Semanas antes de las elecciones, personeros gubernamentales habían
declarado que el TSE ¡cotejaría sus cifras con las que aportase la embajada de
Estados Unidos antes de dar a conocer los resultados definitivos! En resumen:
el ganador sería proclamado por “la embajada” y el gobierno del continuismo
golpista de Porfirio Lobo admitiría haber convertido a Honduras en un
protectorado estadounidense.
“LA EMBAJADA” DICE QUIÉN
GANÓ
Por Atilio A. Boron
En las últimas horas de ayer, el Tribunal Superior Electoral de Honduras
consagraba como ganador al candidato del continuismo golpista, Juan Orlando
Hernández. Desde el inicio, el proceso electoral estuvo lastrado por vicios
irremediables que arrojaron un pesado manto de sospecha sobre su desenlace. La
desembozada intervención de “la embajada” en los asuntos internos de Honduras
tendría que haber sido una razón suficiente como para suspender las elecciones,
rediseñar las instituciones políticas –entre ellas el propio TSE, controlado
por quienes avalaron el golpe del 2009– y hacer una nueva convocatoria
electoral para cuando se reuniesen condiciones mínimas requeridas para una
elección, no sólo durante la campaña (ya de por sí un problema en Honduras, con
su record de periodistas y militantes opositores asesinados) sino durante el
recuento final de votos. Semanas antes de las elecciones, personeros
gubernamentales habían declarado que el TSE ¡cotejaría sus cifras con las que
aportase la embajada de Estados Unidos antes de dar a conocer los resultados
definitivos! En resumen: el ganador sería proclamado por “la embajada” y el
gobierno del continuismo golpista de Porfirio Lobo admitiría haber convertido a
Honduras en un protectorado estadounidense.
Esta ignominiosa confesión dice mucho de la historia de ese sufrido país,
ocupado por Washington y convertido en la década de los ochenta en una
gigantesca retaguardia para servir de apoyo logístico a las agresiones
perpetradas a la revolución sandinista por los “contras” nicaragüenses.
Arquitecto de este proyecto contrarrevolucionario fue John Negroponte, una de
las figuras más siniestras de las Américas y designado por Ronald Reagan
embajador en Honduras, función en la cual contó con la colaboración de otro
reconocido terrorista internacional, Otto Reich. Bajo su gestión, el ejército
hondureño fue reorganizado de cabo a rabo, dotándolo de armamentos
sofisticados, equipos y tecnología militar de última generación, y convirtiendo
a la base militar Soto Cano, en Palmerola, en una de las más estratégicas de
cuantas Estados Unidos posee en Centroamérica y el Caribe. Cuando el presidente
Mel Zelaya (foto) trató de democratizar al sistema político y concretó su
ingreso al ALBA, fue violentamente destituido mediante un “golpe
institucional”, a los cuales se ha hecho tan adicto el régimen de Obama.
Uno de los analistas presentes en Honduras, Katu Arkonada, confirma la
existencia de múltiples “irregularidades”, por no decir estafas a la voluntad
popular. Hay por lo menos un 20 por ciento de las actas de las mesas receptoras
de sufragios, en regiones en donde el partido Libre cuenta con gran respaldo
popular, que fueron arbitrariamente sometidas a auditoría y no computadas; en
comunidades apartadas se observó el “voto encadenado” y la compra de
credenciales electorales; hay miles de mesas en donde los partidos minoritarios
obtuvieron cero votos, es decir, que ni sus candidatos habrían votado por sí
mismos. Sólo resta conjeturar cuántos votos de Xiomara Castro fueron sustraídos
de las urnas. Libre ganó en las calles, pero no organizó una red de fiscales
para garantizar la pureza del comicio. Confió en su amplia mayoría, certificada
por todas las encuestas, y en la inverosímil “imparcialidad” del TSE y el
gobierno ante una elección que el imperialismo y la oligarquía hondureña no
podían perder, porque Washington jamás habría aceptado un resultado contrario a
sus intereses en la zona.
El primer paso de la estrategia norteamericana para impedir un revés
político fue la campaña de difamaciones en contra de Xiomara y su partido. El
segundo, la organización fraudulenta de los comicios y el recuento de los
votos. Tercero, si los dos anteriores no frustraban la victoria de Libre:
impugnación del proceso electoral y manipulación del Congreso para impedir su
asunción y, en caso de que pudiera hacerlo, provocar su destitución “legal” al
igual que le ocurriera a su esposo. Hasta ahora, la derecha se las arregló
apelando al fraude, dando a conocer cifras que no se corresponden con la realidad
y que los medios hegemónicos dan por buenas. Libre tendrá que recuperar en las
calles lo que le arrebataron en las urnas.
¿Cómo habría reaccionado la supuesta prensa libre e independiente del
continente si los vicios, fraudes y crímenes perpetrados en Honduras hubieran
tenido lugar en Bolivia, Ecuador o Venezuela? La gritería de los lenguaraces
del imperialismo y sus aliados habría sido atronadora. En cambio, ahora en esos
medios impera un silencio cómplice porque en Honduras todo vale. ¿Por qué? Porque
así como Israel es la pieza clave para garantizar el equilibrio geopolítico de
Medio Oriente, Honduras lo es para Centroamérica, al ser éste el país donde se
concentra el grueso del poder de fuego estadounidense en la región. Y así como
Washington no permanecería ni un minuto de brazos cruzados ante un eventual
triunfo de una izquierda antiimperialista en Israel, se involucró
descaradamente en el proceso político interno de Honduras para garantizar un
resultado acorde con sus intereses estratégicos en la región. ¡Menos mal que
hace unos días, en la OEA, John Kerry dio por superada la Doctrina Monroe!
* Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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