A ella, la coronela del
régimen de Otto Pérez Molina, militarista hasta el tope y prepotente hasta
donde no va más, lo que le ardía, lo cáustico en sus ojos era su vanidad
herida, su arrogancia bajada de sopetón con una simple puñada de cereal molido.
Ella no lagrimeaba por que le ardieran los ojos, lloraba porque nunca, jamás,
imagino que alguien pudiera hacerle eso a ella: mujer ahora rica con renuencia
a rendir informes sobre sus ingresos, vicepresidenta de Guatemala.
LA MIMO VICEPRESIDENCIAL DE
GUATEMALA
Por María de los Ángeles Roca
Bueno, nunca se sabrá cuántos guatemaltecos se rieron y cuántos se enfadaron
cuando la vicepresidenta guatemalteca, Roxana Baldetti (censora de prensa, por
cierto, durante la cortísima dictadura de Jorge Serrano Elías) fue víctima de
unas osadas muchachas, lesbianas confesas y mariguaneras consumadas, las cuales
decidieron por inciertas razones o simples impulsos, transformar a la señora
Baldetti en un mimo de gravísima seriedad, sin sonrisa y sin movimientos
histriónicos. Se pueden decir muchas cosas a favor o en contra de ella, pero lo
que sí es insoslayable e irremediable, es que la puntada de humor de ese
cenáculo de señores y señoras acartonadas, prestas a escuchar las palabras del
presidente; lo hizo ella, sin estar
planificado en la agenda del informe presidencial. Su ancha cara, sus labios
gruesos y sus grandes ojos lucieron divertidos, provocaron la risa al verlos
extraviados en su blanqueada cara, como mimo francés, que sería una
caracterización amable; dado la grosería
tan propia de esta mujer. Más bien parecía un muñeco tragabolas, de aquéllos
fantoches boquiabiertos que se instalan
en los campos de feria para intentar meterles por la amplia boca unas pelotas
de madera o de goma. A ella, la coronela del régimen de Otto Pérez Molina,
militarista hasta el tope y prepotente hasta donde no va más; un golpe de ese
calibre, implícito de total irrespeto a su alta investidura institucional, tal
su condición de vicepresidenta de Guatemala;
le caló profundo. Y su hospitalización no fue, ciertamente, por la
inexistente inflamación de sus ojos porque desde un principio la prensa reporto
que el polvo lanzado era harina. No. Lo que le ardía, lo cáustico en sus ojos
era su vanidad herida, su arrogancia bajada de sopetón con una simple puñada de
cereal molido. Ella no lagrimeaba por que le ardieran los ojos, lloraba porque
nunca, jamás, imagino que alguien pudiera hacerle eso a ella: mujer ahora rica
con renuencia a rendir informes de sus ingresos, vicepresidenta de Guatemala y
efectiva castradora de cuanto hombre, empleado o afiliado gira a su alrededor,
incapaz de escaparse de su enorme fuerza gravitacional de prepotencia. Ella lo
ha dicho: “No se me puede decir no”.
Las cosas deben analizarse desde dos planos: el primero sería el atropello
a su condición de mujer por otras mujeres y que salvaguardó a las feministas
extremas de despotricar contra el varón si eventualmente éste hubiese sido el
agresor. Pienso que su condición de mujer merecía respeto y esa acción debe ser
condenada por ser totalmente inadecuada. Pero si nos vamos al plano de
gobernante y política trapacera ¡qué merecido lo tenía! Son recurrentes sus
abusos -incluso atropelló a Peña Nieto
con sus torpes declaraciones-, sus actos de intolerancia, sus ambiciones sin
límites, su arrogancia y su rapidísimo enriquecimiento del cual no ha podido
dar la debida cuenta, cuando nunca en realidad lo ha hecho. Esa cara de mimo,
pues, es para la historia. Pues a muchos gobernantes les lanzan tomates o
huevos, pero eso de blanquarle la cara a un alto magistrado de la nación es
único en la historia de la vida política nacional e internacional.
Todo un record guiness.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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