lunes, 1 de octubre de 2012

EL SIONISMO…


            
El sionismo como movimiento y doctrina política en época reciente surge a finales del siglo XIX, proceso que concluyó con la creación del Estado de Israel en 1948 auspiciado por las Naciones Unidas y como resultado del Holocausto que fue el motivo más sensible después de las atrocidades sufridas por todo Europa durante el régimen nazi de Adolfo Hitler. Su nombre se origina de la colina de Sión, lugar donde se erigió el templo de Jerusalén, arquitectura religiosa culminante de la religión judía y centro de cohesión y disenso de la sociedad de entonces.



EL SIONISMO EN SUS ORÍGENES
ERA UNA IDEA JUSTA (II)

Theodor Herzl, padre del sionismo político.




















Por Luciano Castro Barillas

El presente ensayo es el requisito previo al análisis de las declaraciones del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, durante su visita a Nueva York, con motivo de 67 Asamblea General de las Naciones Unidas 2012.

Los antecedentes del sionismo son tan ancestrales como la propia religión judía, tal el caso de Moisés que 1,200 antes de Cristo fue un referente para la historia y la religión judía, después de encabezar la liberación de los judíos del faraón Ramsés II. . Sus sucesivos cautiverios fueron creando una cultura de la liberación reificando sus ideas y sus esperanzas de una vida plena como nación en la figura del esperado Mesías o Libertador. Sus esclavitudes fueron reales, no metafóricas, pues fueron cautivos en Egipto, Babilonia, Siria, Persia  Roma, Turquía y Alemania;  y ya se sabe las infinitas penas que sufren los hombres en esa condición a manos de los poderosos. El sionismo como movimiento y doctrina política en época reciente surge a finales del siglo XIX, proceso que concluyó con la creación del Estado de Israel en 1948 auspiciado por las Naciones Unidas y como resultado del Holocausto que fue el motivo más sensible después de las atrocidades sufridas por todo Europa durante el régimen nazi de Adolfo Hitler. Su nombre se origina de la colina de Sión, lugar donde se erigió el templo de Jerusalem, arquitectura religiosa culminante de la religión judía y centro de cohesión y disenso de la sociedad de entonces. El término sionismo fue acuñado por el filósofo austriaco de origen judío de nombre Nathan Birbaum en 1890 y esa ideología milenaria mantuvo siempre la unidad de los judíos, la promesa de su Dios de permitirles regresar a sus  territorio Eretz Israel (Tierra de Israel). Pero ya en el siglo XVII, cuando la Ilustración europea echaba luz sobre la escolástica  medieval oscurantista tergiversadora del pensamiento de Aristóteles; ese esfuerzo de la razón humana sintetizada en pensadores como Voltaire o Rousseau, por ejemplo, promovió un cisma y un encontronazo entre dos posiciones sionistas: el Haskalá, que era el movimiento secular inspirado por la Ilustración europea cuya propuesta era impulsada por el sentimiento nacional judío y que de hecho sustituía a la religión como fuerza unificadora  y el judaísmo tradicional, ortodoxo, fundado en los ritos y ordenanzas tradicionales de la añeja e intransigente religión, poco acomodaticia a los nuevos tiempos. Los judíos no eran en Europa ciudadanos con plenos derechos, estaba asimilados a una estructura social y política que les hacía ver siempre como extranjeros o ciudadanos de segunda clase, como ocurre actualmente a los emigrantes guatemaltecos o latinoamericanos que pese a ser “ciudadanos americanos”, no son considerados como tal, pese al estatuto legal que se les confiere. Ese era el problema, una posición religiosa que no permitía una identificación nacional: antes que alemanes, polacos, franceses o españoles, los judíos eran judíos. Actitud que hería, lastimaba o fastidiaba el sentimiento del país donde residían y que los exhibía como malagradecidos. La igualdad política de los judíos por fin se da en Francia como resultado de la Revolución Francesa. La proclamación de los Derechos del Hombres también les alcanza transitoriamente, pues posteriores acciones antisemíticas de autoridades y ciudadanos franceses dicen todo lo contrario. A estas alturas históricas los judíos eran ya ricos o capitalistas y tenían bancos exitosos en Alemania, Inglaterra e Italia, último país donde su actividad financiera no fue tan próspera por la competencia del dinero del Vaticano, es decir, de una curia vaticana demasiado preocupada en las cosas materiales. Esa posición social (la otorgada por el dinero) estimuló el antisemitismo en países como Alemania y el imperio Austro-Húngaro, donde incluso surgieron partidos políticos antisemitas, siendo el más conocido por sus atrocidades y más inmediato en la historia, el Partido Nacional Socialista  de Alemania. También el antisemitismo, 50 años atrás,  se había exacerbado en los países eslavos por el asesinato del zar Alejandro II, lo cual originó disturbios antijudíos e implementación de pogroms (ataque contra la propiedad o la vida de minorías raciales),  acusándose a los judíos, entre otras cosas absurdas, de asesinar y comer niños en sus rituales, acusaciones curiosamente utilizadas en Guatemala contra los comunistas luego del triunfo de la contrarrevolución auspiciada por los Estados Unidos en 1954. De esa época de los pogroms rusos es que se origina la inmigración de judíos rusos a Argentina, en primer lugar,  y a los Estados Unidos en menor escala. La circunstancia de ser chivos expiatorios terminó por cansar a los judíos en todas parte del mundo,  ahora a causa de su riqueza (no por haber matado a Cristo; eso era lo de menos), lo que les plantea con más fuerza la necesidad de establecerse en Palestina, iniciativa que contó con entusiastas judíos multimillonarios como el barón Edmond de Rothschild,  joven descendiente de la aristocracia financiera europea, familia a los que los reyes de España le debían hasta los calzones, dicho sea de paso, al pensar en la actual crisis española. En la búsqueda del hogar judío se agotaron las alternativas, al punto que el actual Estado de Israel se pensó establecer en Uganda, idea promovida por los políticos ingleses, siendo rechazado por el VII Congreso, porque para los judíos blancos era una aberración crear un Estado de blancos en corazón de la África negra. A todo esto, las ideas iniciales del judío austriaco Theodor Herzl impulsadas en 1896 y su ideología sintetizada en el libro “El Estado Judío”, no fue bien recibida por los judíos ricos, ni por el emperador alemán Guillermo II, tampoco por el sultán otomano Abdülhamit II, cabeza de la potencia ocupante del territorio palestino, éste degenerado vivía más preocupado por su dotación de vírgenes anuales, que él se encargaba en un delicioso trabajo, de desvirgar sin ninguna consideración. En fin, Israel Zangwill, terminó frustrado sus últimos días, pues su Organización Territorial Judía, cuya misión era buscar en cualquier lugar del mundo un territorio para los judíos apátridas; fue incomprendida, pues los judíos ortodoxos  -los más ricos e influyentes-  apoyaban la colonización únicamente en Palestina, pues no querían vivir en su Estado rodeados de indios, negros o chinos.


Para mañana miércoles la tercera parte.










Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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