Como es predecible, el
argentino Atilo Boron no se sale de su guión de propagandista
burgués-revisionista –algo que es normal al «socialismo» del siglo XXI– y evita
en sus líneas analizar en profundidad el verdadero carácter de la CELAC, sobre
todo lo referente a sus posibilidades como organización multiclasista que en su
seno guarda a una amplísima expresión de la burguesía regional, en su formato
«progresista» y también en el retardatario. Considerando además que esta
organización guarda un enorme paralelismo con otras estructuras precedentes de
índole internacional que a su interior contaban con ese carácter
antisocialista, o lo que era lo mismo y sigue siguiendo igual; organizaciones
en las que priman un profundo carácter ecléctico en lo ideológico –o sea, una mezcla de
ideologías– entre las que destacan «lo no alineados» estimulado por el viejo
revisionismo yugoslavo, o los «tercermundistas» salidos de la revisión maoísta
etc.; cuyas más que dudosas teorías «honrarían» al movimiento comunista con la
actual desorientación ideológica a la hora de analizar la geopolítica y este
tipo de instituciones. Como hace años Enver Hoxha dijo:
«Todas estas denominaciones,
que se refieren a las diversas fuerzas políticas que hoy actúan en el mundo,
lejos de poner en evidencia; encubren el carácter de clase de estas fuerzas,
las contradicciones fundamentales de nuestra época, el problema clave, que
actualmente predomina a escala nacional e internacional, la implacable lucha
que se desarrolla entre el mundo burgués imperialista por una parte, y el
socialismo, el proletariado mundial y sus aliados naturales, por la otra. (...)
Las denominaciones «tercer mundo», «países no alineados» o «en vías de
desarrollo» crean entre las amplias masas que luchan por la liberación nacional
y social, la ilusión de que se ha encontrado un abrigo donde protegerse de la
amenaza de las superpotencias. Ocultan la situación real de la mayoría de estos
países, los cuales, de una u otro forma, están vinculados tanto a las
superpotencias como a las antiguas metrópolis coloniales y dependen política,
ideológica y económicamente de ellas». (Enver Hoxha, Informe al VIIº Congreso
del PTA, 1976)
Más allá de la
caracterización que el autor hace sobre la organización, este no llega a
vislumbrar que al interior de la CELAC, ya sea como institución o como foro o
como se quiera, no es más que un club de países cuya totalidad –salvo honrosa
excepción– están al servicio de un interese imperialista extra-regional, lo que
por si deposita cualquier pretensión al interior de esa organización en manos
de esos intereses: ¿Acaso Colombia no ha pretendido entrar en la OTAN? ¿Acaso
México, Costa Rica, Chile, Honduras no está al servicio de EEUU con
«cooperación» militar incluida? ¿Acaso Brasil no tiene pretensiones hegemónica
imperialistas en la región? ¿Acaso Argentina no tiene una estrecha relación
económica con corporaciones imperialistas como MONSANTO? ¿Acaso Perú no tienen
una estrecha relación económica con el nazi-sionismo israelí? ¿Y el caso de la
captación –prosternación en realidad– de capital chino por Nicaragua, Bolivia,
Venezuela, etc? ¿Acaso buena parte de los integrantes no forma parte de la
Alianza del Pacífico? ¿Acaso el primer socio comercial de la región no es el
imperialismo estadounidense seguido de cerca por el europeo y el chino?
Obsérvese que el mismo Atilo Boron se contesta cuando acepta que la unanimidad
es la funcionalidad esencial de la organización, lo que de por si deja en manos
de la influencia extranjera toda capacidad de acción y reacción de la
organización como así quedó corroborado tras la retención del avión
presidencial boliviano en suelo europeo.
Ver posibilidades de
emancipación en un organización que guarda ese carácter solo tiene dos
explicaciones: o se es un ingenuo de campeonato, o bien se pretende mantener en
la inopia al lectora. Bitácora de un Nicaragüense
El documento:
Quién habría podido imaginar que el sueño bolivariano de Hugo Chávez de un
organismo regional sin la presencia de EEUU y Canadá rendiría sus frutos?
