Según Al Jazeera, el día de miércoles,
7 mayo, el presidente Putin ha informado que le ha pedido a las fuerzas
opositoras del sureste que pospongan el referendo planeado para el 11 de
mayo para crear las condiciones
necesarias para el dialogo. Además el presidente Putin ha dicho que retirará
las tropas estacionadas en la frontera con Ucrania para terminar con la
preocupación que han causado y que las planeadas elecciones que el régimen de
Kiev tiene programadas para el 25 de mayo y que anteriormente Rusia había
declarado como absurdas, ahora en palabras del propio Putin, son un paso en la
dirección correcta…
NEGOCIAR, CEDER O INTERVENIR
Los EE.U-OTAN y la UE prácticamente le están “suplicando” al presidente
Putin que intervenga en el conflicto en Ucrania, no para para auxiliar o
defender a la población rusoparlante del Sureste que se opone a la junta
golpista títere de occidente que ha desatado una campaña “antiterrorista” en su
contra, sino para hacer que Rusia caiga en la trampa y se vea embrollada en una
guerra civil que le resultará costosa tanto en la pérdida de vidas
humanas y destrucción material como también en lo económico y político, que es
precisamente lo que quieren sus rivales de EE.UU-OTAN que ya la han declarado
su enemigo.
La horrenda masacre de Odesa perpetrada en contra de activistas pro rusos
por elementos neonazis del Sector Derecho apoyados por la junta fascista de
Kiev y con el consentimiento de Washington –se ha informado que después de la
visita a Kiev del jefe de la CIA, John Brennan, se han visto agentes de esa
agencia de inteligencia y del FBI colaborando con la junta, además se reporta
la presencia de mercenarios y posiblemente de Fuerzas Especiales de los EE.UU participando
en la llamada campaña “antiterrorista” desatada por la junta de Kiev-
apunta hacia esa dirección, es decir, que Rusia intervenga militarmente en el
este de Ucrania.
La matanza en Odesa en donde se reporta que habrían muerto más de 50 activistas
opositores al régimen de Kiev, y que Obama defendió como un acción adecuada del
régimen de Kiev para restablecer el orden, fue una operación diseñada con el
objetivo de provocar una intervención militar rusa que les brindaría a sus adversarios,
sobre todo a los EE.UU-OTAN, lo argumentos necesarios para aislar a Rusia
económica y políticamente, alejarla de sus socios comerciales de Europa
Occidental y convertirla en un paria internacional, una amenaza para el orden
internacional que Washington se empeña en mantener a cualquier precio. Ante
esta situación el presidente ruso Vladimir Putin se encuentra ante un serio
dilema, intervenir militarmente y ser acusado de criminal expansionista que
finalmente ha puesto en marcha su complot para apoderase de Ucrania, o
permanecer expectante y queriendo dialogar, mientras la junta fascista de Kiev
elimina a los “terroristas separatistas pro rusos” del este de Ucrania.
Para Putin y Rusia muchas cosas están en juego. Washington y sus aliados
europeos, sus títeres de la junta de Kiev y los medios de prensa occidentales
han estado acusando desde hace varias semanas a Rusia y a Putin de estar
orquestando de manera encubierta las protestas en el sur y este de Ucrania. Sin
hechos con que respaldar sus afirmaciones, Washigton sigue acusando a Moscú de
estar “fabricando un pretexto para invadir y anexar el territorio de Ucrania”.
Si Rusia envía ahora sus unidades militares para proteger a los ciudadanos
rusos del sureste de Ucrania, la acción será utilizada por Washington para
confirmar lo dicho en la descomunal propaganda antirusa sobre una invasión de
Rusia (como en el caso de Georgia) y será demonizada aún más. Ya en este
momento Washington está preparando más sanciones en contra de Rusia por la
supuesta violación de la soberanía de Ucrania, de nuevo sin hechos que
respalden esas aseveraciones. Y con fuerzas militares de la OTAN desplegadas en
los países vecinos de Rusia, una invasión rusa de Ucrania podría dar inicio a
al estallido de una guerra de amplias proporciones.
Pero independientemente de la propaganda occidental que acusa a Rusia de
acciones violatorias contra la integridad territorial de Ucrania y frente a las
amenazas de respuestas punitivas, Moscú debe actuar con audacia con base en los
hechos.
