(…) a lo mejor; quien
quitucha y haciéndole la lucha, las cosas empiecen a componerse algún día,
aunque ello nos lleve a no hacer más chistes, a no quemar tantos cuetes y a
tener un poco de alegría auténtica, verdadera.
EL CHISTE Y LOS CUETES
(De la serie “Pensando
Tonterías)
Por Manuel José Arce
Los chapines somos así: sufridos, aguantadores
y, a pesar de todo, alegres.
Nos está llevando la tiznada y, de lo primer
que se nos ocurre, hacemos un chiste. ¿Qué presidente de la república se ha
librado de la repunta del chiste popular?
Buscamos siempre nuestras maneras de sublimar o
de disfrazar las penas. Les ponemos azucarita encima -como píldoras amargas que son- para tragárnoslas sin hacer caras. Somos un
pueblo raro.
Cuando en los villorrios del interior llega el
sábado de Gloria, el Judas tradicional no es solo un juego de chanza y risa: es
la concreción de todos los chamarrines que nos han explotado, vejado, humillado
durante el año. Y ese Judas sube a la
horca y recibe palos en nombre de don Fulano, don Zutano y don Perencejo;
porque si en vez del Judas inocente los ahorcados fueran los verdaderos
protagonistas del rito, no alcanzarían los postes del alumbrado público.
Ahora, recién, quemamos el Diablo. Allí se
fueron los periódicos que leímos con rabia o con dolor durante el año; el
colchón en donde la fatiga de la diaria jornada nos hizo caer sin ganas de
honrarlo con el amor; allí los recibos que dieron testimonio de nuestro salario
enajenado. Allí, finalmente, nuestras angustias que chisporrotearon entre la
alegría ficticia de los cuetes y canchinflines que tronaban como cuescos del
Diablo.
Allí quemamos penas; inauguramos allí las
fiestas de fin de año con la secreta esperanza que el próximo no venga “tan
pior” como estuvo éste; de que baje unas cuantas pulgadas el costo artificial
de la vida o de que suban los salarios sin que suban los precios. Luego nos
lanzamos a la calle, a desafiar los vientos de diciembre, a bañarnos de
tristeza los ojos en las vitrinas, a llenarnos de deudas el presupuesto en las
compras por abonos con las que hipotecaremos nuestro 1975. Nos vestiremos de
indios para parecer hippies el 12 de diciembre y andaremos jodiendo la pita en
busca de posada con posibilidad de cuele, conecte y carneo.
Andamos ya en la calle, impregnados del
“espíritu” navideño financiero, que nos machaca el jingle-bells hasta
aturdirnos. Porque lo que se trata es de eso: de aturdirnos un poco, de ponerle
azucarita alegre a la píldora amarga del 74, para poder pasarla por el pescuezo
con una esperanza, pequeñita y muy débil de que, quien sabe, a lo mejor; quien
quitucha y haciéndole la lucha, las cosas empiecen a componerse algún día,
aunque ello nos lleve a no hacer más chistes, a no quemar tantos cuetes y a
tener un poco de alegría auténtica, verdadera.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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