INTRODUCCIÓN
En la década de los años 70, cuando estaban de
moda las dictaduras militares latinoamericanas, los diseñadores de la política
imperial norteamericana sabían que esa situación no era sostenible a largo
plazo, porque esas sociedades podrían colapsar de diferentes maneras y
concebido América Latina como su patio trasero en su conjunto -no sólo México- las cosas allí debían tranquilizarse y los
ideólogos en perversiones que nunca falta en Washington invitaron a los
políticos más avezados, a los industriales más representativos de la grandes
plantas y a los banqueros, es decir, a lo más granado de la oligarquía de los
Estados Unidos. Surgió por esos años el Trilateralismo, pero antes, la incisiva
troika de los años setenta había recibido otro tipo de influencia, mucho más
fecunda para la mentalidad política norteamericana: la de los intelectuales de
la izquierda estadounidense que fueron los que en su momento preconizaron en
sus variadas disquisiciones teóricas y sus excesos el impulso de los derechos
humanos, la igualdad de género, e incluso la reivindicaciones étnicas. Por lo
tanto la emergencia al escenario internacional de instituciones como Amnistía
Internacional y un sin fin de organizaciones no gubernamentales que tutelan los
derechos humanos por todo el mundo del internacionalismo liberal (la gran
confederación anfictiónica imperialista) hacen algo que ya desde hace décadas
está programado, siendo el agregado más reciente sin sustrato intelectual y la
pura y genuina brutalidad; la agresión contra Irak, Libia y ahora Siria. El
colonialismo cultural y político, pues, salta a la vista, no sólo en las
derechas que no lo disimulan, sino en las izquierdas, que han en ocasiones,
redargüido esos argumentos del imperio. Luciano
Castro Barillas.
VENDIENDO LA GUERRA COMO
“PODER INTELIGENTE”
Suzanne Nossel, directora ejecutiva AI-USA |
Por Coleen Rowley
Consortiumnews, agosto, 2012
En años recientes se ha hecho evidente que el uso de la fuerza mortal por
parte de la OTAN (dominada por Estados Unidos) esta no solo fuera de los
parámetros legales del derecho internacional, sino que también en algunos
casos, fuera de principios legales básicos que han desafiado las pruebas
del tiempo por décadas o hasta siglos. Una de las explicaciones del porque la
sociedad civil estadounidense no ha reaccionado, es la “retórica de lo
mejor” de la que ahora se está haciendo uso para vender la guerra.
¿Cuál es esta mejor retórica para la agenda de guerra de EEUU-OTAN, la que
una vez fue espetada por un oficial estadunidense en Vietnam, como: “¿Fue
necesario destruir la ciudad para salvarla?". Los proponentes de hoy en
día del “Poder Inteligente” (Smart Power) convincentemente elaboran su caso
para que haya más guerra (sin fin) al urgirnos, con éxito, “redefinir la
batalla contra el terrorismo y la proliferación nuclear…desde una oscura y
consumidora lucha, en una esperanzadora y progresista causa, dirigida a
asegurar un sistema internacional de sociedades liberales destruyendo todo
desafío a esta”.
Este mensaje viene de hombres y mujeres aparentemente razonables que rotan
en las puertas giratorias de los nombramientos oficiales, trabajos en centros
de estudios de política foránea y direcciones generales en organizaciones de
“derechos humanos”.
David Swanson, autor de War Is a Lie, (La Guerra es una
mentira) hablando ante una concurrencia en la 10ª conferencia anual del
Peacestock, patrocinada por los Veteranos por la Paz en Hager City, Wisconsin,
este verano, comentó sobre esta nueva propaganda de guerra “liderada por
el progresismo”. Afirmó (...) que las guerras deban ser mercadeadas como
humanitarias es una señal de progreso. Que caigamos victimas de esa
propaganda es una señal de vergonzosa debilidad. La propaganda de la guerra es
la segunda profesión más antigua del mundo y la mentira humanitaria es no del
todo nueva. Pero funciona en concordancia con otras mentiras comunes sobre la
guerra.
Las mentiras sobre la guerra, escondidas como humanitarias, fueron
claramente evidentes en Chicago el pasado mes de marzo. La activista por la
paz, Ann Wright (ex oficial del Foreign Service State Department y coronela
retirada del U.S Army), Ann Galloway, miembro del grupo Mujeres Contra la
Locura Militar y mi persona, fuimos parte de los miles de activistas en contra
de la guerra que estuvimos en Chicago para protestar contra las guerras de la
OTAN. Ahí nos dimos cuenta, en vallas publicitarias y anuncios de la nueva
campaña de Amnistía Internacional-USA: “Derechos Humanos para la Mujeres y la
Niñas de Afganistán". OTAN mantiene el Progreso en Marcha”.
