jueves, 17 de octubre de 2013

LA ALIANZA SAUDÍ-ISRAELÍ

Con un informe de los medios de comunicación sobre una reunión secreta en Jerusalén y la referencia indirecta del primer ministro israelí Netanyahu, en su discurso ante la ONU, la distensión entre Israel y Arabia Saudita está emergiendo lentamente de las sombras. Pero esta poderosa colaboración podría significar un problema para la diplomacia de EE.UU. en el Medio Oriente.


SALE A RELUCIR ALIANZA SAUDÍ-ISRAELÍ


Por Robert Parry

El 29 de agosto, cuando publiqué el  artículo titulado “The Saudi-Israeli Superpower", que describe el surgimiento de una extraña alianza entre estos dos enemigos tradicionales, la historia fue recibida con escepticismo en algunos sectores. Pero, cada vez más, esta alianza secreta se hace pública.

El 2 de octubre, Chanel 2 TV de Israel reportó que altos funcionarios  de seguridad israelíes se reunieron en Jerusalén con sus contrapartes de un estado del Golfo, se cree que fue el príncipe Bandar bin Sultan, ex embajador saudí en Estados Unidos y ahora jefe de la inteligencia de ese país.

Y, un día antes de ese reporte de la televisión, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, hizo alusión a la nueva relación en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, que se dedicó en gran parte a vilipendiar a Irán por su programa nuclear y amenazar con una acción militar unilateral de Israel.

En medio de la belicosidad, Netanyahu dejo caer una pista, en gran parte olvidada, de las cambiantes relaciones de poder en el Medio Oriente, diciendo: "El peligro de un Irán con armas nucleares y el surgimiento de otras amenazas en nuestra región han llevado a muchos de nuestros vecinos árabes a reconocer, finalmente reconocer, que Israel no es su enemigo. Y esto nos da la oportunidad de superar las históricas animosidades y construir nuevas relaciones, nuevas amistades, nuevas esperanzas”.

Además de la animosidad que Arabia Saudita e Israel comparten hacia Irán, la creciente colaboración que se ha forjado  tras bambalinas también gira en torno a intereses comunes, como en el apoyo al golpe de Estado militar en Egipto, que removió del poder al presidente electo de la Hermandad Musulmana, Mohamed Morsi, y en tratar de derrocar al régimen de Assad en Siria.

A mediados de septiembre, el embajador de Israel en los Estados Unidos, Michael Oren, incluso abrazó la estrategia de Arabia Saudita en Siria, cuando anunció que Israel preferiría que los yihadistas respaldados por los sauditas prevalecieran en Siria, por sobre la continuación del gobierno del presidente Bashar al –Assad respaldado por Irán.

"El mayor peligro para Israel está en el arco estratégico que se extiende desde Teherán a Damasco y Beirut. Y vemos al régimen de Assad como la piedra angular de ese arco", le dijo Oren en una entrevista al Jerusalem Post. “Siempre quisimos que Bashar Assad se fuera, siempre preferimos a los chicos malos que no están siendo respaldados por Irán, a aquellos chicos malos que están siendo respaldados por Irán".

Arabia Saudita, que sigue la forma ultraconservadora wahabí del Islam sunita, comparte la visión estratégica de Israel de que la media luna chiita, que se extiende desde Irán a través de Irak y Siria hasta los bastiones de Hezbolá en el Líbano, debe romperse.

La presencia del mundano Bandar bin Sultan como nuevo jefe de inteligencia de Arabia Saudita sirve ahora para promover aún más la distensión entre Arabia Saudita e Israel. Bandar, como el ex embajador saudí en Estados Unidos, que trabajó en estrecha colaboración con la administración neoconservadora de George W. Bush, no comparte el crudo antisemitismo y la antipatía visceral que antes tuvieron hacia Israel algunos dirigentes saudíes. Es un jugador inteligente que entiende el tablero de ajedrez de la geopolítica global.

Fuerzas complementarias

La emergente alianza saudí-israelí, también refleja el reconocimiento de que los dos países tienen en el "poder blando" fuerzas complementarias que, cuando se combinan, podrían crear una nueva superpotencia en el Medio Oriente y posiblemente en el mundo. Mientras que los israelíes son maestros de la propaganda y la presión política (especialmente en los Estados Unidos), Arabia Saudita puede tirar de los hilos a través de su extraordinario acceso al petróleo y dinero.

Israel y Arabia Saudita demostraron cómo su nuevo enfoque de equipo funcionaba cuando apoyaron a los militares egipcios en su sangriento golpe de estado contra el gobierno electo de Morsi en Egipto. Mientras que Arabia Saudita aseguró al régimen golpista de un flujo constante de dinero y de petróleo, los israelíes se fueron a trabajar a través de su lobby en Washington para asegurarse de que el presidente Barack Obama y el Congreso no declarara el golpe, un golpe de estado, y por lo tanto provocar el corte de la ayuda militar de EEUU...

En otro nivel, Arabia Saudita puede echar mano de sus abundantes sumas de dinero en efectivo para financiar las fuerzas "irregulares", incluyendo a las fuerzas yihadistas conectadas a al-Qaeda, que luego pueden ser desplegadas para atacar a sus adversarios regionales, como Assad en Siria, o incluso para infligir dolor a las tradicionales superpotencias.

