El desprecio
institucionalizado por la vida de los palestinos en Occidente ayuda a explicar
no sólo por qué los palestinos recurren a la violencia, sino también el último
asalto de Israel contra la Franja de Gaza.
EL DESPRECIO
INSTITUCIONALIZADO
POR LA VIDA DE LOS
PALESTINOS
Por Mouin Rabbani, Julio 9/ 2014
O uno por principios rechaza el asesinato de no combatientes o toma un
enfoque más tribal a tales asuntos. En el caso de Israel y los palestinos, la
avalancha mundial de dolor y condena por el asesinato de tres jóvenes israelíes
en la ocupada Cisjordania es el equivalente moral de Rolf Harris denunciando a Jimmy
Savile.
Durante los últimos 14 años, Israel ha matado a los niños palestinos a un
ritmo de más de dos a la semana. No parece haber ningún niño israelí en peligro
que Barack Obama no compare con sus propias hijas, pero sus homólogos
palestinos son ninguneados con mantras sobre el derecho de Israel a la
autodefensa. El desprecio institucionalizado por la vida de los palestinos en
Occidente ayuda a explicar no sólo por qué los palestinos recurren a la
violencia, sino también el último asalto de Israel contra la Franja de Gaza.
La actual ronda de escalada del conflicto está fechada generalmente a
partir del momento en que tres jóvenes israelíes desaparecieron el 12 de junio.
Dos niños palestinos murieron por disparos en Ramallah el 15 de mayo, pero eso
-al igual que cualquier número de incidentes en el mes de intervalo cuando
Israel ejerce su derecho a colonizar y desposeer- se considera insignificante.
Binyamin Netanyahu inmediatamente culpó a Hamas por la desaparición de los
tres adolescentes israelíes. La Casa Blanca casi con la misma rapidez confirmó la
culpabilidad de Hamas, que desde entonces ha sido tratado como un hecho probado
por los medios de comunicación. Sin embargo, los culpables continúan prófugos y
su afiliación institucional obscura. Por su parte Hamas, que al igual que otras
organizaciones palestinas nunca duda en reclamar la responsabilidad de sus
acciones y es propenso a exagerar sus actividades, esta vez ha negado estar
involucrado.
Lo que sí sabemos es que una llamada de auxilio hecha por uno de los
jóvenes israelíes el 12 de junio incluía el sonido de disparos, lo que condujo
al aparato de seguridad israelí a la conclusión de que habían sido asesinados.
Netanyahu suprimió la información, y utilizó el pretexto de una operación de
rescate de rehenes para lanzar una matanza militar organizada en toda
Cisjordania. Su demagogia, incluso para sus estándares, se internó en nuevas
profundidades de la vulgaridad. Culpar de la posterior muerte de un palestino
de 16 años de edad que fue quemado vivo, a un puñado de fanáticos israelíes
errantes (después de que los intentos de presentarlo como el asesinato de un
chico gay por su propia familia habían fracasado) es pretender que semejante
barbarie existe independientemente del contexto colonial y político que lo
producen.
Si se sabía que no había rehenes para ser rescatados, ¿qué fue lo que Israel
estaba tratando de lograr? Un objetivo clave era revertir las medidas
tentativas adoptadas por Fatah y Hamas para lograr la reconciliación nacional.
Israel prefiere un sistema de gobierno palestino dividido, parcialmente
gobernado por islamistas militantes, a uno unificado dirigido por el dócil
Mahmoud Abbas, que mantiene su compromiso con las negociaciones y públicamente
proclama como “sagrada” la colaboración en cuestiones de seguridad con Israel. Preocupado
de que una reconciliación en un momento de creciente malestar palestino podría
conducir a un nuevo levantamiento, Israel trató de anticiparse a ello. Al
hacerlo, se volvieron a detener a varios palestinos liberados en el canje de
prisioneros con Hamas en el 2011. En el contexto del reciente colapso de la
diplomacia patrocinado por Estados Unidos, y un creciente consenso mundial de
que Israel, su apetito por la tierra y el incumplimiento de sus compromisos con
respecto a la liberación de prisioneros palestinos era el culpable, Netanyahu
saltó ante la oportunidad de cambiar la narrativa del colonialismo y sus
consecuencias para el terrorismo.
Las acciones de Israel han producido grandes disturbios en la Ribera
Occidental y entre la comunidad palestina en Israel, así como una nueva confrontación
con la Franja de Gaza. Sin embargo, todo está aún muy lejos de una tercera intifada,
principalmente porque la infraestructura de la organización que produjo y
sustentó los dos primeras se ha degradado, ya no existe, o es controlada por
los líderes que prefieren las ventajas y los privilegios de un cargo importante
a lucha y el sacrificio.
Hamas, también, preferiría evitar una confrontación a gran escala con
Israel. Pero, a diferencia de los últimos meses, ahora está respondiendo a la
violencia con la violencia en lugar de imponer la calma. Tiene menos que perder
que en ningún momento desde que tomó el poder en Gaza en el 2007. Sus
principales objetivos en el reciente acuerdo de reconciliación -pago de los
sueldos de sus funcionarios, la reapertura del cruce de Rafah en la frontera
con Egipto, la reconstrucción en la Franja de Gaza, y una mayor legitimidad
regional e internacional -no se han materializado. El nuevo gobierno de la Autoridad
Palestina, aunque formado con el endoso de Hamas, actúa como si Gaza no existe,
y continúa cooperando con Israel en contra de Hamas en Cisjordania. La
hostilidad implacable de los nuevos gobernantes de Egipto hacia Gaza y Hamas
significa que no es un mediador creíble, a menos que Turquía o Qatar decidan
dar un paso al frente.
Tomados en su conjunto, estos acontecimientos podrían reunir las
condiciones para un enfrentamiento más largo e intenso entre Israel y Hamas de
lo que cualquiera de las partes contemplaba.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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