domingo, 3 de junio de 2012

LOS MANIPULADOS…





INTRODUCCIÓN


Las viejas prácticas, las viejas costumbres cuesta que mueran. No importa que se hayan firmado los Acuerdos de Paz que pusieron fin a  36 años de conflicto armado interno que supuestamente iba a encaminar a Guatemala por la senda del progreso y la democracia. No ha sido así. Y aunque han dado leves avances en algunos aspectos, las condiciones sociales y económicas que propiciaron el conflicto armado siguen presentes, como también siguen presentes los viejos argumentos que la recalcitrante extrema derecha guatemalteca ha utilizado para deslegitimizar, de paso criminalizar; los justos reclamos de los sectores populares cada vez más empobrecidos por la inoperancia de un sistema político que se ocupa más de servir a los interese del gran capital foráneo y local, que de subsanar aunque se a medias los acuciantes problemas de salud, educación, vivienda y trabajo que padece la mayoría del pueblo de Guatemala. Sectores de la derecha guatemalteca, que no se han desmovilizado y que creen, con el auxilio de mentes iluminadas del extranjero, que el genocidio no existió; siguen pensando seriamente que la única manera de acabar con los focos de descontento popular es por medio del garrote y las balas. Por eso no extraña que el presidente Otto Pérez Molina ante el levantamiento popular en Santa Cruz Barillas no haya vacilado en decir: “No son del casco urbano, son maleantes de las aldeas”. “Están relacionados con narcos que no quieren un destacamento militar”. “Están manipulados por organizaciones extranjeras que se oponen al desarrollo y que serán expulsadas del país”. Manipulados por organizaciones extranjeras, así de sencillo, como en los viejos tiempos. Nada ha cambiado en Guatemala, pues se siguen criminalizando las luchas de los pobres, que se cuentan entre los más de 4 millones que votaron en contra de sus propios intereses, es decir por los partidos de derecha y sus promesas de seguridad - mano dura – y bienestar, contra 150,000 desarrapados, hambrientos y manipulados que votaron por las organizaciones revolucionarias.  Marvin Najarro








LOS MANIPULADOS




Por Luciano Castro Barillas.

A partir del incremento de las demandas sociales en Guatemala en el área rural, en pequeños poblados y ciudades, las personas que tradicionalmente han detentado el poder político y económico emiten criterios descalificativos de esos enormes contingentes humanos que organizados en diversas instancias populares tales como ligas campesinas y sindicatos de empleados públicos (pues los de las empresas privadas solo existen formalmente y están inhibidos de la lucha reivindicativa por la amenaza de despido), principalmente,  reclaman sus derechos postergados una y otra vez en inútiles mesas de diálogo donde los politiqueros tartamudean promesas y lugar en el que los sectores poderosos le apuestan al inmovilismo social, político y económico,  negando toda posibilidad de solución a la infinitud de urgentes necesidades, algunas acuciantes, que afligen la vida diaria de la multitud de trabajadores de este país sometido en los últimos decenios a las peores condiciones de vida. El comportamiento de los salarios, por ejemplo, ante el consumo,  redujo significativamente la calidad de vida de los guatemaltecos que ahora tienen dificultad para pagar o no pagar la renta de vivienda en constante crecimiento y sin control alguno de parte del Estado para proteger a los arrendatarios de la voracidad de los casatenientes, por cierto, negocio de altos réditos en un país con un altísimo déficit de viviendas. Lo mismo sucede con los alimentos, siempre escasos, no por insuficiencia en la producción agrícola de cereales, leguminosas y verduras, sino porque la gran mayoría de guatemaltecos no las pueden comprar. La carne se ha vuelto un artículo prohibitivo: ronda actualmente los 24 quetzales, o sea los 3 dólares, un precio excesivamente alto para un obrero de maquila que devengan un salario mensual de 1,500 quetzales. Pero en el campo la pauperización es dramática, desesperada, conmovedora e inquietante. El arrendamiento de tierra está igualmente caro y el único apoyo que da el Estado a los pequeños agricultores, que son realmente los responsables de alimentar a 14 millones de guatemaltecos; es de dos sacos de fertilizantes subsidiados al precio de 25 quetzales por saco, lo cual es un pequeño respiro para los campesinos pobres que no están en capacidad de  pagar 300 quetzales, que es el precio de este insumo en las prósperas despensas agrícolas particulares. Pero, por si esto fuera poco, a la pesadumbre de los guatemaltecos se le suma el altísimo costo de los servicios médicos, de un gremio compenetrado en el lucro (incluso los médicos que tuvieron la oportunidad de estudiar becados en Cuba y que obviaron el compromiso solidario de la Revolución). El servicio de salud es tan precario en dotación de medicamentos y médicos que ocupa el último lugar en América Latina junto a Haití, al punto que muchos vecinos de los departamentos fronterizos con El Salvador como  Jutiapa y Chiquimula acuden a los nosocomios salvadoreños para tener la oportunidad de recibir un tratamiento digno. El sistema educativo guatemalteco igualmente es un desastre: ocupamos en mediocridad o mala enseñanza el subcampeonato a nivel continental, acompañados como siempre del país caribeño en mención, el más pobre del continente americano, dicho sea de paso. Y hoy que se hace urgente una reforma rural porque el sistema no da para más y que la economía del campo necesita un fuerte respaldo del Estado para salir adelante, los de siempre, los caciques empresariales conchabados en CACIF salen con la cantilena de siempre: que el Estado no debe estar despilfarrando recursos, que hay que superar la aberración político-sociológica del Estado Protector, claro, cuando este obligación es con los pobres; más no cuando ellos (tal el caso de los exportadores de café) lloriqueaban a los cuatro vientos por apoyo del Estado para poder salir adelante y salvar “las exportaciones nacionales”, ya no a ellos como exportadores. Este empresariado antipatriótico sí que sabe hacer negocios con el Estado, con el dinero público: le vende suministros a precios sobrevalorados, seguramente como pago de financiación política.

