Sin duda una interesante reflexión de Urbano, solo apuntar que las
condiciones objetivas en Brasil, como en todos los países que se pretenden bajo
ese revisionismo que se ha dado en llamar como "socialismo del siglo
XXI", son tangibles, el problema está en que no existen las condiciones
subjetivas que den lugar al proceso revolucionario que lleve al socialismo, y
sencillamente no existen porque no hay partidos de vanguardia proletaria que
hayan dado los necesarios instrumentos teóricos a las masas para que estás
alcancen conciencia revolucionaria, de hecho esos procesos están dirigidos en
su totalidad por grupos eclécticos de carácter multiclasista evidente.
En lo particular coincido con Urbano, Edmilson mal comprende la
espontaneidad de las masas ante un determinado factor que produjo una explosión
social que rápidamente se extinguió, y de hecho le imprime demasiado
voluntarismo; obviando lo esencial, la ausencia de un robusto partido de clase.
Mientras ese partido de clases proletaria no exista no habrá ni proceso al
socialismo ni socialismo más allá de los discursos de la izquierda capitalista.
EL RUMBO DE BRASIL EN LA
LUCHA POR
EL SOCIALISMO SEGÚN EDMILSON
COSTA
Por Miguel Urbano
El documento:
Las gigantescas manifestaciones populares de junio en Brasil arrancaron la
máscara al gobierno de Dilma Rousseff, cuya política neodesarrollista ha
profundizado los compromisos con el gran capital y el imperialismo.
En un reciente libro, A Crise Económica Mundial e a Globalização no
Brasil,* Edmilson Costa recuerda que la actual crisis mundial es mucho más
compleja que la de 1929, con el agravante de alcanzar “de manera sincronizada
el corazón del sistema capitalista».
Edmilson demuestra en su lúcido libro –un conjunto de ensayos- que esta
crisis es estructural y no cíclica como las anteriores. Ha hecho desmoronarse
todos los mitos neoliberales sobre el papel del mercado como regulador de la
vida social. Sin solución para el sistema, el imperialismo estadounidense
intenta encontrarla por medio de guerras monstruosas que configuran una
estrategia de terrorismo de Estado.
La segunda parte del libro (págs. 191 a 285) está dedicada a Brasil, más
específicamente a la naturaleza de la revolución social que será la alternativa
al capitalismo.
Es solamente del capítulo final –publicado por odiario.info -que me ocuparé
en este artículo.
Edmilson afirma que las condiciones objetivas para una revolución
socialista son más favorables en el Brasil de inicio del siglo XXI que las
existentes en la Rusia imperial de 1917 y en China tras la gran marcha de Mao
de 1949.
Ambos, subraya, eran entonces –sobretodo China- países con economías
atrasadas en que la inmensa mayoría de la población era campesina.
El Brasil actual responde más a las condiciones que Marx tenía por
indispensables para una revolución socialista. Pero, contrariando la lógica
aparente de la historia, no fue la Alemania industrializada, y sí la Rusia
oprimida por una autocracia con matices feudales, donde la revolución eclosionó
y venció. La carencia de condiciones materiales propicias a la construcción del
socialismo fue además en los dos casos fuente de grandes problemas.
Diferente es la situación de Brasil hoy.
Brasil en la segunda mitad del siglo XX se transformó en una sociedad
industrializada con la sexta mayor economía del mundo. Más del 80% de la
población es urbana y su clase obrera es la más numerosa de América Latina.
Gran productor y exportador de alimentos y poseedor de grandes reservas de petroleo,
gas y minerales raros dispone de excelentes universidades que forman anualmente
más de 50 mil licenciados y doctores. Pero solamente una pequeña minoría de la
población se beneficia de ese enorme potencial económico y científico. Brasil
es un país imperializado con una prodigiosa riqueza concentrada en gigantescas
transnacionales y en una arrogante burguesía dependiente. Más de 53 millones de
personas viven bajo el umbral de pobreza y un quinto de la población en la
miseria (amontonada en favelas y chabolas).
Siendo un país muy rico con un pueblo muy pobre, la lucha de clases debería
ser intensa, reunidas como están las condiciones objetivas favorables a
explosiones sociales.
Pero tal escenario no se ha producido. El nivel de conciencia política continua
a ser muy bajo. La existencia de una base material avanzada no significa, como
indica Edmilson Costa, que el país esté en vísperas de una situación
revolucionaria rumbo al socialismo.
Para eso sería indispensable que madurasen las condiciones subjetivas. La
mayoría de los brasileños y brasileñas condena hoy el engranaje de poder
impuesto al país. Sabe lo que no quiere; pero no está preparada para luchar
contra el sistema.
