El sionismo como
movimiento y doctrina política en época reciente surge a finales del siglo XIX,
proceso que concluyó con la creación del Estado de Israel en 1948 auspiciado
por las Naciones Unidas y como resultado del Holocausto que fue el motivo más
sensible después de las atrocidades sufridas por todo Europa durante el régimen
nazi de Adolfo Hitler. Su nombre se origina de la colina de Sión, lugar donde
se erigió el templo de Jerusalén, arquitectura religiosa culminante de la
religión judía y centro de cohesión y disenso de la sociedad de entonces.
EL SIONISMO EN SUS
ORÍGENES
ERA UNA IDEA JUSTA (II)
Theodor Herzl, padre del sionismo político. |
Por Luciano Castro Barillas
El presente ensayo es el requisito previo al
análisis de las declaraciones del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad,
durante su visita a Nueva York, con motivo de 67 Asamblea General de las Naciones
Unidas 2012.
Los antecedentes del sionismo son tan
ancestrales como la propia religión judía, tal el caso de Moisés que 1,200
antes de Cristo fue un referente para la historia y la religión judía, después
de encabezar la liberación de los judíos del faraón Ramsés II. . Sus sucesivos cautiverios
fueron creando una cultura de la liberación reificando sus ideas y sus esperanzas
de una vida plena como nación en la figura del esperado Mesías o Libertador.
Sus esclavitudes fueron reales, no metafóricas, pues fueron cautivos en Egipto,
Babilonia, Siria, Persia Roma, Turquía y
Alemania; y ya se sabe las infinitas
penas que sufren los hombres en esa condición a manos de los poderosos. El
sionismo como movimiento y doctrina política en época reciente surge a finales
del siglo XIX, proceso que concluyó con la creación del Estado de Israel en
1948 auspiciado por las Naciones Unidas y como resultado del Holocausto que fue
el motivo más sensible después de las atrocidades sufridas por todo Europa
durante el régimen nazi de Adolfo Hitler. Su nombre se origina de la colina de
Sión, lugar donde se erigió el templo de Jerusalem, arquitectura religiosa
culminante de la religión judía y centro de cohesión y disenso de la sociedad
de entonces. El término sionismo fue acuñado por el filósofo austriaco de origen
judío de nombre Nathan Birbaum en 1890 y esa ideología milenaria mantuvo
siempre la unidad de los judíos, la promesa de su Dios de permitirles regresar
a sus territorio Eretz Israel (Tierra de
Israel). Pero ya en el siglo XVII, cuando la Ilustración europea echaba luz
sobre la escolástica medieval
oscurantista tergiversadora del pensamiento de Aristóteles; ese esfuerzo de la
razón humana sintetizada en pensadores como Voltaire o Rousseau, por ejemplo,
promovió un cisma y un encontronazo entre dos posiciones sionistas: el Haskalá,
que era el movimiento secular inspirado por la Ilustración europea cuya
propuesta era impulsada por el sentimiento nacional judío y que de hecho
sustituía a la religión como fuerza unificadora
y el judaísmo tradicional, ortodoxo, fundado en los ritos y ordenanzas
tradicionales de la añeja e intransigente religión, poco acomodaticia a los
nuevos tiempos. Los judíos no eran en Europa ciudadanos con plenos derechos,
estaba asimilados a una estructura social y política que les hacía ver siempre
como extranjeros o ciudadanos de segunda clase, como ocurre actualmente a los
emigrantes guatemaltecos o latinoamericanos que pese a ser “ciudadanos americanos”,
no son considerados como tal, pese al estatuto legal que se les confiere. Ese
era el problema, una posición religiosa que no permitía una identificación
nacional: antes que alemanes, polacos, franceses o españoles, los judíos eran
judíos. Actitud que hería, lastimaba o fastidiaba el sentimiento del país donde
residían y que los exhibía como malagradecidos. La igualdad política de los
judíos por fin se da en Francia como resultado de la Revolución Francesa. La
proclamación de los Derechos del Hombres también les alcanza transitoriamente,
pues posteriores acciones antisemíticas de autoridades y ciudadanos franceses
dicen todo lo contrario. A estas alturas históricas los judíos eran ya ricos o
capitalistas y tenían bancos exitosos en Alemania, Inglaterra e Italia, último
país donde su actividad financiera no fue tan próspera por la competencia del
dinero del Vaticano, es decir, de una curia vaticana demasiado preocupada en
las cosas materiales. Esa posición social (la otorgada por el dinero) estimuló
el antisemitismo en países como Alemania y el imperio Austro-Húngaro, donde
incluso surgieron partidos políticos antisemitas, siendo el más conocido por
sus atrocidades y más inmediato en la historia, el Partido Nacional
Socialista de Alemania. También el
antisemitismo, 50 años atrás, se había
exacerbado en los países eslavos por el asesinato del zar Alejandro II, lo cual
originó disturbios antijudíos e implementación de pogroms (ataque contra la
propiedad o la vida de minorías raciales),
acusándose a los judíos, entre otras cosas absurdas, de asesinar y comer
niños en sus rituales, acusaciones curiosamente utilizadas en Guatemala contra
los comunistas luego del triunfo de la contrarrevolución auspiciada por los
Estados Unidos en 1954. De esa época de los pogroms rusos es que se origina la
inmigración de judíos rusos a Argentina, en primer lugar, y a los Estados Unidos en menor escala. La
circunstancia de ser chivos expiatorios terminó por cansar a los judíos en
todas parte del mundo, ahora a causa de
su riqueza (no por haber matado a Cristo; eso era lo de menos), lo que les
plantea con más fuerza la necesidad de establecerse en Palestina, iniciativa
que contó con entusiastas judíos multimillonarios como el barón Edmond de
Rothschild, joven descendiente de la
aristocracia financiera europea, familia a los que los reyes de España le
debían hasta los calzones, dicho sea de paso, al pensar en la actual crisis
española. En la búsqueda del hogar judío se agotaron las alternativas, al punto
que el actual Estado de Israel se pensó establecer en Uganda, idea promovida
por los políticos ingleses, siendo rechazado por el VII Congreso, porque para
los judíos blancos era una aberración crear un Estado de blancos en corazón de
la África negra. A todo esto, las ideas iniciales del judío austriaco Theodor
Herzl impulsadas en 1896 y su ideología sintetizada en el libro “El Estado
Judío”, no fue bien recibida por los judíos ricos, ni por el emperador alemán
Guillermo II, tampoco por el sultán otomano Abdülhamit II, cabeza de la
potencia ocupante del territorio palestino, éste degenerado vivía más
preocupado por su dotación de vírgenes anuales, que él se encargaba en un
delicioso trabajo, de desvirgar sin ninguna consideración. En fin, Israel
Zangwill, terminó frustrado sus últimos días, pues su Organización Territorial
Judía, cuya misión era buscar en cualquier lugar del mundo un territorio para
los judíos apátridas; fue incomprendida, pues los judíos ortodoxos -los más ricos e influyentes- apoyaban la colonización únicamente en
Palestina, pues no querían vivir en su Estado rodeados de indios, negros o
chinos.
Para mañana miércoles
la tercera parte.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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