Pero, ese camino de
destrucción de las desigualdades, de la conquista de la democracia y de la
soberanía, no puede realizarse si, como dijo Ernesto Che Guevara, “no se opera
en las conciencias, un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a
la humanidad” Y la actitud de fraternidad no se consigue con buenas palabras, o
exquisiteces intelectuales. Uno piensa según su manera de actuar. Es la acción
la que condiciona y determina, nuestra forma de pensar. El pensamiento sin la
acción es literatura y teatro. Es lo que ellos hacen. Teatro. El resto,
digerimos nuestra propia tragedia.
ELIMINAR LAS DESIGUALDADES.
RECONQUISTA
Por Fermin Gongeta
Desde el 1º de mayo, tengo ante mí la primera página del mensual Le Monde
Diplomatique.
En su parte derecha, hay un artículo de su director, Serge Halimi. Su
título: Desigualdades, democracia, soberanía. Situación para preparar una
reconquista.
Aquel primero de mayo subrayé con bolígrafo rojo, la primera frase del
resumen del artículo: “Nadie cree ya que la razón se impondrá a las políticas insensatas
de austeridad, ni que la moral nos preservara de los escándalos que mezclan
dinero y poder”.
Desde entonces, miro el título y la primera frase del resumen. Y pienso.
Pienso que es cierto todo ello. Que únicamente con el título se podían escribir
mil cosas, y desde luego, hacer muchas más.
Situación para preparar una reconquista. Esa frase machaca mi cerebro y mi
corazón.
¿Estamos realmente en la situación de preparar una reconquista? La pregunta
es idiota. Idiota por la evidencia de su respuesta. Una reconquista únicamente
se prepara y realiza, cuando el enemigo, cualquiera que sea, nos ha arrebatado
todas nuestras pertenencias, nuestros derechos, nuestras posibilidades de vida
digna… nos han robado todo, hasta la vida.
A quienes menos tienen, les roban para engrandecerse unos pocos. Muchos de
ellos, de los ladrones públicos, siguen el pensamiento del Nazareno, cuando
predijo: A todo aquel que tenga se le dará más; pero al que no tenga, aun lo
que tiene se le quitará. (Evangelio según Lucas, 19,26)
Estoy de acuerdo con Serge Halimi. La situación es clara, evidente y
necesaria, de preparar la reconquista de los que nos han robado, de lo que
hemos permitido que nos despojen.
Y el mismo autor, desde el título de su artículo nos indica el camino a
seguir en esa nuestra epopeya de reconquista. Lo primero que hay que hacer es
destruir, eliminar las desigualdades.
A quienes nos han robado, sustraído derechos y posesiones, para acumular
riqueza y hacerse más ricos y poderosos, arrebatárselos de nuevo, para
repartirlos de manera equitativa. Eso es justicia. Eso es derecho. Eso es
moral, fraternidad y el inicio de una tímida democracia. Romper las
desigualdades. Derechos para todos. Al trabajo, a la vivienda, a la formación y
a la información veraz, a la sanidad, que es lo mismo que decir a una vida
digna.
Destruir las diferencias. Cuando lo hayamos conseguido habremos establecido
la democracia. El poder político, automáticamente nos pertenecerá. Porque
ellos, políticos, banqueros, empresarios, capitalistas, poderes católicos, los
dueños actuales de nuestra patria, habrán perdido.
¿Y la soberanía?
Eso es la soberanía. Cuando les hayamos arrebatado lo que nos han quitado,
entonces seremos soberanos, libres de ataduras, independientes.
Pero, ese camino de destrucción de las desigualdades, de la conquista de la
democracia y de la soberanía, no puede realizarse si, como dijo Ernesto Che
Guevara, “no se opera en las conciencias, un cambio que provoque una nueva
actitud fraternal frente a la humanidad” Y la actitud de fraternidad no se
consigue con buenas palabras, o exquisiteces intelectuales. Uno piensa según su
manera de actuar. Es la acción la que condiciona y determina, nuestra forma de
pensar. El pensamiento sin la acción es literatura y teatro. Es lo que ellos
hacen. Teatro. El resto, digerimos nuestra propia tragedia.
Hay quienes piensan que es preciso primero, ser independientes para
implantar la democracia, y destruir las desigualdades posteriormente. ¿Cuántos
pueblos han conseguido la independencia política de sus colonizadores, pero sin
romper las desigualdades, ni conseguir por consiguiente la democracia?
Cuando un partido político, por pequeño que sea, consigue obtener una parte
del poder, abandona la vida real, la tragedia del pueblo, para sumarse a la
cohorte de los actores del teatro del mundo.
Los políticos de todo signo actúan en el teatro de sus instituciones. Se
hablan entre ellos, discuten sobre sus asuntos, y deciden qué hacer con quienes
nos encontramos fuera de su escena, en el patio de la vida.
El político es presa del cuarto muro, (ver Sorj Chalandon) el que impide al
actor intimar con el público. Ellos teatralizan la vida de los demás, de
quienes les han votado, pero no viven su tragedia permanente, sino que se
refugian, y se aprovechan de ella.
Quieren enseñarnos lo que ellos mismos ignoran, nuestra tragedia. Eso sí,
la dramatizan en sus escenarios de poder, prensa, radio, televisión. La mayoría
de los hombres en el poder, se convierten en peligrosos. Escribía sabiamente
Platón. Y la historia se repite a través de todos los siglos. Únicamente nos
piden serenidad y obediencia. Nos quieren dóciles. Hacen de sus instituciones y
de sus leyes los paraísos de su poder, construido sobre nuestra pasividad. Su
mundo se detiene en la frontera de su piel.
Es preciso iniciar la reconquista. Algo que no se hace únicamente con
bellos discursos, sino con la fuerza y la pasión de quienes sabemos que para
que nos devuelvan lo que nos han arrebatado, habrá que bajarles de su
escenario, que este quede desierto. No podemos ser público pasivo y callado. Lo
de pienso, luego existo, de Descartes lo tenemos que cambiar por el me
defiendo, luego existo. Porque para quienes llenamos la sala del espectáculo
del teatro del mundo, nuestra existencia es una constante defensa de nosotros
mismos.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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