sábado, 2 de noviembre de 2013

EL CHISTE Y LOS CUETES


(…) a lo mejor; quien quitucha y haciéndole la lucha, las cosas empiecen a componerse algún día, aunque ello nos lleve a no hacer más chistes, a no quemar tantos cuetes y a tener un poco de alegría auténtica, verdadera.

EL CHISTE Y LOS CUETES


(De la serie “Pensando Tonterías)

 Por Manuel José Arce

Los chapines somos así: sufridos, aguantadores y, a pesar de todo, alegres.

Nos está llevando la tiznada y, de lo primer que se nos ocurre, hacemos un chiste. ¿Qué presidente de la república se ha librado de la repunta del chiste popular?

Buscamos siempre nuestras maneras de sublimar o de disfrazar las penas. Les ponemos azucarita encima  -como píldoras amargas que son-  para tragárnoslas sin hacer caras. Somos un pueblo raro.

Cuando en los villorrios del interior llega el sábado de Gloria, el Judas tradicional no es solo un juego de chanza y risa: es la concreción de todos los chamarrines que nos han explotado, vejado, humillado durante el año.  Y ese Judas sube a la horca y recibe palos en nombre de don Fulano, don Zutano y don Perencejo; porque si en vez del Judas inocente los ahorcados fueran los verdaderos protagonistas del rito, no alcanzarían los postes del alumbrado público.

Ahora, recién, quemamos el Diablo. Allí se fueron los periódicos que leímos con rabia o con dolor durante el año; el colchón en donde la fatiga de la diaria jornada nos hizo caer sin ganas de honrarlo con el amor; allí los recibos que dieron testimonio de nuestro salario enajenado. Allí, finalmente, nuestras angustias que chisporrotearon entre la alegría ficticia de los cuetes y canchinflines que tronaban como cuescos del Diablo.

Allí quemamos penas; inauguramos allí las fiestas de fin de año con la secreta esperanza que el próximo no venga “tan pior” como estuvo éste; de que baje unas cuantas pulgadas el costo artificial de la vida o de que suban los salarios sin que suban los precios. Luego nos lanzamos a la calle, a desafiar los vientos de diciembre, a bañarnos de tristeza los ojos en las vitrinas, a llenarnos de deudas el presupuesto en las compras por abonos con las que hipotecaremos nuestro 1975. Nos vestiremos de indios para parecer hippies el 12 de diciembre y andaremos jodiendo la pita en busca de posada con posibilidad de cuele, conecte y carneo.

Andamos ya en la calle, impregnados del “espíritu” navideño financiero, que nos machaca el jingle-bells hasta aturdirnos. Porque lo que se trata es de eso: de aturdirnos un poco, de ponerle azucarita alegre a la píldora amarga del 74, para poder pasarla por el pescuezo con una esperanza, pequeñita y muy débil de que, quien sabe, a lo mejor; quien quitucha y haciéndole la lucha, las cosas empiecen a componerse algún día, aunque ello nos lleve a no hacer más chistes, a no quemar tantos cuetes y a tener un poco de alegría auténtica, verdadera.










Publicado por LaQnadlSol 
CT., USA.

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