A la Colonia y a la
Revolución Liberal los pueblos mayas pudieron sobrevivir recluidos-excluidos en
las partes altas, sin tierra suficiente. Pero, al violento despojo neoliberal
difícilmente podrán sobrevivir. Sin tierra suficiente, se puede subsistir.
Pero, sin tierra y sin agua, imposible. Esto explica la actual resistencia maya
a la hidrominería foránea en sus territorios.
LA INVASIÓN HIDROMINERA, Y
LA EXPULSIÓN-
EXTERMINIO DE LOS PUEBLOS
INDÍGENAS
Ollantay Itzamná
“La Niña, la Pinta y la Santa María han llegado otra vez a territorios
Q’anjob’al y Chuj”. Así reza el encabezado de la denuncia pública que hace el
gobierno plurinacional (articulación sociopolítica) de las naciones Q’anjob’al,
Popti, Chuj, Akateco y Mestizo, en el Departamento de Huehuetenango, ante la
presencia militarizada de la empresa española Proyecto de Desarrollo Hídrico
(PDH, de la española HIDRALIA ECOENER), en el Municipio de Ixtatan, el 6/5/14.
Desde hace unos años atrás, Guatemala (al igual que sus vecinos) sufre una
frenética invasión de empresas hidroeléctricas y mineras con la complicidad
activa de sus gobernantes neoliberales. Como si se tratase de una “maldición de
la riqueza”, los apetecidos bienes naturales se encuentran en los reducidos y
asediados territorios indígenas, quienes se resisten a ser nuevamente
expulsados de sus lugares.
Despotismo neoliberal y
despojo del agua
Durante la Colonia, los cristianos “civilizados”, al no encontrar el metal
maldito (oro), despojaron las tierras fértiles a los mayas y los convirtieron
en sus esclavos (mediante el sistema de las encomiendas y pueblos indios). Con
la Nueva Ley de Indias (1542), la Corona española estableció la figura de las
tierras comunales para que los mayas cultivasen y pagasen el quinto real.
Durante la República, en especial, durante la Revolución Liberal (1871 en
adelante), los mayas fueron expulsados de sus tierras comunales (mediante la
titulación individual y el mercado de tierras), y arrinconados a las zonas más
altas de los cerros. En esos rincones inhóspitos los pueblos mayas
sobrevivieron, casi todo lo que va de la historia republicana, sin Estado y
aislados del progreso.
Pero, al imponerse el despotismo neoliberal (con la firma de los Acuerdos
de Paz, 1996), la rearticulación del capitalismo del despojo-expulsión
arremetió nuevamente contra estos pueblos. Esta vez ya no para quitarles las
tierras fértiles (que casi en su totalidad se encuentran en manos de las
corporaciones de monocultivos), sino para quitarles el agua (para el negocio
seguro de electricidad) y explotar los yacimientos mineros.
A la Colonia y a la Revolución Liberal los pueblos mayas pudieron
sobrevivir recluidos-excluidos en las partes altas, sin tierra suficiente.
Pero, al violento despojo neoliberal difícilmente podrán sobrevivir. Sin tierra
suficiente, se puede subsistir. Pero, sin tierra y sin agua, imposible. Esto
explica la actual resistencia maya a la hidrominería foránea en sus
territorios.
Violenta fiebre de las
hidroeléctricas y resistencias mayas
En 2012, Guatemala produjo 8,703 GWh de energía eléctrica, de los cuales
exportó al Mercando Regional 195.5 GWh de energía (aunque más del 50% del área
rural del país no cuenta con este servicio). El 49.7% del total de la
electricidad fue generada por plantas hidráulicas.
Hasta hace algunos años atrás, se mencionaba que existía en el país 19
hidroeléctricas. Siendo la más grande de ellas la del Chixoy (que inundó y
expulsó de sus tierras a más de 40 familias indígenas).