No es un milagro, pero casi. Contra todos los pronósticos la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se va consolidando como
institución “nuestroamericana” y está a punto de celebrar en La Habana su
Segunda Cumbre de Presidentes. Decimos “milagro” porque ¿quién habría podido
imaginar, hace apenas cinco años, que el sueño bolivariano de Hugo Chávez
–sueño fundado en un impecable diagnóstico de la geopolítica mundial- por
construir un organismo regional sin la presencia de Estados Unidos y Canadá
rendiría sus frutos?
Para ello Chávez y quienes lo acompañaron en esta empresa patriótica
tuvieron que vencer toda clase de obstáculos: la resignación de algunos
gobiernos, la claudicación de otros, el escepticismo de los de más allá y la
sistemática oposición de Washington, dato nada menor en la política de nuestros
países. Eppur si muove, diría Galileo al contemplar la concreción de este
proyecto bolivariano que por primera vez en la historia nuclea a todas las
naciones de América Latina y el Caribe con la sola excepción-¡por ahora!- de
Puerto Rico. Sin dudas, el fortalecimiento de la CELAC -como el de la UNASUR en
el plano sudamericano- son muy buenas noticias para la causa de la emancipación
de la Patria Grande.
La Casa Blanca intentó primero impedir el lanzamiento de la CELAC,
realizado en Caracas en Diciembre del 2011 con la presencia de su incansable
promotor y mentor, ya atacado por el cáncer que le costaría la vida. Al
fracasar en su intento el imperio movilizó a sus aliados regionales para
abortar –o por lo menos, posponer para un futuro indefinido- la iniciativa.
Tampoco resultó. La siguiente estrategia consistió en utilizar algunos de sus
incondicionales peones en la región como caballos de Troya, para malograr desde
adentro el proyecto. No avanzó demasiado, pero consiguió que el primer gobierno
que ejerció la presidencia pro témpore de la CELAC durante el 2012, el Chile de
Sebastián Piñera, declarase por boca de Alfredo Moreno, su canciller, que “la
CELAC será un foro y no una organización, que no tendrá sede, secretariado,
burocracia ni nada de eso”.
¡Un foro!, es decir, un ámbito de amables e intrascendentes pláticas de
gobernantes, diplomáticos y expertos que ni por asomo pondría en cuestión la
dominación imperialista en Latinoamérica y el Caribe. Y la Casa Blanca también
logró, a través del militante activismo de sus principales amigos de la Alianza
del Pacífico, México, Colombia y Chile, que todas las decisiones de la CELAC
debieran adoptarse por unanimidad. Parecería que la “regla de la mayoría” –tan
cara a la tradición política estadounidense- sólo funciona cuando conviene;
cuando no, se impone un criterio que de hecho le confiere poder de veto a
cualquiera de los treinta y tres miembros de la organización. Pero esta es un
arma de doble filo: Panamá u Honduras podrán vetar una resolución que exija
poner fin al status colonial de Puerto Rico, pero Bolivia, Ecuador y Venezuela
podrán hacer lo mismo ante otra que proponga requerir la colaboración del
Comando Sur para combatir al narcotráfico.
El segundo turno presidencial de la CELAC, durante el 2013, recayó en Cuba,
y el presidente Raúl Castro Ruz dio pasos importantes para desbaratar las
maquinaciones del canciller chileno: se avanzó en la institucionalización de la
CELAC y se creó el embrión de una organización que para esta próxima Cumbre
pudo elaborar 26 documentos de trabajo, algo que ningún foro hace. Algunas
propuestas, como la declaración de América Latina y el Caribe como una “Zona de
Paz” serán objeto de un sordo debate porque no se trata sólo de evitar la
presencia de armas nucleares en la región -¿cómo saber si ya no las hay en la
base de Mount Pleasant, en nuestras Islas Malvinas?- sino también de utilizar
el recurso de la fuerza para dirimir conflictos internos. Este tema hace
subrepticia alusión a la tradición intervencionista de Washington en
Latinoamérica y a la presencia de sus 77 bases militares en la región, cuyo
propósito es exactamente ese: intervenir, cuando las condiciones lo aconsejen,
con su fuerza militar en la política interna de los países de la región
complementando la abierta intervención que ya Washington realiza en todos
ellos. Recuérdese, para poner un ejemplo bien didáctico, el decisivo papel de
“la embajada” para determinar el ganador de la reciente elección presidencial
en Honduras. El tema, como se ve, será uno de los más urticantes y divisivos
porque hay gobiernos, y no son pocos, que no sólo toleran la presencia de esas
bases militares norteamericanas sino que, como Colombia, Perú y Panamá, las reclaman.
