Ya días que la Corte de Constitucionalidad
guatemalteca perdió el rumbo de ser la ecuánime institución encargada de velar
por la debida aplicación de la ley. Fue, ahora sí y sin disimulo, cooptada por
quienes mandan y gobiernan este país: las cámaras empresariales aglutinadas en
el CACIF. A Ríos Montt no se le persigue por matar hombres armados que lo
enfrentaron; se le persigue y debe castigársele por matar a personas
desarmadas, entre ellos, mujeres, niños y ancianos. Esa es la pequeña diferencia.
SONORO CUESCO DE LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD
GUATEMALTECA
Por Luciano Castro Barillas
Solo en Guatemala podía acontecer tamaño desaguisado, que el máximo órgano
institucional en la administración de justicia y encargado de dar orientación
intelectual a los ciudadanos, la Corte de Constitucionalidad, mande, ordene; la
ejecución de un fraude de ley y desoriente, en la peor actitud servil que se
tenga noticia de una corte cuya alta investidura conferida por el Estado, no
sea más que un trapo holgado que les queda demasiado grande -a excepción de la
señora Sierra que por lo menos razonó su voto-
para su miserable y absoluta falta de dignidad como personas y su
inquietante ausencia de ética profesional. Son, sin paliativos, unos consumados
granujas disfrazados de magistrados honorables cuyo sentido del honor lo
desconocen y que se mueven en los mismos niveles de indecencia de los cientos
de orates que corroen la poco que queda de la endeble democracia guatemalteca.
Ya días que esa Corte perdió el rumbo de ser la ecuánime institución encargada
de velar por la debida aplicación de la ley. Fue, ahora sí y sin disimulo,
cooptada por quienes mandan y gobiernan este país: las cámaras empresariales
aglutinadas en el CACIF. Ya ellos habían solicitado descaradamente (pues sus
actividades son productivas y no políticas si a formalidades nos atenemos) la anulación
de la sentencia dictada contra el genocida Efraín Ríos Montt y se sintieron a
la vez tremendamente ofendidos cuando el testigo especial, Hugo, afirmó en su
declaración testimonial durante el aporte de pruebas, que el principal
responsable de las masacres en Nebaj era precisamente, el actual presidente,
Otto Pérez Molina. La simbiosis letal del poder económico, político y militar
actual dio lugar a que la Cobarde Corte, CC; diera por sentirse intimidada y
virtualmente zurrada o pisteada para
emitir una contradictoria resolución, contraria a lo resuelto por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en la consulta hecha en su momento y que en
el párrafo 44 literalmente dice: “Como
consecuencia de la manifiesta incompatibilidad entre las leyes de autoamnistía
y la Convención de Derechos Humanos, las mencionadas leyes carecen de efectos
jurídicos y no pueden seguir representando un obstáculo para la investigación
de los hechos que constituyen este caso, ni para la identificación y castigo a
los responsables…”. El Decreto 8-86
o Ley de Amnistía no fue otra cosa que el oportuno blindaje para las futuras
acciones legales que con el tiempo se iban a dar y la que despiertos y avisados
militares y aliados de esos años la concibieron como oportuna. Las amnistías,
en cualquier parte del mundo, ciertamente, son para las acciones de guerra de
los bandos en conflicto. Hombres que empuñando armas saben a qué se atienen al
tomar esa determinación. Por lo tanto, a
Ríos Montt no se le persigue por matar guerrilleros, hombres armados que lo
enfrentaron; se le persigue y debe castigársele por matar a personas
desarmadas, entre ellos, mujeres, niños y ancianos. Esa es la pequeña
diferencia. Se le persigue por genocida y porque en su delirante concepción
militar del enemigo, fueron más los
imaginados que los reales, actitud propia de un demente criminal.
Ahora bien, hablar de los nefandos abogados Francisco García Gudiel, quien
asumió la defensa de Ríos Montt con el propósito de recusar, de dejar fuera del
proceso de juzgamiento a la digna jueza Yassmín Barrios y con quien tiene una
visceral enemistad; es una sucia maniobra
-estos cochinos abogados le llaman estrategia- antiprofesional propia de personas que ven en
el ejercicio del derecho una vil práctica de mercado: oferta y demanda. Y si el
abogado en mención es el paradigma de la indignidad, están aún peor los
abogados Saúl Calderón y Moisés Galindo quienes en un campo pagado
“agradecieron” a Ríos Montt el favor de ser sus abogados… Auténticos y
consistentes promontorios de heces fecales ese tipo de profesionales ¿no le
cree, lector amigo? ¿Qué vaya a pasar con las gestiones ante la Comisión de
Derechos Humanos en Washington que se hará estos días por parte de los abogados
de la defensa de los cientos de personas agraviadas? El tiempo lo dirá, pero el
corazón de la justicia en este momento sigue acongojado ante las pocas
esperanzas que hay que los órganos jurisdiccionales guatemaltecos hagan una
justicia, no pronta por los 30 años transcurridos, pero al menos podría ser
cumplida.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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