Dispuestos a no dejar pasar esto sin ser cuestionado, nos metimos en un
taxi conjuntamente con otros activistas antiguerra y nos dirigimos al hotel en
Chicago en donde se celebraba la “Cumbre en las Sombras” de Amnistía
Internacional - EEUU - presentada como causa feminista relacionada con las
supuestas mejoras en el estatus de las mujeres y niñas bajo la ocupación de
EEUU-OTAN. La cumbre conto con la participación de la ex secretaria de Estado,
Madeleine Albright, y otros oficiales y figuras del Departamento de Estado y
del Consejo de Relaciones Exteriores.
No se nos permitió entrar con nuestros carteles; “las bombas de la
OTAN no son humanitarias”, “la OTAN está matando niñas”, y posters anti
drones (naves aéreas no tripuladas), pero presenciamos lo suficiente del evento
como para permitirnos rápidamente emitir un advertencia sobre la explotación de
los derechos de las mujeres como fachada para la guerra: Amnistía
Internacional es cómplice en las guerra de los Estados Unidos.
La United National Antiwar Coalition (UNAC) emitió luego una declaración
sobre las afirmaciones de la OTAN de “progreso” para las mujeres y niñas de
Afganistán, como también un comunicado condenando las campañas de Amnistía
Internacional-EEUU en apoyo de las guerras de los Estados Unidos y la
OTAN. La UNAC condenó la postura pro guerra y los esfuerzos
propagandísticos en apoyo de la continuada ocupación de Afganistán y la
intervención en Siria y demandó de Amnistía Internacional, reafirmar su
compromiso con los derechos humanos, no la guerra. Además demandó remover
aquellos responsables por sus actuales políticas y campañas pro guerra.
Una “herramienta” del “Poder inteligente” de EEUU
Suzzane Nossel, la actual directora ejecutiva de Amnistía
Internacional-EEUU, trabajó previamente y en diferentes oportunidades
como oficial de Departamento de Estado, para Richard Holbrooke y Hillary
Clinton y se le acredita de ser ella quien, personalmente, acuñó el
término “Smart Power” (Poder inteligente”), que Clinton anunció; como el
elemento que define la actual política exterior de los Estados Unidos. “Smart”
-ciertamente suena mejor- para proyectar un contraste en relación al uso
descarado de parte de Bush y Cheney del “Hard Power”.
“Smart Power” emplea el “Soft Power”: presiones diplomáticas, económicas y
culturales, que pueden combinarse con el uso de fuerza militar, para “imponer
nuestra voluntad” sobre naciones extranjeras, como lo describió Nossel: “Para
avanzar desde posiciones discordantes hacia una visión convincente, los
legisladores progresistas tienen que virar hacia el gran fundamento de la
política exterior de los EEUU del siglo XX: el internacionalismo
liberal, el cual postula que un sistema global de democracias liberales
estables será menos inclinado a la guerra…
Washington, reza la teoría, debe ofrecer un liderazgo acertado
-diplomático, económico y en no menos medida, militar- para
avanzar una amplia gama de metas: autodeterminación, derechos humanos, libre
comercio y el aislamiento y eliminación de dictadores y de armas de destrucción
masiva (WMD)”.
Todavía más relevante al tema de las organizaciones de derechos humanos y
de paz y justicia que están siendo cooptadas, Nossel, sin embargo, describió
(en la revista Foreign Affairs, marzo/abril 2004) Smart Power, como
sigue: “sabiendo que la propia mano de los Estados Unidos, es no siempre su
mejor herramienta, se hace necesario entonces, enlistar a otros que trabajen en
beneficio de los intereses y metas de los Estados Unidos”.
La pregunta que emerge es, ¿cómo pueden organizaciones de los derechos
humanos, de gran efectividad y respecto por su buen trabajo, mayormente debido
a su independencia de gobiernos poderosos y con grandes intereses de por medio,
tan fácilmente acceder a ser usados como herramientas, de lo que Nossel, en una
ocasión se refirió como al “Superpowerdom” (Superpotencia) de los EEUU?. Cuando
Amnistía Internacional-EEUU invitó a Madeleine Albrightn y otros oficiales
del Departamento de Estado para hablar en el foro de mujeres organizado por la
OTAN, no fue la primera ocasión que acudía a la arquitecta de las duras
sanciones económicas que fueron impuestas sobre Iraq, durante la administración
de Bill Clinton y que fueron la causa de la muerte de medio millón de niños
iraquíes. Poco después de convertirse en directora ejecutiva de AI - EEUU, en
enero del 2012, Suzanne Nossel, sirvió como moderadora de un panel en Wellesley
College, durante el desarrollo del cual, urgió a Madeleine Albright a favorecer
más intervenciones de los Estados Unidos: “Como cabeza de Amnistía
Internacional-EEUU, un punto de gran frustración y consternación para las
organizaciones de derechos humanos y de sociedades civiles durante los últimos
ocho o nueve meses ha sido el fracaso del Consejo de Seguridad de la ONU para
discutir, de alguna manera, la muerte de cinco mil civiles en Siria, a manos
del presidente Assad y su ejército.