De acuerdo a un relato diplomático filtrado de la reunión del 31 de julio en Moscú, Bandar le informó al presidente ruso Vladimir Putin de que Arabia Saudita tiene una fuerte influencia sobre los extremistas chechenos que han llevado a cabo numerosos ataques terroristas contra objetivos rusos y recientemente han sido desplegados para luchar contra el gobierno de Assad en Siria.

En medio de los llamados de Bandar para que Rusia cooperara con la posición de Arabia Saudita  en Siria, Bandar, supuestamente habría ofrecido garantías de protección contra los ataques terroristas chechenos en los Juegos Olímpicos de Invierno del próximo año organizados por Rusia en la ciudad de Sochi. "Te puedo garantizar la protección de los Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad de Sochi, en el Mar Negro el próximo año", Bandar habría dicho. "Los grupos chechenos que amenazan la seguridad de los juegos son controlados por nosotros."

Según este relato, Putin respondió: "Sabemos que has apoyado a los grupos terroristas chechenos durante una década. Y ese apoyo, del que has hablado francamente hace un momento, es completamente incompatible con los objetivos comunes de lucha contra el terrorismo global”.

Ética Situacional

Con los años, Bandar ha tratado el tema del "terrorismo" como una especie de ética de la situación, usando el término para desprestigiar movimientos políticos desfavorecidos por la familia real saudí, mientras que a los grupos violentos apoyados por Arabia Saudita se les ha dado el trato de  luchadores por la libertad. Esa técnica retórica ha sido bien perfeccionada desde los días en que Arabia Saudita y la administración Reagan invirtieron miles de millones de dólares en apoyo a los muyahidines afganos y sus aliados yihadistas árabes que combatían a las tropas soviéticas en la década de 1980.

La guerra contra los soviéticos en Afganistán trajo a la prominencia al saudita Osama bin Laden y a los terroristas que más tarde se consolidaron bajo la marca global, al-Qaeda. En la década de 1980, estos yihadistas itinerantes fueron aclamados como luchadores por la libertad y valientes defensores del Islam, pero, en la década de 1990, comenzaron a hacer blanco de ataques terroristas a los Estados Unidos.

Luego, el 11 de septiembre de 2001, 19 miembros de al-Qaeda -15 identificados como ciudadanos saudíes- secuestraron cuatro aviones comerciales de Estados Unidos y los utilizaron para infligir unas 3.000 muertes en Nueva York, en el Pentágono y en un campo en Pennsylvania. En ese momento, Bandar era el embajador saudí en Washington y estaba tan cerca de la familia Bush, que llegó a recibir el apodo de "Bandar Bush".

Bandar estaba también muy cerca de la familia Bin Laden. Después de los ataques del 9/11, Bandar reconoció haber conocido a Osama bin Laden en el contexto de bin Laden agradeciéndole a Bandar por su ayuda en la financiación del proyecto de la jihad afgana. "No me impresionó, para ser honesto con ustedes", le dijo Bandar a Larry King de CNN sobre bin Laden. "Pensé que era un hombre sencillo y muy tranquilo."

El único segmento del informe de la Comisión del 9/11 en ser tachado fue la parte referente a la supuesta financiación saudí de al-Qaeda.

La amenaza, estilo mafia, de Bandar hacia los juegos de Sochi -una versión de los"lindos Juegos Olímpicos que tienes aquí, sería una vergüenza si algo terrible les sucediera"- fracasó en intimidar a Putin. De hecho, me dijeron que fue la ira de Putin la que alimentó su decisión de intervenir en la crisis siria para evitar la amenaza de una acción militar de EEUU, diseñada para "degradar" al ejército sirio.

Los rebeldes apoyados por Arabia Saudita habían planeado montar una operación que coincidiera con el bombardeo de EEUU, una ofensiva final para derrocar al régimen de Assad- y se pusieron furiosos cuando la diplomacia rusa frenó el ataque de los EEUU.

Como lo muestra la casi intervención directa de EEUU en la guerra civil en Siria, la alianza entre Israel y Arabia Saudita puede ser problemática para los intereses estadounidenses en el Medio Oriente, al tratar de limitar las opciones pacíficas disponibles para el presidente Obama. Por medio de la presión a la clase política de Washington, Arabia Saudita e Israel pueden accionar sobre los diferentes actores que se benefician del tráfico de influencias en los EEUU.
Los multimillonarios petroleros sauditas tienen la capacidad de influenciar en ambas salas de las juntas de Wall Street y las oficinas corporativas de los  gigantes de la energía de Texas, mientras que Israel tiene un poder de cabildeo sin precedentes en el Congreso y puede desplegar su red de propagandistas neoconservadores para darle forma a cualquier debate sobre la política exterior de Estados Unidos.

Por lo tanto, la nueva alianza entre Israel y Arabia Saudita puede poner en peligro las estrategias de Estados Unidos y Rusia para la negociación de acuerdos en las crisis de Oriente Medio. Cuando los líderes israelíes y saudíes  dicen que no, es difícil de modelar una estrategia eficaz para hacer frente a la pérdida de la democracia en Egipto, por ejemplo, o continuar las negociaciones para resolver las crisis con Siria e Irán.

El único contrapeso posible y lo suficientemente fuerte como para hacerle frente a esta nueva potencia entre Israel y Arabia Saudita, sería un coordinado y determinado esfuerzo de Estados Unidos y Rusia. De esta manera,  la extraña pareja de Netanyahu y ​​Bandar podría traer como resultado la irónica consecuencia de empujar para que se unan otra extraña pareja, Barack y Vlad.



Traducido del inglés por Marvin Najarro










Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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