En los últimos años, ante la anunciada crisis energética planetaria
(producto del agotamiento del petróleo), empresarios extranjeros y nacionales
despojan de sus cuencas hídricas a este empobrecido país, siempre con la
mesiánica promesa del desarrollo que nunca llega. Ellos saben que quien
controla el agua y la energía, tiene el negocio asegurado del presente y del
futuro.
En este momento, es difícil saber cuántos y quiénes son los que se
adjudicaron los diferentes ríos de Guatemala. Lo único cierto es que las
comunidades indígenas (que por “desgracia” cuentan con cuencas hídricas) son
visitadas e invadidas por ejecutivos o técnicos de las supuestas empresas de
hidroeléctricas. Con promesas y dinero en mano compran dirigentes y dividen a
dichas comunidades. No en pocos casos, ante la resistencia de la comunidad
organizada, invaden los territorios indígenas montados en sus maquinarias,
escoltados permanentemente por su seguridad privada, la Policía Nacional y el
Ejército.
Una vez instalados dentro, y ante la creciente resistencia de las
comunidades afectadas-contaminadas, utilizando todo el aparato de los serviles
medios de información masiva, y con el silencio cómplice de los gobernantes,
desprestigian, persiguen y asesinan selectivamente a las y los dirigentes
comunitarios en resistencia. Y allí, no hay ni fiscal que acuse, ni juez que
castigue a los asesinos.
Resistencia maya ante la
invasión violenta de la hidrominería
Las y los indígenas en resistencia saben que no hay más territorio hacia
dónde seguir huyendo de la desgracia del “desarrollo de otros”. Por ello, por
sus instintos de preservación y de sobrevivencia se ven obligados a afrontar
una de sus últimas batallas por la vida: la batalla desigual contra la
hidrominería. Saben que perdieron batallas en la Colonia y en la República,
pero también son conscientes que no son pueblos derrotados.
Por ello, ante la actual violenta invasión neoliberal de la hidrominería se
organizan y optimizan, con sus limitaciones, los recursos jurídicos que los
asiste como pueblos. No esperan mucho del Estado ajeno. Pero conocen que el
Convenio Internacional de la OIT (1989) y la Declaración Universal de los
Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) les reconoce el derecho a la consulta
previa, libre e informada.
Amparados en dichos sustentos jurídicos, en los últimos años, las
comunidades organizadas en resistencia, ya realizaron cerca de 80 auto
consultas en las que rechazaron expresamente la invasión hidrominera en sus
territorios.
En el caso del proyecto hidroeléctrico PDH, en el Municipio de Ixtatán,
Departamento de Huehuetenango, el 28 de abril del 2009, 25,646 personas
consultadas rechazaron la presencia de dicha empresa. Pero, la empresa española
HIDRALIA ECOENER, con su proyecto PDH (uno de los 5 proyectos que tiene en
dicho Departamento), ingresó prepotente montado en sus maquinarias pesadas.
La indignación y reacción de indígenas burlados no se dejó esperar.
Movilizaciones y tomas de caminos sobrevinieron a los acuerdos incumplidos por
parte de la empresa y del Gobierno. Finalmente, ante tanto hostigamiento por
parte de la empresa, terminaron incendiando y destruyendo las maquinarias
pesadas de la empresa invasora.
Y, esto no sólo ocurrió en Ixtatán, sino que esta medida límite ya casi es
el último recurso desesperado de indígenas mayas que se resisten al
despojo-expulsión-muerte en sus propios territorios. Ellos saben que las
hidromineras, o cualquier otra supuesta “inversión”, en sus territorios, no
sólo los despojarán, sino que los terminarán expulsando y exterminándolos como
pueblo. Ellos saben que el actual despotismo neoliberal (sino toman las medidas
preventivas adecuadas) terminará consumando lo que la República genocida no
logró: exterminar genética y culturalmente a los pueblos mayas. Por eso
emprenden esta ineludible batalla decisiva contra la invasión hidrominera.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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