En un contexto histórico y social muy diferente, en la Europa «comunitaria»
la ausencia de condiciones subjetivas ha impedido también la mobilización de
las masas con una perspectiva revolucionaria.
Reflexionando sobre situaciones similares, Lenin alertó para el hecho de la
ideología de la clase dominante marcar decisivamente el comportamiento de la
totalidad de la población de las sociedades capitalistas.
El ascenso y caída de las protestas espontaneistas de los «indignados», en
Europa y en los Estados Unidos confirmaron esa realidad.
La «conciencia revolucionaria -como advierte Edmilson, recordando
enseñanzas de Lenin– solo puede ser adquirida de fuera, mediante el trabajo
ideológico del partido revolucionario en el sentido de educar al proletariado
para la revolución socialista».
En el Brasil la organización vocacionada para cumplir el papel de
vanguardia revolucionaria, el PCB, es un partido de excelentes cuadros, pero de
débil implantación entre las masas.
Es un hecho que las condiciones subjetivas maduran en el fragor de la lucha
de clases, pero pueden emerger inesperadamente en crisis prolongadas, en el
contexto de situaciones históricas muy peculiares. La toma de conciencia de las
masas se acelera entonces tumultuosamente en un ritmo inimaginable.
En Brasil cada día se presentan más favorables las condiciones subjetivas.
Pero falta la espoleta capaz de abrir las compuertas de un período
revolucionario.
En la Rusia atrasada fueron los sufrimientos de la primera guerra mundial
que generaron esa chispa. En Petrogrado y Moscú se había formado un
proletariado combativo y en el crecía la influencia del partido bolchevique.
Pero las lecciones de 1905 no habían sido olvidadas. La contestación
popular por sí sola no fue entonces suficiente para conducir las masas a la
victoria. En febrero de 1917 la situación era muy diferente. El ejército,
instrumento de represión del Estado, entró en un irreversible proceso de
descomposición.
Cuando en Petrogrado, en la retaguardia, los regimientos cosacos de la
guarnición de la capital se niegan a reprimir, quedó abierto el camino para la
victoria de la Revolución de febrero. El partido que se proponía liderar el
proletariado rumbo a la toma del poder supo asumir la tarea histórica que Lenin
había esbozado en las famosas Tesis de Abril.
No fue ese un caso único en que condiciones excepcionales permiten la
irrupción de procesos revolucionarios cuyo desarrollo es atípico.
En Portugal, el desarrollo impetuoso de un proceso revolucionario tras el
golpe militar que en abril de 1974 derrumbó el fascismo fue posible porque 13
años de una guerra colonial profundamente impopular permitieron la formación en
las Fuerzas Armadas de una vanguardia militar revolucionaria. Esta, tras la
victoria, se unió al movimiento popular de masas en el cual el Partido
Comunista (PCP) desempeñó un papel fundamental.
En el Brasil no son por ahora identificables situaciones imprevisibles que
aceleren dramáticamente la maduración de las condiciones subjetivas citadas por
Edmilson Costa.
Las fuerzas armadas brasileñas, como instrumento del Estado burgués, tienen
un cuerpo de oficiales profundamente influenciado por la ideología de la clase
dominante. No son homogéneas, pero continúan a ser una organización
potencialmente represora.
No debemos olvidar las enseñanzas de Chile. El general Carlos Prats enunció
una evidencia al criticar las ilusiones románticas del MIR que atribuía a los
cordones obreros capacidad para enfrentar el Ejército y los Carabineros en el
contexto de una intentona golpista. Prats recordó que contra armas pesadas el
pueblo desarmado es impotente, fuera de un marco insurreccional generalizado.
La Historia le dio la razón.
Acompaño con optimismo el desarrollo de las luchas sociales en Brasil. Y
considero oportuno, útil y muy importante el libro de Edmilson Costa, uno de
los más talentosos y criativos economistas marxistas del Brasil.
Creo, al margen de la maduración de las condiciones subjetivas favorables,
que el pueblo brasileño tendrá de recorrer aún un largo camino hasta que la
Historia le abra la oportunidad de asumirse como sujeto de una revolución
socialista.
Es mi convicción que el agravamiento de la crisis estructural del
capitalismo y la inevitable derrota de la estrategia de dominación mundial de
los EUA, apoyada en una política de terrorismo de estado, tiende a encaminar la
humanidad para un período revolucionario en el cual la convergencia de muchas
luchas, la interrelación de procesos muy diferentes y la solidaridad
internacionalista encaminaran la Humanidad para el socialismo.
Considero como muy importante la participación de Brasil en ese proceso
molecular de luchas revolucionarias.
Nota:
Edmilson Costa, A Crise Mundial, a Globalização e o Brasil, 286 págs.,
Instituto Caio Prado Júnior, São Paulo,2013
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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