Preocupan los niños
robotizados que pasan horas divirtiéndose con la violencia virtual, y quienes además
de la escuela, tienen la agenda llena, con cursos de idiomas, natación, etc.,
sin tiempo para jugar con otros niños y de ese modo sin posibilidad de educarse
en los códigos de sociabilidad, como saber reconocer sus propios límites y
respetar el derecho de los otros.
Todos hemos visto cómo una niña da de beber a una muñeca, aunque ella sepa
perfectamente que las muñecas no beben, igual que los niños conversan con los
perros como si éstos fueran capaces de responder en el mismo lenguaje.
Es imprescindible para nuestra salud síquica disfrutar al máximo, en la
infancia, nuestro universo onírico. Aunque las muñecas no beban el jugo que les
ofrecemos, ni los perros puedan entablar diálogo con una persona, ésta atribuye
a la muñeca y al animal estados emocionales propios de los seres humanos.
Todo niño es un actor/actriz, capaz de desempeñar múltiples papeles. La
niña es madre, hermana, abuela, profesora y médica de la muñeca. Se da
interacción entre las dos. La muñeca, gracias a la proyección onírica de la
niña, responde, llora, come, bebe y defeca.
La fantasía es el recurso mimético que permite al niño trasladar, a su
manera, el universo de los adultos a su mundo y, al mismo tiempo, es el
complemento de la sabiduría infantil, proveedora de sentido y animación al que,
para los ojos adultos, carece de sentido y permanece inanimado.
El niño, montado en la punta de una escoba, se siente intrépido en su
caballo. Dele un caballo de juguete, con arreos y melena, y es probable que a
los pocos días abandone el regalo para volver a su escoba, que dialoga con su
imaginación. Vaciar la infancia de todo cuanto tiene de propio, como
actividades lúdicas, jugar al aro, al escondite, y reunirse con sus amiguitos,
es esencial para un futuro saludable cuando sea adulto.
Sin embargo hoy día esa exigencia se vuelve más difícil. La calle se ha
vuelto peligrosa, amenazada por la violencia y el tráfico. Los niños quedan
encerrados en casa, confinados en apartamentos, dedicados a los juegos
electrónicos, la tv e internet.
En la misa del domingo vi a dos niños compartiendo un smartphone, mientras
sus padres participaban en la liturgia. Estuvieron todo el tiempo atentos al
hombre araña arrasando a sus adversarios.
¿Qué se va a esperar de un adulto que de niño se divertía con la violencia
virtual y pasaba horas practicando asesinatos mediante los muñequitos
electrónicos? ¿Y de una niña que a los 4-5 años se maquilla como una mujer
adulta, habla como adulta, manifiesta deseos de adulta, padeciendo la
esquizofrenia de ser biológicamente infantil y sicológicamente ‘adulta’?
La pubertad, momento crítico para todos nosotros, es más angustiante para
esta generación que no exprimió su potencial de fantasías. El miedo a lo real
es más acentuado, igual que la dependencia familiar en que viven muchos jóvenes
de entre 25 y 30 años, al abrigo del hogar paterno.
Esa inseguridad frente a lo real es la puerta de entrada para la
vulnerabilidad ante las drogas. El traficante, merced a una perversa intuición
profesional, ofrece gratis su mercancía a los adolescentes, como si les
advirtiese: “Tú ya no puedes soñar con tu propia cabeza. Pero no temas, hay
otro modo de huir de la realidad y de ´viajar’ legalmente. Sólo que ahora
dependes de la química. Experiméntalo”.
Me preocupan también los niños robotizados que, además de la escuela,
tienen la agenda llena, con cursos de idiomas, natación, etc., sin tiempo para
jugar con otros niños y de ese modo sin posibilidad de educarse en los códigos
de sociabilidad, como saber reconocer sus propios límites y respetar el derecho
de los otros.
Quizás esa robotización explique un fenómeno tan común en las grandes
ciudades: adolescentes y jóvenes que, en el bus o en el metro, se hacen los
ciegos al ver de pie a personas de edad, deficientes físicos o mujeres
embarazadas, y permanezcan sentados tranquilamente, burlándose de la más
elemental educación.
El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico, conocido
internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 56 libros de
diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y
juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue
premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986
fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. Asesor de
movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento
de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política
del Brasil en los últimos 50 años.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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CT., USA.
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