F. William Engdahl llamó en
su libro “Seeds of Destruction: Hidden Agenda of Genetic Manipulation”,
“semillas de la destrucción”. México, Brasil, Colombia y Argentina fueron
seleccionados como países con grandes recursos para iniciar los primeros pasos
en la implementación de la agenda del “dominio usando alimentos”. La llegada de
Carlos Menem al poder en Argentina con su agenda neoliberal y su ambición de
ser aceptado en el club de los ricos y poderosos del planeta llevó a David
Rockefeller a la conclusión de iniciar los primeros experimentos con semillas
genéticamente modificadas en Argentina.
LAS SEMILLAS Y EL DOMINIO
DEL MUNDO POR EL HAMBRE
Por Vicky Peláez
Controla el petróleo
y controlarás naciones; controla los alimentos y controlarás pueblos (Henry
Kissinger)
En cada ciclo
histórico la potencia dominante de turno siempre trata de establecer el control
casi absoluto de una región de interés geoeconómico buscando diferentes
instrumentos para dirigir todos los aspectos de la sobrevivencia humana.
En esta era globalizada se trata ya no del dominio de una región
seleccionada por la única superpotencia existente sino del planeta entero. El
uso de la maquinaria bélica y de los recursos energéticos no ha sido suficiente
para el control completo de la voluntad de los pueblos. Se necesita algo más y
este “algo más” resulta ser la comida diaria en el planteamiento de uno de los
más siniestros globalizadores, David Rockefeller.
Durante la guerra en Vietnam el otro político maquiavélico, Henry Kissinger
incorporó la idea de Rockefeller en la agenda diplomática de Washington. La
comida se convirtió en un arma frecuentemente más poderosa que las armas de
destrucción masiva. También jugó un papel muy importante para llevar a cabo el
golpe militar contra el gobierno legítimo de Salvador Allende en Chile en 1973.
Al comienzo de los años 1980 los globalizadores iluminados llegaron a la
conclusión que el control de la alimentación habría que comenzarlo desde las
semillas, reduciendo las variedades regionales y nacionales tradicionales para
crear simultáneamente una o varias variantes de semillas para cada cultivo
universal pero controladas por un reducido número de las transnacionales.
Así, se inició la época de los Organismos Genéticamente Modificados (GMO)
basada en la manipulación genética, y crearon finalmente lo que el estudioso y
escritor norteamericano, F. William Engdahl llamó en su libro “Seeds of
Destruction: Hidden Agenda of Genetic Manipulation”, “semillas de la
destrucción”. México, Brasil, Colombia y Argentina fueron seleccionados como
países con grandes recursos para iniciar los primeros pasos en la
implementación de la agenda del “dominio usando alimentos”. La llegada de
Carlos Menem al poder en Argentina con su agenda neoliberal y su ambición de
ser aceptado en el club de los ricos y poderosos del planeta llevó a David
Rockefeller a la conclusión de iniciar los primeros experimentos con semillas
genéticamente modificadas en Argentina.
Las corporaciones Monsanto, Cargill Inc., DuPont decidieron transformar la
agricultura argentina haciendo énfasis en la soja, para esto inventaron el
pretexto de que el sistema de monocultura agrícola y dijeron que aportaría
grandes dividendos al país por la exportación de soja, lo que facilitaría el
pago de la deuda externa de Argentina que estaba ya en el límite impagable. Así
según William Engdahl, “desde 1991 antes que la Modificación Genética (GM)
fuera aceptada en los Estados Unidos, Argentina se convirtió en un laboratorio
secreto para el desarrollo de los cultivos genéticamente modificados y su
población fue utilizada sin su conocimiento como “conejillos de Indias”.
Para facilitar los experimentos con semillas GM de maíz, trigo, algodón,
girasol y soja, el gobierno de Menem entregó 569 grandes extensiones de tierra
cultivable a las transnacionales. La Comisión Nacional Asesora sobre
Biotecnología Agropecuaria (Conabia) que fue formada para el control sobre los
experimentos se reunía secretamente y sus conclusiones jamás fueron divulgadas.
Y no podía ser de otra forma porque sus miembros eran empleados de Monsanto,
DuPont, Syngenta, Dow AgroSciences y otros gigantes del GMO. Como los
resultados eran muy prometedores, las grandes corporaciones internacionales,
como Seaboard Co., Cargill y Quantum Fund de George Soros dieron inicio a la
compra apresurada de grandes extensiones de tierra cultivable en Argentina y
posteriormente en el Brasil, Paraguay, Colombia, México, Guatemala y Uruguay.