Otro tema potencialmente disruptivo es la aprobación de la propuesta
venezolana de integrar a Puerto Rico a la CELAC -lo cual es absolutamente
lógico teniendo en cuenta la historia y el presente de ese país, así como su
cultura, su lengua, y sus tradiciones- pero que probablemente suscite reservas
entre los gobiernos más cercanos a Washington para quien Puerto Rico es un
innegociable botín de guerra. Una guerra cuya victoria les fue arrebatada a los
patriotas cubanos y merced a lo cual con la apropiación de Cuba, Puerto Rico y
las Filipinas, la Roma americana iniciaría su ominoso tránsito de la república
al imperio. Se descuenta, en cambio, un apoyo unánime para el reclamo argentino
en relación a las Islas Malvinas, al levantamiento del bloqueo a Cuba y para
otras propuestas tendientes a reforzar los vínculos comerciales, políticos y
culturales. Se sabe que Ecuador presentará una propuesta de repudio al
espionaje que realiza los Estados Unidos y de desarrollo de una nueva red de
comunicaciones en la Internet a salvo de la interdicción de Washington; y que
es probable que se aprueben propuestas concretas en relación al combate a la
pobreza y que se examinen alternativas para consolidar el Banco del Sur y,
eventualmente, para crear una gran empresa petrolera latinoamericana, tema
sobre el cual el presidente Chávez había insistido una y otra vez.
La transición geopolítica internacional en curso, y que se manifiesta en el
desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial hacia el
Asia-Pacífico; la declinación del poderío global de Estados Unidos; el
irreparable derrumbe del proyecto europeo; la persistencia de la crisis
económica estallada a fines del 2007 y que sólo parece acentuarse con el paso
del tiempo y la permanencia de un “orden” económico mundial que concentra
riqueza, margina naciones y profundiza la depredación del medio ambiente han
actuado como poderosos alicientes para remover la inicial desconfianza que
muchos gobiernos tenían en relación a la CELAC. El acuerdo logrado en Caracas en
2011 establecía que una troika se haría sucesivamente cargo de la presidencia
durante los primeros tres años: comenzó Chile, siguió Cuba (ratificando el
repudio continental al bloqueo estadounidense y su propósito de aislar a la
Revolución Cubana) y al terminar esta Cumbre la presidencia se trasladará a
Costa Rica. Este país, incondicional aliado de Washington, deberá afrontar unas
decisivas elecciones el próximo 2 de Febrero, cuando por primera vez en décadas
la hegemonía política de la derecha neocolonial costarricense estará amenazada
por el ascenso de un nuevo y sorprendente actor político: el Frente Amplio.
La actual presidenta, Laura Chinchilla, por largos años funcionaria de la
USAID, garantizaba con el triunfo del oficialismo la “domesticación” de la
CELAC y el retorno al proyecto acunado por Sebastián Piñera y expresado con
total descaro por su canciller. Pero todas las encuestas dan por sentado que
habrá una segunda vuelta y allí el discurso y las propuestas bolivarianas del
candidato del Frente Amplio, José M. Villata, podrían catapultarlo a la
presidencia de Costa Rica. Por supuesto, al igual que ocurriera pocos meses
atrás con las elecciones presidenciales en la vecina Honduras todo el aparato
de inteligencia, manipulación mediática y financiamiento de los partidos amigos
ha sido ya puesto en marcha por Washington, para quien una derrota de la
derecha neocolonial costarricense sería un revés de amplias repercusiones
regionales. Si tal cosa ocurriera la CELAC podría dar un nuevo paso hacia su definitiva
institucionalización, algo que América Latina y el Caribe necesitan
impostergablemente.
Por Atilio Boron
La Haine
Publicado por La Qnadl Sol
CT., USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario