INTRODUCCIÓN
"Pasión de multitudes". "El
deporte más bello del mundo", así, de esta manera, suelen los
comentaristas y narradores deportivos referirse al espectáculo de masas que es
el fútbol. Hay excesos e irracionalidades extremas, al punto que algunos
escritores de prestigio y por supuesto fanáticos de ese deporte, que comparan
de manera irreverente al futbol o algunas ejecuciones de gran vistosidad
técnica con un poema, lo cual no es para tanto. Sin embargo, para el ya
fallecido gran escritor y poeta argentino, Jorge Luis Borges, el fútbol era feo
estéticamente: (…) once jugadores contra otros once
corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. Además
dijo que el futbol es fundamentalmente agresivo, desagradable y comercial. Pero
parece que nada de lo dicho por Borges les interesa a las grandes masas de
aficionados que desde sus hogares o aglomerados en los estadios a cada rato
asisten a uno de los espectáculos de masas mas comercializados del mundo. Hubo
un tiempo en que el fútbol como espectáculo o actividad deportiva cumplía su
cometido, como lo era brindar un sano esparcimiento a todos los participantes.
Presenciar la experticia de Pelé en el trato del balón, las embriagantes
gambetas del legendario Garrincha o la mágica zurda del más grande de todos los
tiempos, Maradona; era todo un deleite. No más. El futbol que se practica hoy
en día, aparte de ser uno de los ejemplos más claros de la globalización
económica, es un espectáculo feo, mediocre, violento, racista; con
jugadores -con la sola excepción de Messi- que se parecen más a
payasos narcisistas en busca de publicidad, dinero y bellas chicas de toda
profesión y alcurnia, que a futbolistas en el sentido estricto de la palabra. ¿Y
qué decir de Doña FIFA, la mafia que maneja los hilos del fútbol mundial? Un
ajeno al mundillo futbolero, el asesinado líder Muamar Qadaffi, se dió el
lujo de decir en cierta ocasión que la FIFA transformó el deporte más
popular del orbe en “un mercado de esclavos, que permite el
reciclaje de dinero sucio". Es importante mencionar que uno de
los hijos del difunto líder libio, Al Saadi, fue dirigente de la FIFA y uno
supone que a través de él su padre se enteró de los turbios negocios de
esa organización; punta de lanza del capitalismo global. Lo cierto del caso es
que mientras el Barcelona y el Real Madrid se encargan de enajenar a la masa y
gamberros, ultras y barras bravas se desangran a garrotazos, balazos y
puñaladas, los Padrinos de la FIFA en compañía de altos dignatarios mundiales
cínicamente se dan palmaditas en la espalda y celebran con burlonas
sonrisas el descerebramiento global de los cientos de millones de
personas o aficionados que son el mejor negocio del mundo, que la apasionada y
embrutecida afición genera en todo el planeta. Por algo Borges dijo que; (...) el
fútbol es popular porque la estupidez es popular. Marvin Najarro
FÚTBOL GLOBAL: EL IRRESISTIBLE ENCANTO DE
LA IDIOTEZ TOTAL
LA IDIOTEZ TOTAL
Por Luciano Castro Barillas
Es difícil ir en contra de la corriente, en
contra del común de lo que piensan, sienten y creen las personas. El fútbol
-hay que reconocerlo- gusta y moviliza multitudes en los cinco continentes.
Todos lo hemos practicado y en determinados momentos de la vida caímos en su
fascinación. Extraña seducción por un balón cuya racionalidad se localiza en
los pies. De allí que no creo aquella expresión de mi madre que en muchas
ocasiones, en sus admoniciones, me reprochaba que (…) tenía un hijo
con la cabeza en las patas. Hay tres condiciones en la naturaleza
del fútbol en la actualidad, bastante diferenciadas, como una sociedad dividida
en clases: el fútbol profesional, el aficionado y el del equipo nacional. Me
inclino por el segundo y el tercero, porque el primero, el profesional, es el
de los grandes negocios y la enajenación. No es más que un instrumento
diversionista costoso y que beneficia a los propietarios, a los técnicos y
entrenadores y a los jugadores que tienen excepcionalidad en el manejo del
balón. Los clubes emblemáticos del fútbol comercial como el Real Madrid y el
Barcelona en España siempre fueron conocidos. Por medio de la prensa escrita y
uno que otra revista de deportes se sabía por los años 50 a 60 de la habilidad
incomparable de Alfredo Di Stéfano, un argentino transferido de un club
colombiano al club español y que marcaría el rumbo definitivo del equipo
merengue, como es su apodo.
Hoy las ligas del fútbol profesional están en
todo el mundo, en grandes y pequeñas ciudades y hasta en las aldeas.
Todos saben que el club Ajax es de Holanda, el Bayer-Munich de Alemania, el
Liverpool de Inglaterra, la Juventud de Italia y en fin, una lista interminable
que pasa a América. Esta popularidad exponencial del fútbol profesional fue
resultado de la globalización de las comunicaciones y el inagotable venero de
esas tecnologías que hacen obsoletos en 12 meses los últimos artilugios del
mercado. Y todo estaría bien, en el sentido que los jóvenes asumieran que el
fútbol sólo es un juego. Que las emociones son para los 90 minutos o los 30
adicionales en caso de empate y no ir más allá de esa realidad. Que existe y se
disfruta en su tiempo y mundo real. Que se puede ver o dejar de ver un partido
sin que afecte nuestras vidas, de tal modo que podríamos sentirnos satisfechos
también con enterarnos de los resultados y quiénes fueron los anotadores de los
goles. Pero cuando la afición por el fútbol de las grandes ligas se vuelve una
adicción, una práctica enfermiza y se dejan las cosas más importantes por hacer
para estar sentados durante 90 o 120 minutos, entonces, las cosas están mal.
Peor aún cuando se llevan los resultados del encuentro al ámbito de las
quinielas, donde se apuestan cantidades ingentes de dinero, en ese punto ha
perdido -creo yo- todo espíritu deportivo para quien todavía puede
verlo como tal y no un simple espectáculo circense, con lo poco que queda,
claro está, en los clubes de fútbol profesional. Los futbolistas de las grandes
ligas son los nuevos gladiadores de la antigüedad y los estadios la arena del
circo. Muchos tontos de capirote (esos que visten, calzan, sueñan,
hipotecan y venderían hasta la madre porque ganara su club favorito) se han
llegado a matar o han matado, como los descerebrados ingleses hooligan,
gamberros que nada tienen que envidiarle a los mafiosos de la camorra
napolitana, a los cholos de Los Angeles o a los mareros salvatruchas de El
Salvador. El dinero queda en los propietarios del club y las pérdidas
económicas, sociales y a la integridad física la capitalizan ese tipo de memos
que pululan en los estadios o que, arrellanados en la más cómoda poltrona
(silla para pasar la flojera) durante el fin de semana matan el tiempo del
partido tomando cerveza, comiendo frituras, subiendo de peso y gritando como
condenados; posiblemente desfogando el stress, las presiones del trabajo, de la
manera menos constructiva del mundo. Cuidadito si un niño (porque allí
van incluidos los padres de familia) llega en ese momento a hacerle una
consulta, porque es tocar al diablo. Ese idiota frente a la televisión en ese
momento no existe como persona, es un gamberro más, solo que en su casa. Es
sólo una masa de carne o de grasa con los ojos desorbitados, ensuciando el sofá
con los pozoles de las galletas, tirándose pedos por la bárbara ingestión de
porquerías, pero sobre todo, exhibiendo las patotas de uñas sucias con sus
sandalias de presidiario. Todo por el deletéreo deleite de partidos como el del
Barcelona con Valencia totalmente arreglados, que no se necesita sutileza para
darse cuenta de lo burdo y parcializado del arbitraje. Los nuevos enclaves
neocolonialistas ideológicos son las ligas profesionales de fútbol, con España
a la cabeza. No por gusto el país ibérico es uno de los países más atrasados de
Europa y con un déficit permanente de democracia real, si no hay que remitirse
el enjuiciamiento que fuera objeto uno de sus más integros e lúcidos letrados
por las hordas franquistas en hibernación, pero prestas con agilidad ferina
para defender con rasguño y garra todo lo que signifique memoria, justicia y
resarcimiento.
Es el mundo del fútbol profesional. Cosa muy
diferente es fútbol aficionado. Él todavía conserva su candor. Se juega como un
sano entretenimiento los fines de semana en cualquier cancha para intercambiar
saludos y fortalecer la amistad y luego se comparte una frugal refacción y
refrescos. O los equipos nacionales que nos proveen de identidad, de civilidad,
de patriotismo. Esas dos expresiones del fútbol serían las recomendadas para
una sociedad en crisis, violenta, que todo, como el fútbol profesional, lo han
echado a perder. ¿Por qué razón? Por el amor al dinero. Causa de todos los
males de la humanidad y suprema enajenación, pues lo que realmente sirve al ser
humano es la riqueza, no el dinero, que son simples papeles o metales. En fin,
si usted es del Barcelona o del Real Madrid, medite un poco y vea si no está
siendo manipulado mentalmente por los grandes consorcios de las comunicaciones
y el fútbol. Resulta increíble pero un estudio sociológico de 2007 arrojó que
el 32% de los aficionados al fútbol de todo el mundo, ese porcentaje
corresponde al Real Madrid. Si supieran los hermanos Juan y Carlos Padrós, de
origen catalán, el negocio que habían creado en 1902 cuando se fundó el club,
resucitarían como Lázaro por estar al frente de tanto dinero. Veamos, pues, al
fútbol como lo que es: un negocio más que en ocasiones vale la pena visitar,
para comernos un asado, ver una película, patinar o simplemente bailar.
Ese consumo de pelotas y patadas, francamente, ha empezado a caerme mal.
Publicado por Marvin Najarro
CT.,USA.
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