miércoles, 11 de abril de 2012

LOS RÉGULOS Y EL TESTAFERRO



INTRODUCCIÓN


Como lo habíamos manifestado anteriormente en este espacio (30 de marzo 2012) un diario norteamericano informaba a cerca de la cumbre de presidentes centroamericanos en Guatemala, reunidos  para discutir la propuesta de despenalización de la droga del presidente Otto Pérez Molina, puntualizaban también que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en una movida sin precedentes; ha puesto en la agenda de discusiones para la próxima Cumbre de las Américas, la legalización y despenalización de la droga, sugiriendo dicho diario (Los Angeles Times) que de alguna manera, Santos le había comido el mandado al presidente guatemalteco. Efectivamente, eso es lo que ha sucedido y ahora Santos que, como su antecesor Uribe, ambos fieles sirvientes de los intereses de Washington, se encargará de diluir la propuesta de la despenalización y presentarla como una opción menor ya que él claramente favorece la opción militar -Plan Colombia- a la cual atribuye "éxitos" en la erradicación de los carteles de la droga colombianos. Convenientemente, Santos, obvia mencionar los estragos que el Plan Colombia ha causado a su país, que ahora se ha convertido en una cabeza de playa para el intervencionismo militar norteamericano en Suramérica. A pesar de manifestar nuestro apoyo a la propuesta del presidente Perez Molina, pues la consideramos muy digna y nacionalista, y porque no decir, la más realista; no dejamos de percibirla con cierto escepticismo. No porque fuera, como se ha dicho hasta el hartazgo; una cortina de humo o que no hubo una bien concertada campaña diplomática de parte del gobierno guatemalteco. No, nuestras dudas tienen bases históricas, pues sabido es que los Estados Unidos no acepta ni ha aceptado propuestas que atenten contra sus intereses hegemónicos, vengan estas de donde vengan. En su reciente periplo por Latino America, el vicepresidente Joe Biden, dijo que: (...) no existía ninguna posibilidad de que el gobierno de los EEUU apoye propuesta alguna encaminada hacia la legalización de las drogas. Otro oficial antinarcóticos estadounidense dijo: (...) le hemos dado una mirada a la descriminalización y legalización y, simplemente, eso no trabaja para nosotros.” Más claro no canta un gallo. Y para aquellos que ingenuamente creen que la diplomacia es un buen recurso para negociar con nuestro buen vecino del norte, lo anterior es una muestra de que el imperio no negocia, impone; que la única diplomacia que ha practicado desde siempre es el de las  cañoneras (gun boat diplomacy). Finalmente y como una triste realidad patente en toda la región latinoamericana, este debate de la despenalización de la droga, no ha hecho más que poner de relieve la desunión que priva en muchos de los actores políticos de la región, como ha quedado evidenciado en el boicot  de tres de los presidentes centroamericanos  a la propuesta de su hermano presidente guatemalteco. Razón tuvo Simón Bolívar al escribir (antes de morir desilusionado ante la desintegración de la Gran Colombia) que: “América Latina es ingobernable…he arado en el mar.” Marvin Najarro