En una década la agricultura, Argentina fue transformada radicalmente. Si
en 1970 la soja se sembraba en 9,500 hectáreas ahora su superficie de siembra
supera 18 millones de hectáreas produciendo más de 35 millones de toneladas de
soja al año. Actualmente Argentina es el primer productor en el mundo de aceite
y harina de soja y el tercero de granos. A la vez el país dejó de ser tanto en
el mercado externo como interno proveedor de alimentos de naturaleza
diversificada. Prácticamente el 100 por ciento de la soja producida en el país
es GM RR resistente al herbicida glifosato y ocupa el 50 por ciento de la
tierra cultivable.
El impacto del uso de 200 millones de litros de glifosato anualmente, de
las fumigaciones, el desmonte, el desplazamiento de campesinos, la falta de
alimentos, las nuevas enfermedades, las inundaciones y las sequías son el
precio que paga el pueblo por la “sojización” de la agricultura. En su libro
“Las semillas de la Destrucción”, William Engdahl lanza una advertencia al
gobierno de Argentina: “a este paso la tierra cultivable en el país va a ser
destruida en unos 50 años”. ¿Pero a quién le interesa en este mundo globalizado
e individualizado lo que pasará en el futuro?
Mientras tanto las ganancias de las transnacionales GMO están creciendo
desmesuradamente junto con el control sobre la producción de semillas en el
mundo. Ya poseen tecnología “Terminator” que permite modificación genética de
las plantas para producir semillas estériles usando un inductor químico llamado
“Traitor” para “activar” o “desactivar” algunos rasgos genéticos del cultivo y
para controlar la esterilidad de las semillas. En Guatemala, Brasil, Argentina
y México el maíz GN RR contaminó el maíz original orgánico y lo mismo está
sucediendo con el algodón, la alfalfa, el trigo, girasol y otros cultivos. Se
estima que actualmente los cultivos GM ocupan el 25 por ciento de la tierra
productiva en el mundo.
El poder de la Monsanto y otras transnacionales de GMO llegó hasta
Washington convenciendo al departamento de Estado de ser promotor de la agenda
global de la industria de biotecnología. De acuerdo a la ONG “Food & Water
Watch”, el departamento de Estado ha hecho cabildeo en gobiernos extranjeros
para adaptar políticas y leyes amigables hacia la biotecnología. Según cables
de WikiLeaks, el gobierno norteamericano trató de influir sobre el tema de la
biotecnología a 113 países del total de 193 miembros de las Naciones Unidas
entre 2004 y 2009. Lo que trata de hacer Washington es incentivar el consumo de
esos alimentos en todo el mundo con el argumento falso de combatir el hambre y
crear condiciones para el desarrollo.
Otro de los países que se ha convertido en el paraíso para la industria
transgénica es México. Allí la Monsanto, Syngenta, Dow AgroScience, Bayer y PHI
México no solamente están implantando el uso de las semillas GM, sino las
mismas transnacionales ya tomaron bajo su control la producción y comercialización
de los alimentos, lo que significa la pérdida de la soberanía alimentaria en el
país. Precisamente lo que en los años 1980 planificó el gobierno de Ronald
Reagan elaborando el plan del dominio del mundo a través de los alimentos: “los
países que son amigos recibirán los alimentos y se les denegará a los que se
rebelan”.
En el mismo Estados Unidos ya entró en vigencia una clausula legal que
permite a Monsanto, Syngenta, DuPont –Pioneer, Dow, Bayer y Basf estar por
arriba del sistema judicial, ignorando las órdenes de jueces de suspensión de
siembra de cultivos transgénicos inclusive por evidencias científicas que
señalan daños a la salud de la población. Actualmente Estados Unidos es el
primer productor de la soja en el mundo con 63 millones de toneladas métricas
al año y el 90 por ciento de este cultivo es producido con las semillas GM RR.
La misma tendencia se observa con el maíz y alfalfa haciendo peligrar las
plantas orgánicas y las granjas familiares con la siembra de Monsanto GE
alfalfa. Sin embargo, según la conclusión del departamento de Agricultura, a
los consumidores no les interesa si los alimentos orgánicos o la leche que
consumen tengan o no tengan componentes genéticos.
Así de simple funciona el sistema moderno globalizado del dominio del mundo
a través del uso de las “semillas de destrucción”. Los “iluminados” tienen su
agenda, científicos a su disposición y los medios de comunicación para
convertir una mentira en la verdad con el propósito de confundir la opinión
pública. Ni les interesa la reciente declaración del Foro Mundial sobre la
Soberanía Alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas sobre la
Agricultura (FAO) que indicó que “la monopolización por unas cuantas empresas
transnacionales de la tecnología de creación, de organismos genéticamente
modificados (GMO) representa una grave amenaza a la soberanía alimentaria de
los pueblos”.
El fin justifica los medios. Monsanto, DuPont Pioneer, Dow, Syngenta,
Bayer, Basf son simplemente un brazo del poder global para minar la soberanía
de los 193 países del mundo aprovechando la ignorancia e individualismo de sus
pueblos y la docilidad de sus gobiernos que creen que son del uno por ciento y
para el uno por ciento.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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