INTRODUCCIÓN
La carnal Cartagena (Washington Post)
lujuriante se abrió de par en par para recibir a los berracos del
servicio secreto estadounidense encargados de la seguridad del buen Obama. El
incidente carnal en el que estos probos hombres que representan, según el
morenazo presidente, al pueblo de los Estados Unidos y que por lo tanto deben de observar las más altas normas de
integridad y probidad, ha provocado todo un escándalo que ya se están llevando
a cabo las primeras investigaciones para determinar el grado culpabilidad de
los concupiscentes miembros del servicio-no tan secreto- de seguridad del
presidente Obama. Claro que estos típicos machos americanos proveniente de una
cultura en donde la industria del sexo (pornografía) como entretenimiento para
chicos y adultos es generalizado no se podían quedar atrás y que mejor que un paraíso
caribeño para mostrar sus dotes y de paso manifestar que como miembros del país
más poderoso del mundo pueden disponer y hacer como les venga en gana en
cualquier parte del planeta. El buen Obama, al parecer todavía con dudas ha
dicho que de resultar ciertas tales acusaciones se “pondrá muy enojado.” No se
sabe si su enojo alcanzará a madame Clinton quien extenuada de promover las
maravillas de la democracia norteamericana y de perseguir y asesinar tiranos
por todo el mundo, decidió como toda una buena mujer, muy liberal, empinarse al
más puro estilo macho una escarchada bala de plata; perdón, Aguila, por aquello
de promover las bondades de los tratados de libre comercio. Lo cierto es que el
escándalo que se ha generado en Washington no ha causado ningún revuelo en
Cartagena, pues como lo dijo un ejecutivo de la industria de la seguridad en
Colombia, (…) la prostitución es parte
de la cultura de la ciudad. Es decir, el plan de todo turista que viene a la
ciudad, es buscarse una buena compañía. Marvin Najarro
ARDIÓ EL COLCHÓN EN
CARTAGENA
Por Luciano Castro Barillas
Los del Servicio Secreto de los Estados Unidos
encargados de la inseguridad del presidente Obama, son los
típicos muchachos norteamericanos masticadores de chicle, de gafas contra el
sol para recatar el movimiento de los ojos, fornidos por el alto consumo de
esteroides que les altera el carácter y el discernimiento y por eso resultan
haciendo muladas al lugar donde los
llevan, tal el caso de los soldados torturadores contra los detenidos iraquíes
y más recientemente los cadáveres de unos talibanes que fueron usados como
mingitorio; llegan realmente a esos periplos diplomáticos y políticos a hacer
turismo, pero no del ecológico, cultural o histórico, sino del degradante; el
turismo sexual. El sexo será siempre intrínsecamente interesante, valioso y una
coherencia humana en tanto no se practique con prostitutas, porque entonces, sí
que estamos desestructurados emocionalmente en todo sentido, o padeciendo de
disonancia cognitiva o trastornos disociativos de identidad. El mundo, pues,
reducido a un minimalismo básico de colchón y carne de dos mundos que se
diferencias pero que se parecen. Los seres humanos del mundo desarrollado con
otras de un mundo subdesarrollado y que al final ambos no sirven para nada. De
allí que son serias las dudas sobre la idoneidad de ese personal y su sistema
de reclutamiento por el Servicio Secreto encargado de la integridad personal
del presidente de la nación más poderosa de la tierra. Estos muchachos
pertenecen a la sociedad de la banalización y el consumo, productos genuinos de
la subcultura de la televisión y el cine
norteamericano que los hace sentirse superhombres, los héroes de la
serie televisiva Los Hombres Vestido de Negro, o se afeiten las cabezas para imitar
al musculoso Van Diesel y al intrépido Bruce Willis, aniquiladores de los
peores villanos de la pantalla. Lo que no sabían estos zopencos gringos es que
iban a ser vencidos por 11 putas colombianas, y no precisamente a puñetazos,
sino con sus encantos servidos a domicilio. Estos del Servicio Secreto de los
Estados Unidos, definitivamente, ven mucha tele y leen muy poco, porque de lo
contrario no serían tan brutos. Pero visto desde otra manera, tales actitudes nos
dicen, al final, la poca importancia que les merece a los políticos
norteamericanos esta clase de encuentros políticos. Si algún interés hubo de
los Estados Unidos y Canadá -ambos
países ricos- fue venir a disfrutar del
calor caribeño y de las aguas tibias y celestes del mar Caribe, lo demás
infinitamente poco importante. Un momento de solaz para Obama después de tantas
presiones electorales. La
Secretaria de Estado, Hillary Clinton, hizo lo propio. Se fue
el restaurante Havana a beberse unas frías y escarchadas cervezas donde bailó,
gritó y se desenfadó de cuanta presión y remordimiento vive por la política
imperialista de los Estados Unidos o por el amor contrariado que ha vivido con
Bill Clinton, desde la audacia de ser un semental en la Casa Blanca. Los gringos se
sintieron en su patio trasero.
Estuvieron en un ambiente familiar. En casa de los primos, al punto que el
moreno Obama pretextando el calor del trópico no usó corbata. Pero no es
realmente un gesto en contra del atildado vestir. Es la real medida con que ve
los Estados Unidos a América Latina. Y algo más, elegir el club Havana no es
casualidad. No es algo aleatorio. Lo hizo la señora Clinton para recordar los
años en que La Habana
era el gran casino, el gran prostíbulo de los norteamericanos ricos y los
gángsters y que, en ese momento transfigurada La Habana en Cartagena, podía
disfrutar un espacio y lugar parecido, en un tiempo y lugar diferente:
Colombia. Todavía pueden los norteamericanos ofender los norteamericanos con
sus fantasías la dignidad de los colombianos, pues como dijera Ingrid, la
prostituta colombiana a la cual no se le quería pagar sus servicios; ella no
hizo otra cosa que darle unos veinticinco garrotazos con un palo de escoba al
musculoso gringo masoquista, que de bruces en la cama y sin calzones, gritaba
de placer.
Esos son los locos, pues, que carga Obama en su selecto cuerpo de
seguridad ¿o inseguridad?
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA
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