Ahora bien, tras la mención sucinta de tantos hechos negativos en el país, es muy lógico entender el porqué de las movilizaciones humanas todos los días de la semana y los 365 del año. Del porqué las personas al no ser escuchadas en sus reclamos, en sus reivindicaciones, hacen plantones en las carreteras obstruyendo el tránsito, queman neumáticos que contaminan el ambiente, dejan de laborar  -como medida de presión-  en recurrentes huelgas y marchan por pueblos y ciudades insatisfechos con un sistema político y social que no les ha dado nada por generaciones. La violencia no tiene otra explicación que ésta y nunca se solucionará con políticas de seguridad militar y policíaca, porque la razón de ser son las profundas insatisfacciones sociales. Ante esta contramovilización de los oligarcas detentadores del poder tradicional ante la lucha popular, apelan delirantes esta cohorte de desgraciados al actual poder militar para que reprima y reparta tundas -en el mejor de los casos- a los trabajadores organizados, acudiendo también a los argumentos sobados e insulsos de siempre: que las personas humildes de este país que luchan por sus derechos están siendo manipuladas por grupos subversivos internacionales. ¿Se recuerda usted de ese tipo argumentos durante el conflicto armado? Si, de que eran unos canchitos (extranjeros) los que hacían la guerra y no los pueblos indígenas? Y este argumento reaccionario nacido de la inteligencia militar, da la casualidad, está siendo resucitado hoy que un general preside el gobierno, hoy que se militariza el país para proteger los intereses de los grandes inversionistas. Resulta, pues, que los trabajadores no tienen cerebro y por lo tanto carecen de discernimiento, es decir, están siendo manipulados por guatemaltecos “vividores” de la solidaridad internacional y por pícaros sujetos, extranjeros y nacionales.

¿Hacia dónde vamos, es la pregunta? Creo, sin estar inclinado a la futurología, que al desastre social y político sin paliativos, el que se columbra a no mucha distancia. Y mal por los ciegos que no lo quieren ver, quienes desde hace ya muchos años están labrando una estaca muy puntiaguda, como la punta de una bayoneta, que sirven para todo; menos para sentarse en ellas, tal lo dijera hace muchos Napoleón Bonaparte, como resultado de experimentarlo en su propio pellejo después de la batalla de Waterloo.










Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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