A pesar de las acusaciones de occidente, los hechos demuestran que los
disturbios y la violencia en Ucrania tienen su origen en los actos de
subversión instigados por occidente en ese país, empezando con el apoyo a la
agitación violenta en las calles de Kiev en noviembre último que condujo al
ilegal golpe de Estado que depuso al gobierno legítimo de Yanukovich en
febrero. Retrocediendo un poco más, podemos mencionar la Revolución Naranja del
2004 apoyada por la CIA, y los 5,000 millones de dólares invertidos por
Washington desde inicios de la década de los 90
buscando el cambio de régimen.
La segunda ola represiva “antiterrorista” desatada por el régimen de Kiev
el fin de semana pasado fue precedida por una similar después de la visita del
jefe de la CIA en abril 12. La última y más brutal acción represiva resultó en
más de 50 fatalidades en la sureña ciudad
de Odesa en donde decenas de manifestantes opositores a la junta de Kiev fueron
asesinados cuando un edificio en el que buscaban refugio fue incendiado por las
fuerzas de choque neonazis actuando bajo la tacita dirección de Kiev y sus patrocinadores
occidentales.
Como dijo el portavoz de Putin, Dmitry Peskov, después de los fatales
incidentes del fin de semana, “el régimen de Kiev y sus patrocinadores de
Occidente están hasta los codos de sangre”.
El momento se está aproximando y Rusia tendrá que actuar ya sea para acabar
con la crisis o aceptar un conflicto interminable y una gran distracción en su
patio trasero. Sin embargo, parece que el gobierno de Rusia sigue esperando que
Washington y sus aliados europeos de la OTAN, en un acto de buena voluntad, pongan
un alto a la ofensiva militar antiterrorista y presionen al régimen de Kiev
para que acomode a los opositores de tal forma que Ucrania se mantenga unida y
restablezca relaciones amistosas con Rusia. En este sentido y según Al Jazeera,
el día de hoy, mayo 7, el presidente Putin ha informado que le ha pedido a las
fuerzas opositoras del sureste que pospongan el referendo planeado para el 11
de mayo para crear las condiciones
necesarias para el dialogo. Además el presidente Putin ha dicho que retirará las
tropas estacionadas en la frontera con Ucrania para terminar con la
preocupación que han causado y que las planeadas elecciones que el régimen de
Kiev tiene programadas para el 25 de mayo y que anteriormente Rusia había
declarado como absurdas, ahora en palabras del propio Putin, son un paso en la
dirección correcta…
En estos momento es difícil de comprender lo que hay detrás de esta última
maniobra del presidente ruso, si es una prueba más de su genuina disposición al
dialogo o es un indicio de que estaría cediendo a las presiones de Occidente o
algo más. Si es lo primero, es una falsa esperanza, pues se asume que EE.UU y
sus aliados estarían dispuestos a encontrarle una salida negociada a la crisis,
algo que ya ha quedado en claro que no es su intención.
Inmediatamente después de lo anunciado por Putin, los EE.UU, sin embargo,
declararon por medio de la portavoz del Departamento de Estado, Jen Psaki, que
aunque es un paso hacia adelante, no es suficiente y el presidente Putin y Rusia
deben de hacer más para desescalar las tensiones en Ucrania y garantizar unas
elecciones seguras. Por otra parte la junta de Kiev ha indicado que no detendrá
su ofensiva antiterrorista, ya que es in concebible un dialogo con los
terroristas que son un obstáculo al que hay que eliminar.
En mayo 1, el ex embajador de
Washington a Moscú, Alexander Vershbow, ahora el segundo a bordo de la OTAN, pero por ser
estadounidense es quien lleva la batuta,
declaró que Rusia ya no es “un socio sino un enemigo”.
La doctrina de Wolfowitz que es la base de la política de EE.UU hacia Rusia
y China, considera que cualquier potencia lo suficientemente fuerte que quiera
permanecer independiente de la influencia de Washington debe ser considerada
como “hostil”. La doctrina Wolfowitz se resume de la siguiente manera:
"Nuestro primer objetivo es prevenir el resurgimiento de un nuevo
rival, ya sea en el territorio de la antigua Unión Soviética o en otra parte,
que represente una amenaza sobre el orden del tipo planteado anteriormente por
la Unión Soviética. Esta es una consideración dominante que subyace en la nueva
estrategia de defensa regional y requiere que nos esforcemos para evitar que
cualquier potencia hostil domine una región cuyos recursos, bajo control
consolidado, serían suficientes para generar poder global”.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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