“Durante la primavera pasada, el Consejo de Seguridad de la ONU fue capaz
de forjar una mayoría para ejecutar un plan de acción vigoroso en Libia, el
cual fue inicialmente muy controversial, provocando muchas dudas entre miembros
claves del Consejo de Seguridad. Pero Gaddafi cayó, ha habido una transición
ahí y pienso que uno habrá pensado que esas dudadas se han extinguido.
Mas sin embargo, hemos visto un continuo impase sobre la situación en Siria y
casi un retorno a los días de la guerra fría y a la parálisis del Consejo de
Seguridad.
¿“Como explican ustedes eso y cual piensan ustedes es el ingrediente que
hace falta para salir del atascadero y hacer que el Consejo de Seguridad cumpla
con sus responsabilidades en Siria”?
Hasta la despabilada Madeleine Albright parecía genuinamente desconcertada
por la intención de la directora de Amnistía Internacional de empujar por una
intervención de EEUU-OTAN en Siria, tal y como sucedió en Libia. Albright y
otros de los conferenciantes respondieron con escepticismo a cerca de lo que
podría lograrse a través de los bombardeos o la fuerza militar. Lo que no debió
de haber sorprendido, sin embargo, fue que Nossel minimizara los miles de
bombardeos aéreos de la OTAN sobre Libia, llamándolos una “acción vigorosa”,
así como, urgir al Consejo de Seguridad de la ONU por una potencial
autorización para hacer lo mismo en Siria, refiriéndose a esto como, “cumplir
con sus obligaciones”
Previamente en calidad de miembro de un think tank (centro de estudios)
ella se quejaba de que el fracaso en Iraq podría significar que Estados Unidos
perdiera su “voluntad para usar la fuerza militar". Iraq, como Estado
fallido, probablemente augure una época de profunda reservación entre el
público de EEUU en relación al uso de la fuerza, una especie post Vietnam, una
resaca post Mogadiscio.
Escaso escepticismo
Tristemente, Amnistía Internacional está lejos de ser la única organización
de derechos humanos o de paz y justicia, que está siendo engañada, de variadas
formas por la recién acuñada doctrina del Departamento de Estado,
Responsibility to Protect (R2P) (Responsabilidad para Proteger) conocida de
otra manera como “intervención humanitaria”. Y también la recién
creada “Atrocity Prevention Board” (Junta de Prevención de Atrocidades), dirigida
por Samantha Power, quien está entre los principales arquitectos del bombardeo
en Libia por los EEUU - OTAN.
Human Rights Wacht, Physicians for Human Rights, la Peace Alliance,
Citizens for Global Solutions, Think Progress y AVAAZ son algunos de los grupos
que parecen haber tragado ese particular Kool-Aid1.
Esto no es del todo nuevo, hace unos años los neoconservadores cooptaron a
varios centros de estudios “liberales”: Brookings Institution, el U.S.
Institute of Peace, el Carnegie Endowment for Peace, etc. Décadas atrás los
halcones de la OTAN secuestraron el Premio Nobel de la Paz.
Jean Bricmont en su libro, Humanitarian Imperialism: Using Human
Rights to Sell War, indicó: “Desde el fin de la Guerra Fría tuvo lugar la
idea de usar los derecho humanos como justificación para la intervención de los
poderes económicos y militares que lideran el mundo, sobre todo los EEUU en los
países vulnerables a sus ataques. El criterio para tales intervenciones se ha
vuelto más arbitrario y autoconveniente y su forma, más destructiva, desde
Yugoslavia hasta Afganistán e Iraq. Hasta la invasión de Iraq por los Estados
Unidos, una buena parte de la izquierda fue muy a menudo cómplice con esta
ideología del intervencionismo, descubriendo, según la necesidad, nuevos
Hitlers y denunciando los argumentos en contra de la guerra como
contemporáneos, en el modelo de Munich en 1938.
En conexión con “su reveladora crítica de la problemática simbiosis
entre Washington y el movimiento de los derechos humanos”: James Peck, en
su libro, Ideal Ilusions: How the U.S. Government Co-opted Human
Rights, declara: “La guerra en Libia de hoy y los llamados para intervenir
mañana en Siria, epitomizan un trágico desarrollo en el etos humanitario y de
los derechos humanos: La guerra y otras formas de intervención encubierta o
abierta están siendo relegitimados a través de la retórica de los derechos
humanos de Washington.
