Los 48 alcaldes comunales de Totonicapán se
cansaron ya hace varios años de esperar, de pedir educadamente, de andar
hablando tonterías en las mesas de diálogo y hoy pasó lo que se columbraba
pasaría: seis muertos y treinta y cuatro heridos. ¿Qué
hubo un provocador? Sí lo hubo. ¿Qué sea una política represiva por parte del
gobierno? Probablemente lo sea porque el CACIF ha dicho al gobierno subalterno
de Pérez Molina que ya no quiere tapones en las calles porque ese tipo de
paralizaciones de los caminos les ocasiona pérdidas económicas. ¿Qué las manos
del narcotráfico andan en las movilizaciones? Es probable, porque muchos actos
de desobediencia civil e invasiones de la selva petenera, por ejemplo, son
acciones orquestadas para crearse esas organizaciones una logística adecuada
para sus acciones criminales. En fin, el saldo invariable es el de siempre:
muerte de los pobres y justificaciones superficiales del gobierno.
GUATEMALA, EL ESTADO
FALLIDO,
SE ABONÓ AYER CON SEIS
MUERTOS
Por Luciano Castro Barillas
Esas acciones de violencia en Guatemala no son
algo insólito. Es el pan de cada día. Es una sociedad que vive un terrible y
casi insuperable desencuentro. Un abandono de los poderes públicos de un Estado
que, irremisible, es totalmente fallido. Es un Estado desmantelado por años de
desgobierno, por más de medio siglo de corrupción, por infames falacias como el
“aporte democrático” de los Estados Unidos que en 1954 destruyó nuestro futuro,
nuestros sueños e hipotecó para siempre la felicidad de un pueblo noble, trabajador
y pacífico que por el momento desconozco su rostro y se asoma por aquí y por
allá, a lo largo y ancho de la geografía nacional; como una nación monstruosa
donde a nadie le importa nada. La basura politiquera que tiene por guarida el
Congreso de la República destruye paso a paso, con consistencia, la vida
nacional. Una y mil maniobras de diputados para aprobar una ley contra el
enriquecimiento ilícito, precisamente expediente al que todos los desaprensivos
de este país apelan para no vivir en la pobreza. Allí andan alampados, sin
discernimiento, buscando enquistarse en
una clase social a la que no pertenecen; imitando el estilo de vida de los
ricos y famosos, cuyo desborde de opulencia y ostentación se asume como la
mejor manera de ser y realizarse. Las comunidades indígenas por siempre
marginadas se han organizado, mal que bien, para defender sus intereses de
clase (sin que conceptualicen nada ni haya izquierdistas de por medio), los
mueve una especie de “instinto social”, un instinto natural, porque conociendo
de tanto régimen de derecha que se coopta cada cuatro años con las elecciones y
que ofrece de todo y no cumple nada, han optado por ejercer su poder
comunitario. Hacer uso del derecho consuetudinario indígena porque el derecho
de los blancos y los mestizos no sirve, al final, para nada. Sirve sí, para
casi liberar de culpa a un presidente del congreso -la gran porqueriza nacional- como el señor
Eduardo Meyer que se coludió con otro ladrón para vaporizar 82 millones de
quetzales. Tres años por pena y diez mil quetzales de multa. ¿Qué funcionario
no va a querer ser ladrón en Guatemala con penas así? Sin embargo, a los
indígenas que reclaman un precio más favorable de las tarifas eléctricas en
manos de empresas españolas constantemente incrementándose, que reclaman sus
institutos normales para seguir formando maestros -aunque sea mediocres- porque la razón de esa mediocridad pasa por
la debilidad del Estado ocasionado por los neoliberales de las cámaras
empresariales nacionales. Que por espacio de debate (porque aprendieron que las
mesas de diálogo que impulsan el gobierno en cada conflicto social que revienta
son tácticas mediatizadoras que nunca llevan a ningún lado) tienen las
carreteras del país y que están en contra (sin subversivos que los mal aconsejen)
de las reformas constitucionales promovidas por Pérez Molina porque de antemano
saben que no los beneficia en nada, antes bien saldrán perjudicados como aquí
siempre ocurre. Los 48 alcaldes comunales de Totonicapán se cansaron ya hace
varios años de esperar, de pedir educadamente, de andar hablando tonterías en
las mesas de diálogo y hoy pasó lo que se columbraba pasaría: seis muertos y treinta y cuatro heridos.
¿Qué hubo un provocador? Sí lo hubo. ¿Qué sea una política represiva por parte
del gobierno? Probablemente lo sea porque el CACIF ha dicho al gobierno
subalterno de Pérez Molina que ya no quiere tapones en las calles porque ese
tipo de paralizaciones de los caminos les ocasiona pérdidas económicas. ¿Qué
las manos del narcotráfico andan en las movilizaciones? Es probable, porque
muchos actos de desobediencia civil e invasiones de la selva petenera, por
ejemplo, son acciones orquestadas para crearse esas organizaciones una
logística adecuada para sus acciones criminales. En fin, el saldo invariable es
el de siempre: muerte de los pobres y justificaciones superficiales del
gobierno. Este país, al parecer, por el momento; no tiene futuro. ¿Qué deben
respetar los ciudadanos a las autoridades, a los policías y al ejército? Bueno,
es poco probable con tanto antecedente negativo. Esas acciones son resultado de
la pérdida de fe en el futuro, de la desesperación y la frustración. Nos
esperemos, pues, los guatemaltecos, nada bueno en los años que vienen, para
desgracia nuestra.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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