INTRODUCCIÓN
El Reverendo Howard Bess, es uno de los miembros de un grupo de
investigadores (el tercer grupo) encargados de documentar con la mayor veracidad
posible la existencia, no del Jesucristo cuya historia está basada en mitos y especulaciones teológicas, sino del Jesucristo
histórico, el activo proponente y
defensor de la justicia para todos; que además entendía que la justicia no debe
ser un castigo sino una oportunidad. El Jesucristo histórico que encontró el
comportamiento de los ricos despreciable y que miraba al liderazgo religioso
con desdén. El Jesucristo histórico, que llego al templo y volteo las mesas en
las cuales los especuladores de la época hacían su negocio; incidente que al
final le costaría ser acusado de insurrección para luego ser ejecutado en la
cruz. Marvin Najarro
El siguiente ensayo es una traducción del original en inglés publicado
recientemente por el sitio web de la revista electrónica Consortiumnews.
Por Rev. Howard
Bess, ministro bautista retirado
Los cristianos
conmemoran de manera especial los eventos claves de la Semana Santa, pero a
menudo pasan por alto uno de los más importantes.
El domingo de
ramos se celebra la entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén. El
Jueves Santo se celebra una solemne reedición de su última cena con sus
discípulos. El Viernes Santo es una travesía dramática a través del juicio y su
horrorífica muerte en la cruz romana. La Pascua es la celebración cristiana de
la resurrección de Jesús de entre los muertos. Pero hay una pieza extraviada:
Jesús volteando las mesas del dinero en el templo. Es el incidente que le
otorga sentido a la semana de climáticos eventos. La tradición dice que
el incidente fue una limpieza ceremonial del templo de sus empresas comerciales,
porque aquellos a cargo del templo habían convertido la casa de adoración en
una empresa comercial. Jesús al voltear las mesas desbarató la operación
comercial montada por los sirvientes del templo dedicados al venta de animales
requeridos para el sacrificio. Sin embargo, estudios avanzados sobre el tema
están poniendo énfasis en comprender este histórico incidente en su contexto.
La primera pieza del rompecabezas es el templo en sí. Como un ambicioso rey
designado por el César de Roma, Herodes El Grande había gobernado Palestina por
casi medio siglo, incluido el tiempo del nacimiento de Jesús. Herodes aunque
afirmaba ser de sangre judía, era en realidad producto del mestizaje racial,
razón que le imposibilitaba ser el Rey de los Judíos, ante la negativa de estos
de aceptarlo como tal. Herodes El Grande fue también reconocido como un
constructor. Durante su reinado se construyeron edificios civiles y puertos.
Pero su gran proyecto fue la reconstrucción, expansión y reacomodamiento del
templo judío en Jerusalén, que llegó a ser conocido como el templo de Herodes o
el Tercer Templo, como algunas veces se hacía referencia. A causa de esa
historia, el reino de Herodes y la operación del templo estaban fuertemente
interconectados. Fue la casi inseparable unión de gobierno y religión. Ofender
al uno u otra (gobierno o religión) significaba ofender a ambos. Herodes El
Grande murió en el año 4 a.d.c. cuando Jesús era todavía un niño. Durante
el ministerio de Jesús, el hijo de Herodes, conocido como Herodes Antipas, fue quien
se desempeño como gobernante. La unión del reinado y el templo
continuaron.
