MÁS UNO…



 INTRODUCCIÓN


Con fina ironía, el columnista Helmer Velásquez, habla en primera persona de rancio oligarca guatemalteco, retrógrado, egoísta y con la visión  de las cosas y de los hechos al revés; quien ve en las demandas sociales de los más pobres de Guatemala   -los campesinos sin tierra expulsados violentamente del valle del río Polochic, en Alta Verapaz-  un abuso en contra de “honorables”  familias de inversionistas descendientes de alemanes (los Widmann emparentados con el expresidente Oscar Berger), de impertinentes indígenas quekchís que ante el despojo acuden a la Corte Interamericana de Derechos Humanos a denunciar la carencia de justicia del sistema judicial guatemalteco, pero sobre todo poniendo de relieve la aparente ignorancia histórica de los oligarcas usurpadores que, amparados en fementidos títulos de propiedad, relegan el derecho de quiénes son los legítimos propietarios de las tierras de Abialaya, nombre original de América. Nada mejor para sentir un retortijó de indignación esta semana que leer este excelente y breve ensayo periodístico de alguien que sabe bastante bien hacer su oficio de una manera creativa. Luciano Castro Barillas.





Por Helmer Velásquez


Doce meses transcurren desde los trágicos y reveladores sucesos acontecidos en el valle del río Polochic, en Alta Verapaz. La tragedia llegó de la mano de la justicia, aquella que con ojos vendados y por venia del titular de un juzgado, paradójicamente llamado de Paz, ordenó lanzar a la calle a alrededor de 800 familias quekchís, que  -como se “asienta en autos”-  arrogándose derechos que según ellos se remontan a ancestros de quienes no han podido precisar con claridad sus nombres, más allá de dos generaciones previas, ni mostrar documentos legales que acrediten aquellos derechos, situación que hace suponer al juzgador que se trata, nada más, de una triquiñuela para engañarle y esquilmar derechos a honorables hombres de negocios venidos de la capital de Guatemala, y cuya honorabilidad le certifica ser descendientes de migrantes alemanes, llegados al país a inicios de la centuria anterior. Y cuyos derechos, como debe ser, se encuentran asentados en Escritura Pública fraccionada por Notario Público y asentada en los registros pertinentes.


Existen, eso sí, problemas con el tracto sucesivo de la “propiedad” aludida que se pierde en los archivos de la historia, pero qué sentido tiene hurgar en el pasado si los quekchís  -está comprobado-  son errantes, no tienen arraigo a la tierra, hoy están y mañana ya no, además no tienen tecnología, e insisten toscamente en cultivar el maíz. Es decir, al igual que los derechos que reclaman, sus vidas se corresponden al pasado. Pero  -imagínense ustedes gente de bien-  hasta donde habrá llegado la ignorancia y el atrevimiento de esta gente, que no contentos con haber sido desalojados, acuden en un arranque de terquedad, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y solicitan medidas cautelares, las cuales de forma inaudita, les son otorgadas; sin embargo, para fortuna de la sociedad moderna y “el Estaddo de derecho”, el gobierno de Guatemala, socialdemócrata, no cumple con la arbitraria medida, dictada por tan minusvalorada Corte.


Imagínense ustedes hasta donde llega el atrevimiento de estos quekchís, que hasta piden justicia por la muerte de un tal Antonio Beb Ac, que murió en la trifulca del desalojo, cuando en justicia a los herederos de aquél habría que cobrarles las horas extras que trabajaron los policías, los militares y el Señor Ministro de Gobernación con tal de ponerlos en cintura. Traigo esto a colación porque ahora que el Polochic se moviliza debería la sociedad y administradores del Estado ofrecerles alternativas de acceso a la tierra y trabajo. La indolencia frente a sus demandas provocará que continúe estirándose la pita…








Publicado por Marvin Najarro
Ct., USA.

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