LOS RÉGULOS Y EL TESTAFERRO



Por Luciano Castro Barillas


La historia de América, pero principalmente la de Centro América, está signada, desde siempre, por la disgregación, el sectarismo, el personalismo, el hegemonismo y los dislates recurrentes. Es algo ancestral, ya que los señoríos indígenas, a despecho de sus epatentes descubrimientos en las ciencias y las artes, nunca dejaron el pleito entre ellos; al punto que los kakchiqueles no vacilaron en aliarse con los españoles para destruir a los quichés. O los tlaxcaltecas contra los aztecas.  Esas naciones prehispánicas mayenses bastante chicas fueron la precuela de lo que serían, en actitud, las cinco provincias centroamericanas (Chiapas incluida, como parte del territorio de Guatemala) durante la época independiente, gobernadas por auténticos régulos o reyezuelos, de origen peninsular algunos y  criollos otros, cuyas disputas no eran por definiciones o celos de nacionalidad sino por  visibles y pocos disimulados intereses económicos. A nadie le importó Centro América como patria, país o nación; importaron sí sus cosas y asuntos propios, como hasta la fecha. De allí que el “centroamericanismo”, esa instancia de integración en todos los órdenes de la vida social y económica nunca ha pasado de lo que es: una chata declaración de principios sobre propósitos y voluntades que nunca han existido. El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica siempre rivalizaron con Guatemala. Guatemala no. Rivalizaron, claro está,  sus élites dominantes y en su personalismo y sectarismo arrastraron a la naciones enteras hacia la debilidad, el localismo y la falta de identidad. Los ricos guatemaltecos siempre fueron más poderosos que los de las otras provincias pues por trescientos años centralizaron el poder y la riqueza, de allí la explicación del porqué la oligarquía guatemalteca es la más despiadada y conservadora de América Central, es decir, por la reificación del dinero. Esas rivalidades afloran de cuando en cuando y lo del boicot con la iniciativa de Pérez Molina es lo más reciente. Guatemala indudablemente está urgida de encontrarle una solución a la espiral de violencia porque no es la misma presión social y política un país que cuenta con 14 millones de habitantes, contra los 4 millones de Costa Rica, los 5 millones  de Nicaragua o   los 7 millones de Honduras. Independiente de la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes, Guatemala tiene una alta acumulación de variados ilícitos como corresponde a esa “enorme” cantidad de personas para su realidad fiscal, que es la más baja de Centro América. La presión social guatemalteca es al 250% más que la de Costa Rica, por ejemplo. ¿A qué país puede interesarle más encontrar salidas alternativas al problema del narcotráfico? Es, indudablemente, la política exterior emblemática de un gobierno de derecha que de tener éxito les redituará políticamente en prestigio y la posibilidad de hacer un segundo gobierno. Pero la verdad es que no hay salida para la crisis de ingobernabilidad e inseguridad con la confrontación armada. ¿Quiénes mejor que los guatemaltecos para entender que los 36 años de guerra interna fueron un desastre? La solución armada tampoco la encontrado Colombia con mas de 40 años de guerra, virtualmente ocupada por el ejército norteamericano disfrazado de asesores. Ni México con los seis años de confrontación contra los poderosos carteles de la droga que han arrojado miles de personas asesinadas y desplazadas. Los costos económicos y sociales son altísimos y no hay indicios de debilitamiento de los narcotraficantes que han aprendido de la manera debida técnicas militares, como rehuir el posicionamiento bélico por la movilización geográfica. Guatemala es la plaza ganada y la que se debe retener, a costa de todo, pues la vecindad mexicana con los Estados Unidos da a las fuerzas de seguridad de ambos países facilidades operativas. Tenemos que entender esto para comprender la posición de Pérez Molina, preocupado o asustado posiblemente por la magnitud del problema, De allí que los guatemaltecos no debemos esperar nada  -una iniciativa regional, digamos-  porque a los demás países centroamericanos les importa muy poco, ya que no sufren de igual manera. O harán, para no malquistar, lo que ordene los Estados Unidos, tal como lo hizo  como fiel lacayo Funes u Ortega con su acomodaticio antiimperialismo. La iniciativa guatemalteca sobre la despenalización de la droga la pudo hacer un gobierno de URNG, de LIDER o del Partido Patriota, que la misma actitud imperial habría encontrado. Regularizar la producción, tránsito y consumo de la droga significa afectar seriamente el sistema financiero, la economía total de los Estados Unidos. El dinero negro tiene una senda de desfogue que, precisamente, está al interior de los Estados Unidos. ¿Cuáles son los nombres de los carteles gringos? ¿Cuáles el ritmo y magnitud de los decomisos de la policía mejor dotada y entrenada del mundo? La iniciativa de la despenalización de la droga propuesta y divulgada en el mundo entero por el presidente guatemalteco con su sentido nacionalista y candoroso de independencia, no encontrará respaldo. La encontrará el presidente Santos de Colombia, porque el cumple mejor el papel de testaferro, subordinado e incondicional. ¿Acaso no es el procónsul de los yanquis en tierra sudamericana? Santos rebalsaba de contento en tiempos de Uribe  -su mentor-  y con sonrisa de oreja a oreja, como El Guasón, con la muerte del dirigente histórico de las Fuerzas Armadas de Colombia, FARC, el señor Marulanda. No lo disimulaba ante los medios noticiosos internacionales, sin el mínimo asomo de humanidad. Luego de Briceño y por último de Reyes. ¿Ese es el rostro de la democracia? Santos es la caja de resonancia, el muñeco de ventrílocuo del imperialismo y quiere construirse un liderazgo inexistente en la Cumbre de las  Américas que se celebra en los actuales momentos en la ciudad de Cartagena de Indias. La política represiva de Uribe y ejecutada por Santos durante sus dos períodos de gobierno ha hecho que Colombia ocupe el segundo lugar mundial en ciudadanos colombianos desplazados. Hay en marcha una política de aniquilamiento contra las fuerzas revolucionarias colombianas y no es Santos el que podría proponer métodos alternativos a los problemas del narcotráfico, ya que su política es y será de confrontación, desde el momento que la política contrainsurgente colombiana se tipifica como narcoterrorismo, término por cierto acuñado por los gringos y replicado a la perfección por El Ñato, que es el apodo de Santos. Él no decide nada, lo hace los Estados Unidos, país que no tiene ni nunca ha tenido diplomacia. Sus embajadores son procónsules en todo el mundo donde tienen, digamos, sedes diplomáticas. Allí van a pedir permiso los gobiernos serviles. La única diplomacia conocen los Estados Unidos son la de las cañoneras, el gran garrote o el dólar. Ya lo dijo Fuster Dulles, al ser apabullado retóricamente por el Canciller de la Dignidad, Toriello Garrido, en Caracas en 1954: “Los Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses”. Y todo  es igual hasta la fecha. Mientras la crisis financiera siga haciendo estragos en los Estados Unidos y la economía no salga del marasmo productivo, el dinero sucio o negro de la droga es la mejor captación de inversiones. Ahora bien, la Sexta Cumbre de las Américas es más de lo mismo, con la sola dignidad del presidente Correa de Ecuador quien, por razones de principios  -tal como él lo afirmara-  no quiso asistir a esos cónclaves improductivos, eso sí, de amplia exposición mediática de las transnacionales reaccionarias de la noticia.