Jesús creció y
enseñó en una área rural 70 millas al norte de Jerusalén. Su fe fue
moldeada, no por Jerusalén y el templo, sino por las reuniones semanales de los
ancianos de la comunidad en la cuales ellos leían la ley judía (Torah) y
discutían su significado. Jesús y sus seguidores tenían un contacto muy
limitado con el liderazgo político, religioso y social de Jerusalén. La
relación era a través de los delegados del gobierno romano de Herodes que
también representaba el templo de Jerusalén. Los delegados o agentes del
gobierno de Herodes hacían viajes regulares al norte rural de Jerusalén para
recolectar ofrendas e impuestos. Para entender a Jesús uno tiene que darse
cuenta del profundo desprecio que él sentía por el gobierno de Herodes y
de los líderes religiosos que manejaban el templo. Hay una manera didáctica o
técnica para entender mejor a Jesús y la última semana de su vida, llamada la
tradición menor. La tradición mayor es la definición de
sociedad establecida por quienes gobiernan y ejecutada por sus agentes o
delegados. La tradición mayor se centra en ciudades en donde las instituciones
encargadas de ejercer el control están localizadas. Para Jesús, ese lugar era
Jerusalén. No existe evidencia de que en su edad adulta Jesús haya alguna
vez visitado Jerusalén previo a la última semana de su vida. La tradición menor
es una crítica y conflictiva interpretación de la vida que surge mayormente en
aquellos creyentes devotos, que han escapado la carga de la tradición mayor y
de sus demandas por obediencia. El norte de Palestina, ubicada a 70 millas de
Jerusalén, era el nido de la tradición menor. Los líderes de la tradición menor
tenían como héroes a Isaías, Amos, Miqueas y otros profetas del Antiguo
Testamento. Casi todos los profetas del Antiguo Testamento eran críticos de
aquellos que controlaban el templo de Jerusalén. Juan El Bautista fue el
primero de los profetas de la tradición menor presentado en las narrativas del
evangelio. Sus agudas críticas contra los gobernantes le llevó a la muerte.
Jesús asumió el liderazgo.
Al haber
reconstruido el contexto en el cual Jesús vivió y predicó, los investigadores
modernos del Nuevo Testamento se han dado cuenta de que Jesús no fue una simple
figura religiosa. El fue un crítico severo de aquellos que controlaban
el templo, de aquellos que controlaban el imperio y de aquellos que controlaban
el sistema económico que mataba de hambre y robaba a los pobres dejando a los
huérfanos y viudas totalmente desamparados. Para Jesús todas estas
cuestiones estaban íntimamente ligadas. Jesús en tanto el permaneció confinado
en el norte rural fue mayormente un desconocido e inocuo crítico. Claramente el
era un predicador apocalíptico. El proponía la eliminación del sistema
corrupto. El creía que los días de los opresores estaban contados. Pero él
creía que el derrocamiento del sistema podría lograrse por medio del amor, la
misericordia y la bondad. Jesús llevo su apocalíptico mensaje a Jerusalén. Sin
embargo, llamar su arribo una entrada triunfal es desenfocarse
completamente del punto. El escogió entrar en Jerusalén montado en un burro
como una mofa al gobernante montado en su caballo. Era una forma antigua de
teatro callejero que Jesús y sus seguidores utilizaron para realzar su
argumento. La tradición mayor que era la aceptada por las masas de Jerusalén
estaba siendo ridiculizada por una figura de la tradición menor.
Pero el punto
crítico de la visita de Jesús a Jerusalén, se dio cuando el visitó el
templo. En ningún sentido el vino para adorar y hacer sacrificios. El vino para
interrumpir y hacer pronunciamientos a cerca del juicio de Dios sobre toda la
operación. Jesús no fue al templo a limpiar o purificar. El vino al templo para
anunciar la destrucción de toda una forma de vivir. Aquellos que operaban el
templo no tenían el poder para silenciar a Jesús y ocasionar su muerte. Esos
poderes estaban en las manos de los agentes o delegados romanos. Los cargos
hechos en su contra pueden resumirse como insurrección. Hubo
tres cargos específicos: alentar a no pagar impuestos, amenazar con destruir la
propiedad (el templo) y decir que era un rey. Fue el incidente en
el templo que llevó a Jesús de ser un irritante e inocuo rebelde del norte
rural, a convertirse en una amenaza en una ciudad que controlaba la tradición
mayor. Los agentes de Roma lo mataron en la cruz. El significado
teológico de toda esa serie de eventos permanece en nuestras propias manos. Sin
embargo, la clave para entender la semana de la crucifixión de Jesús, es el incidente
en el templo.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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