Lo “cursi” anestesia la
conciencia y enmascara la violencia del capitalismo con sensiblería y
sublimación. Anestesia porque en su amor por lo mercantil, y su
conservadurismo, empalagada todo con espiritualidad y con su néctar perfumado.
LA CURSILERÍA
Fernando Buen Abad Domínguez
Elocuencia de lo decadente
Entre todas las aberraciones ideadas por el capitalismo para deformar y
manipular el sentido del gusto de los pueblos y, principalmente, para someterlo
a los devaneos de la lógica y la estética de la mercancía, se ha consolidado la
“cursilería” que es otro fenómeno ideológico burgués fabricante de
sentimentalismo ridículo. Es una negación del amor. La “cursilería” compendia
el “mal gusto” burgués, lo “vulgar” rentable, lo “refinado” de pacotilla y lo
emotivo “afectado” para la impostación. Han inventado emociones actuadas para
justificar el consumismo a granel: “día del padre”, de la madre, del perro, del
gato… sensiblería para desahogar bodegas empachadas de baratijas. Hasta las
lágrimas.
La “cursilería” es el idioma excipiente en esos “mass media” con que la
burguesía nos ataca fabricando emociones simplonas que adjudica al
pueblo-público con demagogia sensiblera para, en su propósito de máxima,
reconciliar los sentimientos de banqueros y clientes, de curas y ateos, de
patrones y obreros. Entre violines y lechos de rosas, emoción y lágrima para la
foto. La “cursilería” es una hermandad ideológica burguesa que expulsa a todo
pensamiento disidente. Lo envuelve y lo sofoca con “buenos sentimientos”.
Profesa “cursilería” el “buen burgués”… entre estremecimientos, para mostrar su
parte “humana”. Antesala de la ridiculez.
No hay “cursilería” a-histórica, ajena a su tiempo. Sus clásicos lo son por
lo efectista o por su capacidad de esconder la crudeza de la explotación, del
saqueo y de la humillación que fabrica el capitalismo sin cesar. Es inclemente
heredera monstruosa del romanticismo, del neoclásico, del modernismo escapista…
La “cursilería” es una tara de la ignorancia y sirve para esconder toda falta
de talento con almíbar a destajo. Es un revés violento, un salto atrás
camuflado de “liberación” para endulzarlo todo con melaza ideológica.
Un arsenal de ofensivas “cursis” se mueve, por ejemplo en la publicidad,
como “pez en el agua” de las más clásicas emociones ridículas, de la apariencia
exagerada, de la perturbación empalagosa. Es un fracaso planificado contra el
“gusto” y su emancipación. La “cursilería” se propaga, virulenta, en la
conciencia de los pueblos endulzado la miseria con ternura idiota. Por eso es
lo cursi es mucho y fácil, es el reino de la banalidad emocional llevada a la
taquilla. Su idea de “belleza” y de “placer” se regodea en lo estereotipado y
lo rutinario. Lo fácil. Así enmascara la burguesía su maldad entre ornatos dulcísimos.
A la burguesía le encantan los escarceos sentimentales que suplantan el
sentido de la verdad. Ha creado una religiosidad de las mercancías inducida con
oraciones -e imágenes- dulcíferas cuyo objetivo es crear emoción para el
consumismo al servicio de la ideología de la clase dominante que secuestra y
tergiversa todo lo que está a su alcance: herencias indígenas, criollas,
mestizas, urbanas, campesinas. Aberraciones de mercado. La “cursilería” se
esmera en afincar los distintivos permanentes de una guerra ideológica que usa
la sacralización de las emociones para infiltrarse en lo corriente y en lo
cotidiano. Los ejemplos son abrumadores.
Los pueblos, la clase trabajadora, victimados por la miseria… los pueblos
que no alcanzan a saber cómo se manipula el “gusto”, están condenados a la
“cursilería” fabricada por la burguesía (y a disfrutarla agradecidos) como
derrota emocional muy rentable. Pueblos convertidos en adictos a los néctares
de la mediocridad burguesa endulzada comercialmente para esconder el problema
de todos los problemas que es el capitalismo.
Además de inyectarla, en las venas abiertas de la miseria, exhiben su
“cursilería” como si fuese conquista estética y literaria… como si fuese el
valor cultural más elevado del refinamiento burgués. Venden con impudicia su
“cursilería” y hacen pasar por divertida esa sensibilidad simplona y
farandulizada que se ha impuesto como lenguaje que barniza todo. La
“cursilería” es un acto de desposesión y agresión contra las necesidades y las
fortalezas emocionales de las masas para aplastarlas con la producción
racionalizada de una estética que en nada expresa a la clase trabajadora y que,
por el contrario, expresa del capitalismo lo más anacrónico de sus falacias
sentimentales. Ofensiva ideológica para sepultar la belleza verdadera que nace
de la lucha emancipadora.
Lo “cursi” anestesia la conciencia y enmascara la violencia del capitalismo
con sensiblería y sublimación. Anestesia porque en su amor por lo mercantil, y
su conservadurismo, empalagada todo con espiritualidad y con su néctar
perfumado. Ideología dominante camuflada como estética populachera donde la
clase trabajadora vive agobiada y usurpada por el capitalismo y sus negocios
bonitos y emocionantes. ¿Muy tierno?
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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