miércoles, 25 de abril de 2012

MUJERES Y PODER…




 INTRODUCCIÓN



¡Mujeres al poder!  Es el canto de batalla de muchas de las feministas. Aunque es un tema muy escabroso de tratar, y uno fácilmente se puede en encontrar en una situación similar al equilibrista caminado sobre una cuerda ondulante, es algo que hay que enfrentar y debatir seria y profundamente. Es innegable que el hombre a lo largo de la historia por sus mismas condiciones físicas y el contexto histórico en el que le ha tocado actuar ha ejercido el poder de una forma mucho más abierta, aunque no siempre de manera sensata y equilibrada. Sería igualmente absurdo negar la sumisión o el sometimiento, muchas veces involuntario, que las mujeres han tenido que soportar a manos del hombre-macho. Sería también igualmente absurdo el negar, por las razones que sean, que las mujeres abierta u ocultamente no hayan ejercido el poder o no lo estén haciendo en las diferentes esferas en las que se desenvuelven. Cleopatra, la última de las faraonas egipcias, fue una mujer con gran poder e influencia que se extendió hasta la antigua Roma. La historia contemporánea nos muestra variados y múltiples casos  de mujeres que por sus dotes e inteligencia han llegado a ocupar posiciones de poder antes reservadas exclusivamente a los hombres. Y que quede claro, en la mayoría de las instancias, porque también hay excepciones, lo han hecho y lo hacen con más  aplomo y sabiduría que los hombres. En una de sus últimas reflexiones, Fidel Castro, acotaba lo siguiente: (…) las mujeres, como acompañantes o Jefes de Estado, son las que mejor lo hicieron. Una vez más demostraron que las cosas en el mundo marcharían mejor si ellas se ocuparan de los asuntos políticos. Tal vez habría menos guerras, aunque nadie puede estar seguro de eso. Marvin Najarro










MUJERES Y PODER


Por Luciano Castro Barillas


La exclusión y sometimiento de la mujer por parte del varón no siempre fue así. Hay una larga historia de sometimiento del varón por parte de la mujer, contra lo que pudieran opinar las feministas rigoristas de la izquierda norteamericana, cuyas posiciones al respecto han sido replicadas a la perfección por las mujeres latinoamericanas, sin que hayan pensado éstas últimas en algún momento las circunstancias propias del neocolonialismo cultural,  -como parece ser, aunque no se acepte- las luchas postmodernas por la igualdad de género. Hay que puntualizar sobre un asunto crucial a la hora de esta reflexión: es el izquierdismo como tal quien se ocupa con preocupación extrema en las luchas de género. En el socialismo, durante su proceso de edificación en la Unión Soviética, por ejemplo, no se suscitaron esos problemas pequeño-burgueses a nivel institucional, sino cultural, porque el Estado Socialista,  sus libertades y garantías formaban parte de la superestructura jurídico-política e ideológica. En esos Estados, en sus tiempos luminosos de aspiraciones igualitarias, las mujeres sometidas o subordinadas al varón lo eran porque muchas veces así lo habían querido a nivel de su vida cotidiana, de su “mundo real”, que pude haber sido en su vida laboral o íntima. “En la Unión Soviética, oficialmente, no hay prostitución, pero comprenderá  -le dijo Nikita Krushev al periodista norteamericano que lo cuestionaba- que hay putas de corazón y sobre ellas no podemos tener control”.  Simone de Beauvoir, la feminista y novelista francesa, partidaria del existencialismo ateo, hizo por la década de los años setenta una declaración que conmovió el mundo intelectual de esos años: “La mujer no es una categoría biológica, sino una categoría cultural”. No hay, en tanto, en esa línea de opinión, un hígado femenino, unos riñones femeninos, etc.; sin embargo, sin que ella dijera eso por instinto de mujer e intuición genial, presentía que había un cerebro femenino, tal como lo plantea hipotéticamente la neurología genética de la actualidad. Se puede extrapolar, entonces, que la propuesta postmoderna de reivindicación de género tiene mucha razón de ser en los países capitalistas y dependientes del mundo, pues sus contradicciones históricas son más profundas e irreconciliables. El capitalismo y sus ciclos es una serpiente que se muerde a sí misma la cola y no sale de su círculo vicioso de inmoralidad económica. Entendido que desarrollo no es sólo crecimiento económico, sino un impulso civilizador integral. ¿Nos entendemos? Desarrollo es felicidad material, mental y emocional del ser humano y eso no ocurre precisamente en el capitalismo, pero sí en una buena medida en la dualidad antagónica de esa realidad: el socialismo, que se esfuerza por perfeccionarse y romper el inmovilismo, para activar sus potencialidades dialécticas, creativas y agitar a su interior su energía revolucionaria.

