lunes, 11 de junio de 2012

LOS YANQUIMALTECOS





INTRODUCCIÓN


En marzo de 1954, el Secretario de Estado norteamericano, John Foster Dulles, viajó a Caracas con motivo de la 10ª Conferencia Interamericana, determinado a ganar el apoyo de los países de América Latina para que se emitiera una resolución condenando la intervención extranjera en la versión del Comunismo Internacional. Era evidente, sin embargo, que lo que quería Dulles no era una discusión sino el explícito apoyo para una intervención armada de los Estados Unidos, para castigar a Arbenz. El canciller guatemalteco, Guillermo Toriello Garrido, desafiando al prepotente y arrogante Dulles, valientemente argumentó que los Estados Unidos (…) quería encontrar la manera más expedita de mantener la dependencia económica de las repúblicas americanas y suprimir las legítimas aspiraciones de su gente, catalogando de “Comunista” toda manifestación de nacionalismo, de independencia económica y  el deseo de progresar socialmente, curiosidad intelectual y cualquier interés en reformas progresistas o liberales. El aplauso de los congregados fue unánime y sonoro, lo que terminó por enfurecer al arrogante imperialista, Foster Dulles. Contrastaba la posición intervencionista con la gallarda actitud del “Canciller de la Dignidad” con la de aquellos serviles, antipatriotas y faltos de dignidad; quienes al mando del traidor Carlos Castillo Armas, alias “Cara de Hacha” y de su Ejército de Liberación Nacional compuesto de traidores y mercenarios no vacilaron en traicionar el proyecto revolucionario del pueblo de Guatemala, poniéndose al servicio de su gran amo del norte, quien a pesar de promover y financiar esas actitudes entreguistas y antipatrióticas, sabían que  la dignidad es una virtud de los grandes hombres, misma que no tienen esos hijos de puta, de quienes el maléfico Henry Kissinger dijo (…) esos no cuentan, porque son nuestros hijos de puta. Esos son los Yanquimaltecos, especie que no se extingue y continúan bajo el conjuro de una sombra del averno atizando la llama de la discordia y del entreguismo. Marvin Najarro.


Guillermo Toriello Garrido
Guillermo Toriello Garrido, “El Canciller de la Dignidad”

























LOS YANQUIMALTECOS

Por Luciano Castro Barillas

Ese término compuesto formado de las palabras yanqui y guatemalteco, fue muy popular en 1954, cuando Guatemala sufría la peor embestida imperialista personificada en John Foster Dulles, Secretario de Estado de los Estados Unidos, cuya familia era uno de las más importantes inversionistas de la United Fruit Company y cuya nacionalización del inmenso latifundio fue el desencadenante de la vergonzosa y descarada intervención del país del norte en la vida de los guatemaltecos.   En un cónclave diplomático que tenía lugar en Caracas; la intervención del doctor Guillermo Toriello Garrido, “El Canciller de la Dignidad” -epónimo con el que se le conoció por muchos años-  sacó de control, al punto de furia, al prepotente y autoritario Secretario de Estado,  Foster Dulles, ante el despliegue de dignidad del representante de una nación pequeña y digna que defendía hasta el final su convicción en la libertad y la democracia.  El término yanquimalteco retraba de la mejor manera la actitud antipatriótica de aquellos ciudadanos guatemaltecos que se prestaban en ese momento, igual que ahora, a las maniobras de los Estados Unidos por destruir la democracia guatemalteca, que ocioso resulta decirlo, era un proyecto democrático burgués que en ningún momento perjudicaba la seguridad de los USA y mucho menos la seguridad hemisférica o mundial, como se divulgó tan ampliamente por esos meses en la prensa nacional e internacional. Nunca había estado un país pequeño sometido a un sistemático ataque del terrorismo mediático, que por esos años se hacía en papel, radio y un muy por la televisión. No había día que no se hablara en los diarios de los Estados Unidos y América Latina sobre la “conspiración del comunismo internacional” que tenía su punta de lanza en Guatemala y que de un modo u otro había que expulsar o erradicar “esa cabeza de playa” de la Unión Soviética  -Guatemala-  que pretendía expandir el comunismo y destruir las libertades y democracias de América Latina, por cierto en esos años, cundida de dictadores militares y civiles.

La palabra yanquimalteco nunca ha dejado de estar vigente en contenido político, aunque sí en desuso lingüístico porque pocas veces se pronuncia o se le ve escrita en los medios de comunicación gráficos, sea  en papel o digitales. Fue una palabra satanizada y condenada al ostracismo del lenguaje coloquial en la Guatemala trágica que surgió después de 1954. Los yanquimaltecos eran los traidores a la Patria. Los yanquimaltecos fueron los que se coludieron con fuerzas extranjeras para destruir las conquistas sociales, económicas y políticas alcanzadas por los guatemaltecos en 10 años de democracia. Los yanquimaltecos de entonces fueron todos aquellos que empujaron la rueda de la historia en reversa y que entregaron a los Estados Unidos las prerrogativas que la Revolución de 1944 empezaba a rescatar.

Pero, aunque la palabra ya nunca se usó, los yanquimaltecos están vigentes entre los que defienden las inversiones mineras, los que favorecen la instalación de hidroeléctricas que solo reporta beneficio al 0.1 por ciento de la población; los yanquimaltecos son aquellos que celebraron un Tratado de Libre Comercio desfavorable para nuestro país, son también yanquimaltecos los que favorecen la impunidad apañada por los Estados Unidos durante el conflicto armado interno y yanquimaltecos son todos los guatemaltecos renegados, inmigrantes que residen en los Estados Unidos que no quieren saber nada de Guatemala, porque afirman  -resentidos que son- (…) que Guatemala nunca les dio nada. Pero hay una nueva variedad de yanquimaltecos, surgidos apenas hace unos 15 días: los que quieren una Reforma Constitucional, guardada en el rincón de las inmundicias por Manuel Ayau, hecha a su medida, o sea, de los oligarcas y sus amos internacionales.

Lo yanquimalteco, pues, siempre ha estado vigente.











Publicado por Marvin Najarro
CT., USA. 

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