Guatemala, pues, está siendo aniquilada por el narcotráfico y urge encontrar soluciones por el debilitamiento de sus instituciones públicas, cooptación de los poderes legales por los subrepticios, muertes constantes y cada vez más sanguinarias, alta corrupción política donde los procesos electorales, que financiados por la droga y, pérdida casi absoluta de la seguridad y la tranquilidad. Guatemala es el más presionado y el más indicado a buscar sin tardanza soluciones, dado que sus indicadores de desarrollo humano son de los peores del mundo. ¿Qué lo haga la derecha? ¿Qué es una cortina de humo? ¿Qué no aborda los problemas de fondo de la sociedad guatemalteca que son estructurales? En todo lo dicho hay verdades relativas, pero algo se tiene que hacer y no es precisamente la izquierda y los revolucionarios los que lo podemos hacer por el momento. La sartén la tienen por el mango otros y si bien la lucha popular se debe impulsar, la correlación de fuerzas es desproporcionada, desfavorable. No obstante, el porvenir, el futuro es y será del pueblo y aunque por el momento las fuerzas democráticas guatemaltecas no tengan éxitos políticos, el no tener éxito no quiere decir que no tengan la razón, que son históricas y eso es lo que vale. “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo, no en el resultado.  -decía Gandi- Un esfuerzo total es una victoria completa”.









Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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