Yéndonos hacia los tiempos profundos, primitivos de la humanidad, la mujer fue poseedora de altos y consistentes poderes: sobre la familia, la vida, la muerte y la economía. Gracias a su condición de criandera, de madre; cuando los varones iban en partidas de caza y recolección de frutos silvestres,  ella se quedaba en la cueva, no por docilidad femenina, sino por asuntos de sobrevivencia. Había que cuidar a los críos, sedentarismo que le dio lugar a muchas cosas constructivas. Pudo y tuvo tiempo de observar con tranquilidad los fenómenos de la naturaleza, en tanto el macho era todo un derroche de adrenalina enfrentándose con los mamuts o los tigres dientes de sable. De esa manera la mujer empezó a empoderarse de la vida y a descubrir, para empezar, la agricultura. De allí que los primeros agricultores fueron las mujeres. Veía que las semillas que defecaban los pájaros o sus perros germinaban, crecían y echaban frutos y que plantándose muchas semillas podía recogerse una cosecha. Los pequeños animales de su entorno encontraron una relación mutuamente beneficiosa y surgió la domesticación de las aves para aprovechar sus carnes y sus huevos y los perros, con gran instinto territorial,  para ahuyentar a los intrusos. Observar la conducta y los hábitos de la vaca, futura proveedora de leche.  Después el caballo para aumentar sus fuerzas y aligerar su esfuerzo físico. Esta realidad primitiva la hizo respetable y mucho más inteligente que el hombre porque supo poner en práctica antes que él el sentido de la observación y el análisis. Le creó prestigio social y le confirió poder, por ser  engendradora de la vida y capaz de superar a la muerte. El varón tenía fuerza, indudablemente, por la marcha constante tras las presas. Se fortalecieron sus piernas, manos y brazos por la lucha y su desarrollo cerebral fue más lento, de allí probablemente provenga la sutileza en el pensamiento de la mujer, contraria a la “abruptividad” del varón, pues como dijera un escritor machista refiriéndose a la condición de la mujer, pero atinando sin querer: (…) El silencio de una mujer pareciera un momento en que no pasa nada, pero pasa un mundo por su cabeza. Esta realidad socio-económica y cultural de la mujer primitiva y sus grandes descubrimientos para crear la civilización humana le dio un estatuto político: el matriarcado, que fue y es una institución vigente en muchos países y practicado de manera oculta como disfuncionalidad, sin serlo así,  al interior de muchos hogares del siglo XXI. En muchos hogares donde el varón tiene pocas luces es la mujer la que dirige la vida familiar y realmente me parece justo o quizá lógico y coherente.

No es sino con el surgimiento de la propiedad privada y la división de la sociedad en clases  -al quebrarse el régimen comunal primitivo-  que el matriarcado como institución social preponderante empieza una etapa de declinación por la sustitución de la inteligencia femenina por la fuerza bruta de los hombres. Quizá el mundo estaría mejor si las mujeres dirigieran como en el pasado a la familia y la sociedad, pues son menos ególatras que los machos, más valientes, más inteligentes y más disciplinadas. Han sido capaces de ser mejores estadistas   -y ejemplos hay muchos-  y de guiar a los varones atolondrados por caminos de prudencia y mesura, en condiciones de aparente subalternidad.

Sigue siendo válido, pues, el viejo refrán (con el perdón de las feministas), que detrás de cada gran hombre hay un gran mujer.










Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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