Treinta días de distracción
mundial organizada han terminado. El sometimiento voluntario de la
masa aficionada al futbol fue total. Ucrania, Siria, Irak y Gaza no pasaban por
la mente de nadie en esos momentos.
LA GRAN DISTRACCIÓN MUNDIAL HA TERMINADO
Mientras el mundo por 30 días se absorbió o fue absorbido complacientemente
por toda la parafernalia publicitaria que rodeaba al torneo mundial del deporte
más popular del planeta, el futbol, en otras partes los aspectos más
degradantes de la conducta humana continuaron en su arremetida destructora
causando dolor y humillación sin límites.
Al mismo tiempo que las multitudes en Brasil celebraban con desenfreno las
victorias o lloraban inconsolablemente las derrotas de sus amadas selecciones
de futbol, en Ucrania, Siria, Iraq y por enésima vez en Gaza, la cárcel a cielo
abierto más grande del mundo, sus pobladores impotentes ante el desenfreno
genocida experimentaban en carne propia la destrucción, la mutilación y la
muerte más atroz.
Y no se crea que solo el futbol, en este caso el mundial, cusan alegría y
hace que las pasiones se enciendan, también la guerra provoca ese tipo de
respuestas emocionales, como cuando un puñado de israelíes en la cima de una
colina observan y celebran cada vez que un misil impacta las viviendas de unos
subhumanos en Gaza que no tienen derecho a la vida y a los que hay que
exterminar sin compasión alguna para que ellos, los elegidos, puedan vivir en paz.
También como en el futbol, los jerarcas del mundo con sonrisas sarcásticas celebran
el éxito de sus brillantes emprendimientos destructivos.
De ninguna manera se trata de culpar al futbol, que como deporte o
expresión popular propiamente dicho, nada tiene que ver con la creación o el
estallido de conflictos en el mundo. El futbol cuyo cometido tiene que ser la
de generar amistad, compañerismo y solidaridad entre quienes lo practican y lo
observan como aficionados, es un mecanismo de cohesión social que cumple con
una función muy importante en todo conglomerado humano. No, el problema radica
en que el futbol en lugar de ser una actividad de esparcimiento momentáneo se ha
transformado por obra y gracia de los grandes intereses económicos en una mercancía,
un fenómeno de masas mercantilizado de una duración ilimitada que termina
siendo un gran distractor porque obliga al público, vía la publicidad, a vivir
con él, a consumirlo a cada instante, completamente abstraídos de la
problemática del mundo exterior.
Durante los 30 días de competencia mundialista en Brasil los ojos de todo
el planeta estuvieron atentos a lo que sucedía en los fastuosos estadios
brasileiros, construidos a costos exorbitantes. Todo mundo estaba pendiente
hasta del más mínimo destalle de los encuentros de futbol. Los comentaristas
deportivos de los grandes consorcios televisivos mundiales, en realidad
sirvientes de los grandes intereses económicos, se encargaban de cumplir esa
tarea. No había una sola incidencia tanto dentro como fuera de los campos de
juego que no fuera comentada hasta la saciedad por estos señores. El
sometimiento voluntario de la masa aficionada al futbol era total. Ucrania,
Siria, Irak y Gaza no pasaban por la mente de nadie en esos momentos.
A través de la mercantilización del futbol, la elite global imperialista
con la participación de la FIFA como punta de lanza, ha logrado no solo el
objetivo de eliminar su esencia lúdica, sino también, el de manipular la
conciencia y desviar la atención de gran parte de público mundial de aquellos
lugares donde la guerra, la destrucción, el saqueo, la expropiación y la
violación de los más elementales derechos humanos de millones de personas se
llevan a cabo con total impunidad, por esa misma elite, que nos vende cada
cuatro años las copas mundiales de futbol como el máximo evento deportivo que
nadie debe perderse.
El futbol como espectáculo hoy en día funciona como un poderoso sedante que
enerva la mente, anula la capacidad de reacción crítica y sin oposición nos
lanza fuera de la realidad. Resulta más fácil y menos comprometedor entablar
una discusión sobre futbol, que por ejemplo, hablar del genocidio israelí en
Gaza o de la posibilidad del estallido de un gran conflicto entre Rusia y los
Estados Unidos. En estos últimos treinta días las conversaciones sobre el
mundial de futbol eran casi que obligatorias. Todo el mundo, sin excepción,
hablaba del mundial de futbol. El futbol ha sido convertido en un instrumento
de control social masivo.
El torneo mundial del deporte más mediatizado del mundo por fin ha llegado
a su final, los juegos artificiales iluminaron el cielo de Río de Janeiro, hubo
expresiones de alegría y de júbilo inmenso de parte de los ganadores y de
frustración y desconsuelo de los perdedores. Ahí vimos a Ángela Merkel
repartiendo abrazos y sonrisas a los muchachos de su selección ganadora y
gestos forzados a los perdedores argentinos, la presidenta de Brasil parecía no
querer estar en ese lugar, el jefe de la FIFA era el más feliz de todos, su empresa
había sido todo un éxito, miles de millones generados por el mundial irán a
parar a los cofres de su organización. Treinta días de distracción mundial
organizada han terminado, pero los millones de aficionados en el mundo se
quedaran con la satisfacción de haber sido parte de algo épico en la historia
del futbol mundial y continuaran, por muchos días más, hablando de la copa del
mundo, en espera ya de la que viene en el 2018.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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