Libia nos dice todo lo que no debemos hacer en Siria y por qué la guerra
humanitaria es una monstruosa ilusión. El amplio apoyo en la comunidad de los
derechos humanos por toda esta clase de interferencia desde ‘democratización’,
‘construcción de la nación’, hasta ‘el imperio de la ley’, corre el riesgo
ahora de combinarse formando la base para la guerra misma.
Esto es indicativo de no otra cosa que, una profunda falla de la comunidad
de los derechos humanos en exponer, cómo y por qué, el gobierno de los Estados
Unidos, por más de cuatro décadas; ha convertido los derechos humanos en una
potente arma ideológica con propósitos que tienen poco que ver con los derechos
de otros y todo que hacer con impulsar los objetivos estratégicos globales de
Washington.
Virando (o conduciendo) hacia la guerra
Jus ad bellun (el derecho de ir a la guerra) se ocupa de
la teoría de la Guerra Justa, el Tratado Kellogg-Briand de 1928 (proscribir la
guerra), los Principios de Nuremberg (crímenes contra la paz) y aun, hasta
cierto punto, la “Doctrina Powell” (evaluando las razones para ir a la guerra),
pero su proposición principal ha sido olvidada o ignorada, especialmente
desde el 9/11.
Muchos estadounidenses parecen haber olvidado que, en lo mínimo, las
guerras de agresión constituyen el crimen supremo, porque ellas dan lugar a
violaciones flagrantes de la Convención de Ginebra y otros jus in
bello crímenes internacionales (cometidos durante la guerra) como
por ejemplo engendrando más guerras, genocidio étnico, tortura, abusos a los
derechos humanos; el asesinato de prisioneros y el ataque a poblaciones
civiles.
Las violaciones de ambos tipos de la ley internacional de la guerra por
parte de los Estados Unidos, como también de su propia constitución,
paradójicamente, ha servido para erosionar aún más cualquier legitimidad que
alguna vez tuviera antes de la existencia de la doctrina del Soft Power.
“La autoridad moral” de EEUU, su legítima habilidad para educar, el uso de su
liderazgo como ejemplo para que otros países se adhirieran a la ley
internacional, fue rápidamente sacrificada por el engaño del que se valió para
atacar a Iraq y Libia, como también al institucionalizar, de manera indefinida,
la “guerra global contra el terrorismo”.
Si la guerra generalmente es una mentira, si históricamente las guerras
institucionales han sido instigadas, peleadas y luego después falsamente
ennoblecidas por medio de pretextos y propaganda. Si el “Poder Suave”,
“responsabilidad para proteger” e “intervención humanitaria” sirven únicamente
como una buena y efectiva retórica para convencer a los ciudadanos
estadounidenses de las bondades de la fuerza militar como “último recurso”,
después de haber intentado con la diplomacia (implementada para fracasar) y las
duras sanciones económicas que causan hambre y matan niños, ¿no tiene sentido
acaso, para los grupos de derechos humanos, de justicia y paz renunciar en vez
de abrazar los intentos de gobiernos poderosos de utilizarlos como herramientas
de tales políticas?
Lo que en verdad sería inteligente y podría reducir las atrocidades en el
mundo, sería que, los grupos “no gubernamentales” y las organizaciones que
profesan los derechos humanos y la paz como sus causas recobren su
independencia al separarse ellas mismas de las agendas basadas en los intereses
nacionales y el uso de la fuerza militar de los gobiernos de Estados Unidos y la
OTAN. Una vez logrado eso, sería más fácil para la sociedad civil cambiar
radicalmente de dirección, distanciándose completamente del uso de la guerra y
de la noción de que el poderoso está en lo correcto a lo que realmente es
“smarter” (más inteligente): el poder de las normas éticas y legales.
1. Metáfora comúnmente usada en Estados Unidos y Canadá que se refiere a una persona o grupo que aceptan sin cuestionar o sin un examen crítico una creencia, argumento o filosofía. El término tiene sus orígenes en el suicidio colectivo de los miembros del the Peoples Temple, liderada por el Rev. Jim Jones, en Jonestown, Guyana,1978. Se dice que los miembros de dicha secta cometieron suicidio al consumir una bebida suave hecha a base de Flavor Aid (no Kool Aid) que contenía cianuro.
Traducido por: Delmar Manuel
Coleen Rowley es una agente
retirada del FBI y ex jefe consejera de división en Minneapolis. Ella es
actualmente una dedicada activista por la paz y justicia y miembro de Women Against Military Madness.
Publicado por LaQnadl Sol
CT., USA.
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