El pueblo acudió al llamado
de Arbenz para tomar a las armas y frenar la invasión de 1954 (incluido el
Che), pero ¿qué pasó con los dirigentes de la revolución?
GUATEMALA: 10 AÑOS DE
PRIMAVERA Y
60 DE INVOLUCIÓN INVERNAL
Por José Steinsleger
Contaba Luis Cardoza y Aragón que poco antes de la invasión yanqui a
Guatemala (junio de 1954), junto con otros compatriotas y el embajador en
México, Roberto Alvarado Fuentes, se entrevistó con el general Lázaro Cárdenas
en Uruapan con el fin de pedirle apoyo directo a su país.
"El señor Cárdenas me hizo dos preguntas sabias", dijo el poeta.
La primera: “¿Está su presidente Arbenz decidido a luchar? Y contesté: ‘Sí,
señor general. Si esa no fuera mi convicción yo no estaría con usted’”.
La segunda: “¿Tiene el señor presidente Arbenz el apoyo de su pueblo? Y le
respondí de igual manera: ‘Si no tuviera la convicción de que el coronel
Arbenz, nuestro presidente democrático, no tuviera ese apoyo popular, yo no
estaría con usted, señor general’”. Cárdenas cumplió. Un par de meses después,
en agosto, ambos volvieron a encontrarse en un banquete con motivo del 70
natalicio del escritor Rómulo Gallegos. El poeta escribió: “Ahí el general
Cárdenas me dio un abrazo (yo estaba muy avergonzado, muy apenado), y me dice:
‘Nos fallaron’”.
El primer planteamiento crítico que se hizo de la invasión y el proceso de
Guatemala corrió a cargo de Cardoza y Aragón (La revolución guatemalteca,
1955). Luego aparecieron testimonios y análisis de Guillermo Torriello (el
"canciller de la dignidad"), Manuel Galich, José Luis Balcárcel y
otros, hasta rematar en un formidable ensayo que, a modo de mural escrito,
publicó el sociólogo Edelberto Torres Rivas en el tomo segundo de América
Latina: historia de medio siglo (Ed. Siglo XXI, México, 1981).
No obstante, el pensamiento crítico y la creación literaria jamás pudieron
dimensionar aquel trágico derrumbe sin lucha de 1954. Una frustración que el
poeta Carlos Illescas calificó de “…el mayor desastre que el pueblo de
Guatemala haya sufrido en su historia moderna”.
Indiscutiblemente, el pueblo chapín siguió luchando y afrontando desastres
aún mayores. Sin embargo, en términos cualitativos, aquel "desastre"
se mantiene vigente; ya después de 1954 Guatemala no volvió a levantarse como
una sociedad medianamente justa, soberana, democrática.
¿Qué falló? Del accionar de las oligarquías y el enemigo común de los
pueblos latinoamericanos, poco resta por averiguarse. Se sabe todo, o casi
todo, y lo fundamental: el castigo ejemplar del imperialismo por haber tratado
el gobierno de Arbenz de expropiar tierras de la United Fruit Company. “…Y no
olvidemos que donde un dólar es tocado aparecen quinientas bayonetas”
(Illescas).
¿Qué pasó entonces? ¿Faltó, acaso, solidez política y conciencia en las
filas de la revolución guatemalteca? Los hechos indican que el pueblo acudió al
llamado de Arbenz para tomar a las armas y frenar la invasión. Y que los jefes
militares se negaron a entregar las llaves de los arsenales. Esto es lo sabido.
En cambio, y a no ser trascendidos y opiniones, de lo acontecido entre los
dirigentes de la revolución poco y nada se sabe.
En la décima reunión de cancilleres de la OEA (Caracas, 14 de marzo de
1954), el canciller Guillermo Torriello jugó un papel demoledor desmintiendo,
una a una, las acusaciones del secretario de Estado Foster Dulles, quien fuera
de agenda exigió que se incluyera el punto "Intervención del comunismo
internacional en las repúblicas americanas".
Frente a Torriello (asesorado por Miguel Ángel Asturias), Dulles se
descontroló quebrando un lápiz que siempre tenía entre las manos, y lo arrojó
fuera del sitial. No era para menos. Torriello había citado al propio
presidente Dwight Eisenhower, al decir: "El derecho de cualquier nación a
formar un gobierno y un sistema económico de su propia selección es
inalienable. El intento de cualquier nación de dictar a otras naciones su forma
de gobierno es indefendible" (16/4/53).
La invasión mercenaria de la CIA (¡llamada "Ejército de
Liberación" por los medios gringos y la Sociedad Interamericana de
Prensa!) tuvo lugar el 18 de junio. El 27 Arbenz renunció, y en la tarde de aquel
día infausto el embajador John E. Peurifoy citó a los corresponsales vestido
con camisa caqui, luciendo barba de 72 horas y con pistola texana a la cintura.
“¡Jacobo, knock out!”, exclamó
Peurifoy. Mientras en el aeropuerto
los esbirros humillaban públicamente al presidente, obligándolo a desnudarse
frente a las cámaras poco antes de abordar el avión a México, junto con su
familia. Al año siguiente, en Argentina, Asturias publicó un breve artículo
que, a la distancia, podría servir de orientación para lo que hoy acontece en
la Venezuela bolivariana:
"Miles y miles de informaciones tendenciosas, reproducidas por cientos
y cientos de periódicos en el mundo y Europa, televisadas, cinematografiadas,
en una campaña sin precedentes. El fin de este grito casi universal contra
Guatemala no era otro que el de llevar al plano internacional, a la categoría
de problema continental y casi mundial, los simples pasos de liberación
económica de un país pequeño contra el imperio del banano".
Publicado por LaqnadlSol
CT., USA
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